Lealtad con la regi¨®n
Desde la segunda mitad del siglo XIX numerosos estudiosos de la realidad andaluza y de su identidad se posicionan, o bien en la tendencia de hacer coincidir todo lo que ocurre en el sur de Espa?a como elementos singulares de la historia de Andaluc¨ªa, sean los tartesios, o el paso de fenicios, cartagineses, romanos, musulmanes, etc¨¦tera, creando de este modo una realidad bic¨¦fala, espa?ola o andaluza, seg¨²n conviniera al objetivo buscado; o bien, se instalan en la identidad andaluza resultado del subdesarrollo y la decadencia que provoc¨®, entre otras razones, el fracaso de la revoluci¨®n burguesa e industrial. La Historia General de Andaluc¨ªa de Joaqu¨ªn Guichot es buena prueba del primer modelo, en el que geograf¨ªa e historia se funden desde los tiempos m¨¢s remotos para dar lugar a un territorio singular: Andaluc¨ªa. Otros describen el latifundismo, los braseros, los terratenientes, la reforma agraria, las luchas campesinas, el hambre, el paro o el abandono del campo, como demostraci¨®n de una realidad distinta y peculiar. Ninguna de las dos corrientes, ni la fusi¨®n de ambas, consigue arrancar un modelo andalucista o de identidad enraizado en la sociedad. La guerra civil y la dictadura frustraron definitivamente un desarrollo auton¨®mico singular, a pesar de los esfuerzos individuales tan meritorios como los de Blas Infante, Pascual Carri¨®n, Fernando de los R¨ªos, D¨ªaz del Moral, Bernaldo de Quir¨®s, etc¨¦tera.
Andaluc¨ªa no se agota en el Valle del Guadalquivir, aunque all¨ª est¨¦ la mayor¨ªa de la poblaci¨®n
Hoy, aparte del esfuerzo de j¨®venes historiadores por reinterpretar nuestra realidad con an¨¢lisis sobre la importaci¨®n e imposici¨®n de modelos de desarrollo inadecuados a nuestra realidad social y ambiental, surgen voces solventes que se esfuerzan por identificar y reconocer a Andaluc¨ªa como Comunidad Aut¨®noma desde el presente m¨¢s inmediato, bas¨¢ndose fundamentalmente en el Estatuto de Autonom¨ªa y en la Constituci¨®n. La asamblea de parlamentarios andaluces encargada de redactar un proyecto de r¨¦gimen provisional de autonom¨ªa, la manifestaci¨®n del 4 de diciembre de 1977, la decisi¨®n de tramitar nuestra autonom¨ªa por la v¨ªa del articulo 151 de la Constituci¨®n, la sensibilizaci¨®n en torno al refer¨¦ndum auton¨®mico del 28 de febrero de1980 y su triunfo, la elaboraci¨®n y aprobaci¨®n del Estatuto de Autonom¨ªa, la convocatoria en 1982 de las primeras elecciones auton¨®micas, asentaron sin duda nuestra realidad aparentemente con m¨¢s br¨ªo que siglos de Historia, e inocul¨® dosis masivas de autoestima y de identidad andaluza en la poblaci¨®n.
De este proceso reciente sale una ¨²nica Andaluc¨ªa, fortalecida interna y externamente, con futuro, con instituciones estables y con un respaldo mayoritario de la poblaci¨®n en pos de construir una identidad basada en el desarrollo econ¨®mico, en la lucha contra la desigualdad, en la solidaridad, en la lealtad institucional, en definitiva, en ir juntos buscando un futuro mejor. Esta nueva y potente realidad que es Andaluc¨ªa se construye sabiendo todos que existen problemas graves a resolver, que hay diferencias pol¨ªticas, que hay agravios, recelos y susceptibilidades por doquier, pero se acuerda construir el futuro entre todos, sin exclusiones, uniendo voluntades pol¨ªticas y sobre todo territoriales muy enconadas.
El primer Parlamento que sale de las urnas en 1982 acuerda en su primera sesi¨®n aprobar la capitalidad regional en Sevilla y la sede institucional del Tribunal Superior de Justicia en Granada, con 79 votos a favor, 3 en contra y 25 abstenciones. Se comenzaba entonces un vasto trabajo de vertebraci¨®n territorial que exig¨ªa una gran visi¨®n de futuro. Hab¨ªa que invertir para unir, desarrollando los servicios b¨¢sicos educativos, la red de universidades, instalaciones sanitarias, culturales, etc¨¦tera, para todas las provincias en igualdad de condiciones, buscando s¨®lo las diferencias para potenciar la competitividad, la creaci¨®n de empleo y el m¨¢s r¨¢pido crecimiento econ¨®mico. Con esta visi¨®n se acuerda acometer, asumiendo la competencia y el costo econ¨®mico, la autov¨ªa del 92, para unir voluntades se dec¨ªa y para hacer de una regi¨®n extensa y variada un territorio articulado y viable social, pol¨ªtica y econ¨®micamente. El trabajo a¨²n no ha finalizado y la articulaci¨®n de un territorio tan grande como el andaluz exige un trabajo continuo sin perder el objetivo a conseguir, una Andaluc¨ªa solidaria con las personas y con los territorios.
Porque Andaluc¨ªa es una realidad compleja, que no se agota en el valle del Guadalquivir, a pesar de que all¨ª se concentra la inmensa mayor¨ªa de la poblaci¨®n andaluza articulando un vasto territorio, econ¨®micamente din¨¢mico que empieza a comportarse como una gigantesca conurbaci¨®n que une a ciudades como C¨®rdoba, C¨¢diz, Huelva, Jerez y Sevilla, a una distancia no superior a una hora de viaje. Junto al valle del Guadalquivir existe una realidad dif¨ªcil, desarticulada, atomizada a veces, que es toda la Andaluc¨ªa del interior, la monta?osa, que se apoya en el eje Granada-Ja¨¦n. Y finalmente el litoral. Un interminable itinerario de pueblos y ciudades, con buena calidad de vida, con una fuente de riqueza solvente basada en la agricultura de primor, en el turismo, y en algunos sectores industriales, con una poblaci¨®n que crece, que atrae a inmigrantes, con dinamismo social, con ganas de triunfar. Almer¨ªa, las ricas ciudades de los mares de pl¨¢sticos agr¨ªcolas, Motril, V¨¦lez M¨¢laga, M¨¢laga, Marbella, Campo de Gibraltar, son algunos hitos para enmarcar una realidad exuberante y dif¨ªcilmente abarcable. Son tres realidades sociales, geogr¨¢ficas, econ¨®micas, que necesitan de liderazgo urbano, que necesitan elites sociales, pol¨ªticas y econ¨®micas. Que necesitan sentirse amparadas dentro de una realidad grande y diversa como Andaluc¨ªa. Sentirse parte de un todo, sin posibilidad de agravios, sentirse comprendidos y respaldados por los gestos generosos del poder pol¨ªtico regional y tambi¨¦n por los l¨ªderes que se asientan en su entorno inmediato.
Esa comprensi¨®n de la realidad andaluza en su diversidad es el paradigma de nuestra supervivencia. Lo contrario ser¨ªa un modelo dif¨ªcil de gobernar, en la que los liderazgos podr¨ªan ser cada vez m¨¢s provinciales o de patria chica, la pol¨ªtica ser¨ªa el resultado de una geograf¨ªa emotiva, y todos acabar¨ªamos glosando como Juan de Mairena a Torreperogil, a Baza, a Garc¨ªez o a Jimena, y posiblemente, sin su inteligencia, siendo incapaces de pensar en el otro, de ser solidarios, de ser andaluces.
Por eso, un modelo con futuro se construye sobre la lealtad de todos en torno al Estatuto y la Constituci¨®n, sin duda, pero tambi¨¦n sobre un acuerdo de articulaci¨®n territorial que asiente el substrato potente com¨²n y que permita sin rivalidad construir hitos que sobresalgan haciendo de locomotoras de sus respectivos territorios.
Ser¨ªa pues una torpeza grave romper ese acuerdo t¨¢cito de construir una ¨²nica Andaluc¨ªa desde la lealtad, provocando debates desestabilizadores del papel de cada uno de los territorios en la construcci¨®n del todo. En este modelo, abrir la discusi¨®n sobre Sevilla y su papel como capital de Andaluc¨ªa resulta una torpeza. Subrayar lo evidente, lo ¨²nico que provoca es deseo insano de emulaci¨®n, de agravios, de comparaciones, en definitiva un debate est¨¦ril que acaba produciendo enfrentamientos
Asimismo el debate de la fusi¨®n de las cajas de ahorro andaluzas, que tiene que hacerse en el marco normativo previsto, buscando la eficiencia, la solvencia, el mejor instrumento financiero y econ¨®mico para hacer m¨¢s fuerte a nuestra regi¨®n y a nuestra econom¨ªa, deviene un debate absurdo y apresurado si se convierte en un debate sobre la ubicaci¨®n f¨ªsica de los ¨®rganos que la van a dirigir. El debate sobre la ubicaci¨®n en Sevilla, M¨¢laga, Granada o Alpandeire, de la caja resultante de la fusi¨®n, es preocupante porque es un debate perdido, de antemano e irremediablemente, por todos. Adem¨¢s es un debate extraordinariamente perjudicial para el modelo de Andaluc¨ªa que est¨¢bamos construyendo, que necesita de equilibrios y contrapesos.
En definitiva, lo preocupante de estos acontecimientos no es que se est¨¦n poniendo obst¨¢culos a la fusi¨®n de las cajas de ahorro, o abriendo la caja de Pandora, cerrada estatutariamente en 1982, al decidir las sedes de las instituciones andaluzas, sino que estamos poniendo impedimentos a la construcci¨®n, desde la lealtad, de una Andaluc¨ªa solidaria y viable pol¨ªtica y socialmente.
Manuel Pezzi es diputado por Granada en el Parlamento de Andaluc¨ªa.
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