LAS PRUEBAS CONTRA KISSINGER
Una investigaci¨®n, avalada por documentos secretos de la CIA, revela la implicaci¨®n del ex secretario de Estado norteamericano en la conspiraci¨®n que concluy¨® en el golpe de Estado contra Allende en 1973
El 2 de diciembre de 1998, Michael Korda ofrec¨ªa una entrevista ante las c¨¢maras en su despacho de Simon & Schuster. Era uno de los grandes magnates editoriales de Nueva York y, como tal, hab¨ªa editado y producido la obra de autores tan variados como Tennessee Williams, Richard Nixon y Joan Crawford. Aquel d¨ªa concreto, estaba hablando sobre la vida y los pensamientos de la cantante Cher, cuyo retrato adornaba la pared a sus espaldas. De pronto son¨® el tel¨¦fono y se oy¨® el mensaje de que llamara al doctor Henry Kissinger lo antes posible. Un hombre tan culto como Korda sabe -junto a todas las dem¨¢s exigencias del mundo editorial en esta ¨¦poca vertiginosa- pasar en un instante de Cher a un alto estadista. La c¨¢mara sigui¨® rodando y registr¨® la siguiente escena en una grabaci¨®n que est¨¢ en mi poder.
KISSINGER NO PUEDE ABRIR EL PERI?DICO TRANQUILO PORQUE SABE SABE LO QUE OTROS S?LO PUEDEN SOSPECHAR
Cuando Korda le pide a su secretaria que consiga el n¨²mero (759 7919, el de Kissinger Associates), dice en tono ir¨®nico, entre las risas de todos los que est¨¢n en el despacho, que 'deber¨ªa ser 1-800-camboya... 1-800-bomba-camboya'. Tras una pausa perfectamente medida (a ning¨²n editor importante le gusta que le hagan esperar cuando tiene delante visitas, sobre todo visitas de un medio de comunicaci¨®n), llega el 'Henry. Hola, ?c¨®mo est¨¢s?... Est¨¢s teniendo toda la publicidad que puedas desear en The New York Times, pero no del tipo que quieres... Tambi¨¦n me parece dudoso que el Gobierno se limite a decir que s¨ª, har¨¢n p¨²blicos los documentos... No... no, ni hablar... no... no... Bueno, mmm, s¨ª. Lo hemos hecho hasta hace poco, la verdad, y ¨¦l se ha impuesto... Bueno, no creo que haya ninguna duda sobre ello, por muy inc¨®modo que sea... Henry, esto es un esc¨¢ndalo... S¨ª... Tambi¨¦n la jurisdicci¨®n. Es un juez espa?ol que acude a un tribunal ingl¨¦s a prop¨®sito de un jefe de Estado chileno. As¨ª que es, es... Y Espa?a no tiene jurisdicci¨®n nacional sobre lo que sucede en Chile, en cualquier caso, as¨ª que no tiene ning¨²n sentido... Bueno, seguramente es verdad... Si quieres. Creo que ser¨ªa lo mejor, sin duda... S¨ª, no, creo que eso es precisamente lo que tienes que hacer, y debe ser largo y acabar con la carta de tu padre. Me parece un documento muy importante... S¨ª, pero creo que la carta es estupenda y fundamental para el libro. ?Me puedes dejar leer el cap¨ªtulo de L¨ªbano durante el fin de semana?'.
Aqu¨ª termina la conversaci¨®n, con alguna observaci¨®n jocosa de Korda sobre la colonoscopia que le van a hacer: 'Un procedimiento totalmente repulsivo'.
Mediante la misma c¨¢mara interna, o su equivalente legal, ser¨ªa posible deducir bastantes cosas sobre el mundo de Henry Kissinger a partir de ese intercambio microc¨®smico. La primera y m¨¢s importante es ¨¦sta. Sentado en su despacho de Kissinger Associates, con sus tent¨¢culos que se extienden, en forma de negocios y consultor¨ªas, desde Belgrado hasta Pek¨ªn, y protegido por sus incontables juntas y consejos de administraci¨®n, todav¨ªa se estremece cuando se entera de la detenci¨®n de un dictador. La conversaci¨®n con Korda est¨¢ entrecortada, pero est¨¢ claro que la palabra fundamental es 'jurisdicci¨®n'. ?De qu¨¦ hablaba The New York Times aquella ma?ana? El 2 de diciembre de 1998, la primera p¨¢gina mostraba una informaci¨®n desde Washington de Tim Weiner, el especialista del peri¨®dico en cuestiones de seguridad nacional. Con el titular 'Estados Unidos va a hacer p¨²blicos los expedientes sobre los cr¨ªmenes cometidos bajo el r¨¦gimen de Pinochet', escrib¨ªa:
'Estados Unidos emprende hoy el camino de un enfrentamiento pol¨ªtico y diplom¨¢tico que intentaba evitar al haber decidido que har¨¢ p¨²blicos varios documentos secretos sobre los asesinatos y torturas cometidos durante la dictadura de Augusto Pinochet en Chile... La decisi¨®n de dar a conocer esos documentos es la primera se?al de que Estados Unidos va a cooperar en el proceso contra el general Pinochet. Funcionarios de la Administraci¨®n de Clinton han declarado que, en su opini¨®n, los beneficios que acarrea la transparencia en los casos de derechos humanos son muy superiores a los posibles riesgos, en este caso, para la seguridad nacional.
No obstante, la decisi¨®n podr¨ªa destapar 'todo tipo de problemas', en palabras de un antiguo funcionario de la CIA destacado en Chile, al exponer hasta qu¨¦ punto conoc¨ªa Estados Unidos los cr¨ªmenes de los que se acusa al Gobierno de Pinochet.
Aunque varios Gobiernos europeos han apoyado la intenci¨®n de llevar al ex dictador a juicio, las autoridades de Estados Unidos han permanecido calladas, en general; un reflejo del escepticismo sobre el poder de los jueces espa?oles, las dudas sobre el hecho de que tribunales internacionales juzguen a antiguos dirigentes extranjeros y las preocupaciones por las posibles implicaciones para los gobernantes norteamericanos, que un d¨ªa podr¨ªan verse tambi¨¦n acusados en otros pa¨ªses.
El presidente Richard M. Nixon y Henry A. Kissinger, que sirvi¨® con ¨¦l como consejero de Seguridad Nacional y secretario de Estado, apoyaron un golpe de Estado de la derecha en Chile a comienzos de los setenta, seg¨²n demuestran documentos ya hechos p¨²blicos.
Pero muchas acciones de Estados Unidos durante el golpe de 1973, y gran parte de lo que hicieron los dirigentes y los servicios de informaci¨®n norteamericanos en coordinaci¨®n con el Gobierno de Pinochet, despu¨¦s de que ¨¦ste llegara al poder, siguen siendo secretos, sellados por motivos de seguridad nacional. Los expedientes secretos relativos al r¨¦gimen de Pinochet est¨¢n en poder de la CIA, el Servicio de Informaci¨®n de la Defensa, el Departamento de Estado, el Pent¨¢gono, el Consejo de Seguridad Nacional, los Archivos Nacionales, las bibliotecas presidenciales de Gerald R. Ford y Jimmy Carter, y otros organismos gubernamentales.
Seg¨²n consta en el Departamento de Justicia, estos expedientes contienen una historia de violaciones de los derechos humanos y terrorismo internacional:
- En 1975, funcionarios del Departamento de Estado en Chile protestaron contra la trayectoria de asesinatos y torturas del r¨¦gimen de Pinochet y expresaron su disconformidad con la pol¨ªtica exterior estadounidense a sus superiores en Washington.
- La CIA posee expedientes sobre asesinatos cometidos por el r¨¦gimen y la polic¨ªa secreta chilena. El servicio de informaci¨®n tiene asimismo constancia documental de los intentos chilenos de crear un escuadr¨®n internacional para realizar operaciones clandestinas de extrema derecha.
- La Biblioteca Ford contiene muchos de los documentos secretos de Kissinger sobre Chile, que nunca se han dado a conocer. Kissinger, a trav¨¦s de su secretaria, ha rechazado hoy nuestra solicitud de entrevista.
Hay que reconocer que Kissinger comprendi¨® lo que otra mucha gente no pudo: que, si se establec¨ªa un precedente con Pinochet, ¨¦l mismo correr¨ªa peligro. Estados Unidos se considera el ¨²nico perseguidor y acusador de criminales de guerra y 'terroristas internacionales'; no hay nada, en su cultura pol¨ªtica o period¨ªstica, que permita pensar que pueda dar cobijo y refugio a uno tan importante. Sin embargo, la idea hab¨ªa asomado, de forma indirecta, en el relato de Weiner, y Kissinger estaba preocupado cuando llam¨® a su editor, aquel d¨ªa, para hablar de unas memorias (publicadas posteriormente con el aburrido y egoc¨¦ntrico t¨ªtulo de Years of Renewal ) que todav¨ªa estaba redactando.
Ahora bien, 'dar cobijo y refugio' es quedarse corto ante la espl¨¦ndida situaci¨®n de Henry Kissinger. A ¨¦l acuden en busca de consejo, a 25.000 d¨®lares (40 millones de pesetas) cada aparici¨®n, grupos de todo tipo, hombres de negocios, universitarios, pol¨ªticos. Escribe una ampulosa columna que distribuye el servicio de Los Angeles Times. El primer volumen de sus memorias lo escribi¨® parcialmente y edit¨® Harold Evans; ¨¦l y Tina Brown est¨¢n entre los numerosos anfitriones que se disputan la presencia de Kissinger -tal vez habr¨ªa que decir la compa?¨ªa- en las reveladoras veladas neoyorquinas. En distintos periodos, ha sido asesor de los informativos de ABC y CBS; su mayor ¨¦xito diplom¨¢tico ha sido seguramente el que ha logrado entre los medios de comunicaci¨®n (su mayor victoria, haber conseguido que casi todo el mundo le llame doctor).
Adulado por Ted Koppel, solicitado por empresas y d¨¦spotas con problemas de 'imagen' o 'fallos de comunicaci¨®n', y objeto de la atenci¨®n respetuosa de los candidatos presidenciales y las personas cuya tarea es 'moldear' su visi¨®n mundial, este hombre tiene pr¨¢cticamente de todo en el pat¨¦tico universo a cuyo servicio est¨¢ la industria de la 'autoestima'. De qui¨¦n, si no, escribir¨ªa Norman Podhoretz, postrado de rodillas en su alabanza de Years of Upheaval :
'Nos encontramos con un texto de alt¨ªsima calidad. Es una escritura que se siente c¨®moda con el retrato y con el an¨¢lisis abstracto; capaz de perfilar una narraci¨®n con la misma habilidad con la que describe una escena; que puede alcanzar grados maravillosos de compresi¨®n al tiempo que mantiene un ritmo expansivo y fluido. Es una escritura que sabe pasar, sin tensi¨®n ni falsedad, de la solemnidad propia de un libro sobre grandes acontecimientos hist¨®ricos al humor y la iron¨ªa que dicta un sentido inequ¨ªvoco de la proporci¨®n humana'.
Como dijo en una ocasi¨®n uno de mis maestros morales, un cr¨ªtico capaz de adular de esa forma no tiene por qu¨¦ cenar solo jam¨¢s. Salvo que, en ocasiones, el objeto de tanta lisonja (y tambi¨¦n el que la produce) siente cierto escalofr¨ªo de angustia. Se levanta de la mesa tan bien provista y se desliza al cuarto de ba?o. ?Se trata, tal vez, de otra revelaci¨®n sobre una cinta de Nixon reci¨¦n dada a conocer? ?Alguna noticia suelta de Indonesia, que informa de la ca¨ªda o el encarcelamiento de otro amigo (y quiz¨¢ la fuga de uno o dos documentos embarazosos)? La detenci¨®n o el procesamiento de un torturador o un asesino, la expiraci¨®n de la obligaci¨®n de secreto sobre algunos oscuros documentos de gobierno en un pa¨ªs remoto... cualquiera de esas cosas puede estropearle el d¨ªa inmediatamente. Como vemos en la grabaci¨®n de Korda, Kissinger no puede abrir el peri¨®dico con la seguridad de seguir tranquilo. Porque sabe lo que otros s¨®lo pueden sospechar o adivinar. ?l lo sabe. Y es tan prisionero del conocimiento como, en cierta medida, lo somos nosotros.
Advi¨¦rtase de qu¨¦ forma tan simp¨¢tica muestra Korda su mentalidad abierta, con la broma sobre Camboya. Al fin y al cabo, todo el mundo 'sabe' que Kissinger sembr¨® el terror, la miseria y la muerte sobre aquel pa¨ªs, a la vez que comet¨ªa un gran agravio contra la Constituci¨®n de Estados Unidos. (Tambi¨¦n 'sabe' todo el mundo que otras naciones vulnerables pueden presumir de esa misma triste y odiosa distinci¨®n, y que los da?os a?adidos o 'colaterales' para la democracia estadounidense mantienen el ritmo). Sin embargo, el hombre regordete que asiste, vestido de esmoquin, a la fiesta de Vogue, no puede ser el mismo que orden¨® y autoriz¨® la destrucci¨®n de poblaciones civiles, el asesinato de pol¨ªticos inc¨®modos, el secuestro y la desaparici¨®n de militares, periodistas y sacerdotes que le estorbaban, ?verdad? Pues s¨ª. Es exactamente el mismo hombre.
Y ¨¦sa es quiz¨¢ la reflexi¨®n m¨¢s repugnante de todas. A Kissinger no se le invita y se le festeja por sus maneras exquisitas o su ingenio mordaz. Si est¨¢ solicitado es porque su presencia proporciona el escalofr¨ªo de entrar en contacto con el poder puro y sin contemplaciones. Hay cierto nerviosismo culpable en la broma de Korda sobre los indescriptibles sufrimientos de Indochina. Y he podido ver repetidamente, cuando estoy entre el p¨²blico durante un discurso de Kissinger, esa risa nerviosa e inc¨®moda que le gusta provocar. Cuando cobra ese tributo, lo que est¨¢ exhibiendo no es el elemento afrodisiaco del poder (otra de sus agudezas plagiadas), sino su pornograf¨ªa.
En una famosa manifestaci¨®n de su desprecio por la democracia, Kissinger observ¨® en una ocasi¨®n que no ve¨ªa por qu¨¦ a determinado pa¨ªs se le deb¨ªa permitir que 'se hiciera marxista' s¨®lo porque 'sus habitantes son irresponsables'.
El pa¨ªs en cuesti¨®n era Chile, que, en el momento de su comentario, ten¨ªa la fama justificada de ser la democracia pluralista m¨¢s evolucionada del hemisferio sur de Am¨¦rica. El pluralismo se plasmaba, en la ¨¦poca de la guerra fr¨ªa, en un electorado del que aproximadamente un tercio votaba conservador, un tercio socialista y comunista y un tercio democristiano y centrista. Ello hab¨ªa hecho que fuera relativamente f¨¢cil impedir que los marxistas llegaran al Gobierno y, desde 1962, la CIA se hab¨ªa conformado -como en Italia y otras naciones equiparables- con financiar a los elementos de confianza.
Sin embargo, en septiembre de 1970, el candidato de la izquierda obtuvo una ligera ventaja, el 36,2%, en las elecciones presidenciales. Las divisiones de la derecha y la adhesi¨®n de peque?os partidos radicales y cristianos a la izquierda daban la convicci¨®n moral de que el Congreso chileno, tras el tradicional interregno de 60 d¨ªas, iba a confirmar al doctor Salvador Allende como pr¨®ximo presidente. Pero el nombre de Allende era anatema para la extrema derecha chilena, varias empresas poderosas (especialmente ITT, Pepsi Cola y el Chase Manhattan Bank) que actuaban en Chile y Estados Unidos, y la CIA.
Este odio se transmiti¨® r¨¢pidamente al presidente Nixon, quien ten¨ªa una deuda personal con Donald Kendall, el presidente de Pepsi Cola, que hab¨ªa sido su primer gran cliente cuando entr¨® como joven abogado en el bufete neoyorquino de John Mitchell. En los 11 d¨ªas siguientes a la victoria electoral de Allende hubo una serie de reuniones en Washington que sellaron en lo esencial la suerte de la democracia chilena. Despu¨¦s de hablar con las partes interesadas y con el director de la CIA, Richard Helms, Kissinger fue con ¨¦ste al Despacho Oval. Las notas de la reuni¨®n tomadas por Helms muestran que Nixon no se anduvo con rodeos y dej¨® claro cu¨¢les eran sus deseos. Allende no deb¨ªa tomar posesi¨®n. 'No le preocupan los riesgos. Sin participaci¨®n de la Embajada. Diez millones de d¨®lares (180 millones de pesetas) a nuestra disposici¨®n, m¨¢s si es necesario. Plena dedicaci¨®n, con los mejores hombres que tenemos... Hay que hacer chirriar la econom¨ªa, 48 horas para un plan de acci¨®n'.
Los documentos hechos p¨²blicos indican que Kissinger -que, hasta entonces, no hab¨ªa mostrado ning¨²n conocimiento ni inter¨¦s por Chile, un pa¨ªs al que calificaba de 'una daga dirigida contra el coraz¨®n de la Ant¨¢rtida'- se tom¨® muy en serio esta oportunidad de impresionar a su jefe. Se cre¨® un grupo en Langley, Virginia, con el objetivo expreso de dirigir una doble pol¨ªtica para Chile: la pol¨ªtica diplom¨¢tica, visible, y otra a espaldas del Departamento de Estado y el embajador en Chile, Edward Korry; una estrategia de desestabilizaci¨®n, secuestros y asesinatos, dise?ada para provocar un golpe militar.
Exist¨ªan obst¨¢culos a corto y largo plazo para incubar dicha intervenci¨®n, sobre todo en el breve intervalo del que dispon¨ªan hasta que Allende tomara posesi¨®n. El obst¨¢culo a largo plazo era la tradici¨®n del Ej¨¦rcito chileno de abstenerse de la pol¨ªtica, una tradici¨®n que diferenciaba al pa¨ªs de sus vecinos. Se trataba de una cultura militar con la que no iba a ser posible acabar de un d¨ªa para otro. El obst¨¢culo a corto plazo lo encarnaba un hombre, el general Ren¨¦ Schneider, jefe del Estado Mayor chileno y rotundamente opuesto a cualquier intervenci¨®n del Ej¨¦rcito en el proceso electoral. Por consiguiente, en una reuni¨®n celebrada el 18 de septiembre de 1970 se decidi¨® que el general Schneider ten¨ªa que desaparecer.
El plan era que oficiales de extrema derecha lo secuestraran y aparentaran que los autores de la operaci¨®n eran elementos de izquierdas y partidarios de Allende. Se esperaba que la confusi¨®n resultante aterrorizara al Congreso chileno lo bastante como para rechazar la presidencia de Allende. En la capital de Chile, Santiago, corri¨® la noticia de que hab¨ªa una suma de 50.000 d¨®lares (nueve millones de pesetas) a disposici¨®n de cualquier oficial emprendedor y dispuesto a hacerse cargo del trabajo. Richard Helms y su director de operaciones clandestinas, Thomas Karamessines, le dijeron a Kissinger que no eran optimistas. Los c¨ªrculos militares estaban inseguros y divididos, cuando no eran leales al general Schneider y a la Constituci¨®n chilena. 'Intentamos dejarle claro a Kissinger que la posibilidad de ¨¦xito era m¨ªnima'. Kissinger les dio la orden de seguir presionando, de todas formas.
Un cargo electo en Estados Unidos se re¨²ne con otras personas, sin conocimiento ni autorizaci¨®n del Congreso, para planear el secuestro de un jefe militar, defensor de la Constituci¨®n, en un pa¨ªs democr¨¢tico con el que Estados Unidos no est¨¢ en guerra y con el que mantiene cordiales relaciones diplom¨¢ticas. Es posible que las actas de las reuniones tengan un tono oficial (aunque estuvieron escondidas durante mucho tiempo), pero lo que observamos aqu¨ª no es m¨¢s que un trabajo: una acci¨®n de terrorismo de Estado.
El embajador Korry ha testificado que orden¨® al personal de su Embajada que no se relacionase con un grupo que se denominaba Patria y Libertad, un grupo cuasi-fascista empe?ado en pasar por encima de los resultados electorales. Envi¨® tres cablegramas a Washington en los que advert¨ªa a sus superiores que no se relacionaran tampoco con ellos. No sab¨ªa que sus propios agregados militares hab¨ªan recibido la orden de entrar en contacto con el grupo y ocultarle a ¨¦l ese hecho. Y cuando el presidente saliente de Chile, el dem¨®crata cristiano Eduardo Frei, anunci¨® que se opon¨ªa a toda intervenci¨®n de Estados Unidos y que iba a votar para confirmar al presidente legalmente elegido (Allende), Kissinger recurri¨® precisamente ese grupo.
El 15 de octubre de 1970, le dijeron a Kissinger que hab¨ªa un oficial de extrema derecha, el general Roberto Viaux, que estaba vinculado a Patria y Libertad y que estaba dispuesto a aceptar el encargo secreto de Estados Unidos de eliminar al general Schneider del terreno de juego. Por aquel entonces a¨²n se usaba el t¨¦rmino secuestro, que todav¨ªa se oye con frecuencia. No obstante, el equipo de la Doble V¨ªa de Kissinger autoriz¨® el suministro de ametralladoras y granadas de gas lacrim¨®geno a los colaboradores de Viaux y, al parecer, nunca pregunt¨® qu¨¦ iban hacer con el general cuando estuviera en su poder.
Veamos qu¨¦ relatan los documentos. Un cable de la CIA al equipo de la Doble V¨ªa de Kissinger, enviado desde Santiago y fechado el 18 de octubre de 1970, dice (los nombres todav¨ªa permanecen ocultos por motivos de seguridad; las identidades falsas -que coloco entre corchetes- est¨¢n escritas a mano por el atento servicio de redacci¨®n):
'1. se re¨²ne clandestinamente el 17 de octubre con que le dicen que sus planes progresan mejor de lo que hab¨ªan pensado. Le piden que, para el 18 de octubre por la noche, les proporcione entre ocho y diez granadas de gas lacrim¨®geno. De aqu¨ª a 48 horas necesitan tres ametralladoras del calibre 45 ('pistolas de engrase'), con 500 balas cada una. Comenta que ¨¦l tiene tres ametralladoras, pero que son identificables porque est¨¢n registradas a su nombre, as¨ª que no puede usarlas.
2. dicen que tienen que actuar porque creen estar bajo sospecha y vigilados por partidarios de Allende. Ha llegado tarde a la reuni¨®n porque ha tenido que evadir la posible vigilancia de uno o dos taxis provistos de antenas que, en su opini¨®n, eran veh¨ªculos de la oposici¨®n empleados en su contra.
3. Pregunta si tienen contactos en las fuerzas a¨¦reas. Responden que no, pero que les gustar¨ªa tenerlos. Por su cuenta, ha intentado conectar con uno y seguir¨¢ intent¨¢ndolo hasta que lo logre. Le animar¨¢ a que se re¨²na con lo m¨¢s pronto posible. Le ha dicho a la oficina que no ha intentado ponerse en contacto con ¨¦l para mantener una conversaci¨®n.
4. Comentario: no puede decir qui¨¦n dirige este movimiento pero tiene firmes sospechas de que es el almirante. Parece, por las acciones y las presuntas sospechas de Allende sobre ellos, que, si no act¨²an ya, estar¨¢n perdidos. La noche del 18 de octubre intenta obtener de ellos m¨¢s informaci¨®n sobre el apoyo con el que creen contar.
5. La oficina prev¨¦ entregar seis granadas de gas lacrim¨®geno (que llegar¨¢n el 18 de octubre a mediod¨ªa, por transporte especial) para que se las entregue , en vez de que se las lleve al grupo de Viaux. Nuestra explicaci¨®n es que trata con oficiales en activo. Asimismo, se ir¨¢ el 18 de octubre por la noche y no ser¨¢ reemplazado, pero permanecer¨¢ aqu¨ª. Por eso es importante reforzar la credibilidad mediante la r¨¢pida entrega de lo solicitado. Pido la aprobaci¨®n del cuartel general antes de las 15.00 horas locales del 18 de octubre sobre la decisi¨®n de entregar el gas lacrim¨®geno al segundo .
6. Solicito el r¨¢pido env¨ªo de tres ametralladoras est¨¦riles del calibre 45 y la munici¨®n correspondiente al apartado n¨²mero 1, mediante env¨ªo especial si es necesario. Por favor, confirmen antes de las 20.00 horas locales del 18 de octubre que esto es posible, para que pueda informar convenientemente a sus contactos.
La respuesta, con el encabezado 'Inmediato, Santiago (confidencial)', tiene fecha de 18 de octubre y dice:
'Se env¨ªan subametralladoras y munici¨®n por correo regular, que saldr¨¢ de Washington a las 7.00 horas del 19 de octubre y llegar¨¢ a Santiago a ¨²ltima hora de la noche del 20 de octubre o primera hora de la ma?ana del 21. Preferimos usar transporte regular para no llamar la atenci¨®n'.
Otro mensaje, tambi¨¦n dirigido a 'Santiago 562', dec¨ªa lo siguiente:
'1. Dependiendo de c¨®mo vaya la conversaci¨®n el 18 de octubre por la noche, quiz¨¢ deba usted presentar un informe para que podamos decidir si debe ser difundido.
2. Nuevo asunto. Si planea encabezar el golpe o tener una participaci¨®n p¨²blica y activa, nos extra?a que le preocupe el hecho de que sea posible atribuirle las ametralladoras. ?Podemos tener una explicaci¨®n de por qu¨¦ las armas deben ser est¨¦riles? Seguiremos esforz¨¢ndonos para proporcion¨¢rselas, pero, ?no cuestiona nuestra crddibilidad ver al Ej¨¦rcito dirigiendo a sus tropas con armas est¨¦riles? ?Qu¨¦ prop¨®sito espec¨ªfico tienen esas armas? Intentaremos enviarlas tanto si nos puede dar una explicaci¨®n como si no'.
Para apreciar en todo su esplendor este tr¨¢fico de cablegramas hay que leer otro mensaje, fechado el 16 de octubre. (Sin olvidar que el Congreso chileno se reun¨ªa el 24 de ese mes para confirmar al doctor Salvador Allende).
'1. La pol¨ªtica, los objetivos y las acciones de se han examinado en altas instancias del USG en la tarde del 15 de octubre. Las conclusiones, que deben servirle de gu¨ªa, son las siguientes:
2. La pol¨ªtica establecida y continuada es que Allende sea derrocado mediante un golpe. Ser¨ªa preferible que esto ocurriera antes del 24 de octubre, pero los esfuerzos para lograrlo continuar¨¢n pasada esa fecha. Seguiremos ejerciendo las m¨¢ximas presiones y utilizando todos los recursos apropiados para alcanzar el objetivo. Es imperativo que estas acciones se lleven a cabo de forma clandestina y segura, para que el USG y los norteamericanos queden a resguardo . Aunque ello nos obliga a ser muy selectivos al hacer contactos militares y obliga a que dichos contactos se hagan de la forma m¨¢s segura posible, no impide conexiones como la relatada en Santiago 544, que fue una obra maestra.
3. Tras un examen minucioso, se decidi¨® que un intento de golpe por parte de Viaux, llevado a cabo s¨®lo por ¨¦l y las fuerzas de las que dispone en la actualidad, fracasar¨ªa. Por tanto, ser¨ªa contraproducente para nuestros objetivos . Se decidi¨® que env¨ªe un mensaje a Viaux para aconsejarle que no emprenda una acci¨®n precipitada. En esencia, nuestro mensaje es: 'Hemos revisado sus planes y, basados en sus datos y los nuestros, llegamos a la conclusi¨®n de que sus planes de golpe, en este momento, no pueden triunfar. Si fracasan, podr¨¢n reducir sus posibilidades para el futuro. Conserve lo que tiene. Seguiremos en contacto. Llegar¨¢ el d¨ªa en el que usted y todos sus amigos puedan hacer algo. Seguir¨¢ contando con nuestro apoyo'. Le pedimos que transmita a Viaux este mensaje. Nuestros objetivos son los siguientes: (A) Darle nuestra opini¨®n y aconsejarle que no act¨²e solo. (B) Seguir alent¨¢ndole a que ampl¨ªe sus planes. (C) Animarle a que una sus fuerzas con las de otros que proyectan golpes, para que puedan actuar de forma coordinada antes o despu¨¦s del 24 de octubre. (N.B. Un transporte especial llevar¨¢ seis m¨¢scaras de gas y seis botes de CS a Santiago; saldr¨¢ de Washington a las 11.00 horas del 16 de octubre).
4. Sigue habiendo gran inter¨¦s por las actividades de Tirado, Canales, Valenzuela y otros, y les deseamos la mejor suerte.
5. Los p¨¢rrafos anteriores son su gu¨ªa de actuaci¨®n. Ninguna otra directriz que pueda usted recibir de o su m¨¢ximo representante en Santiago, cuando vuelva, deben apartarle de su tarea.
6. Le rogamos que revise todas sus actividades actuales y posibles para incluir propaganda, operaciones clandestinas, hacer que afloren informaciones o desinformaciones, entablar contactos personales o cualquier otra cosa que se le pueda ocurrir para permitirle avanzar hacia nuestro objetivo de forma segura'.
Para terminar, es fundamental leer el 'memor¨¢ndum de conversaci¨®n' de la Casa Blanca, fechado el 15 de octubre de 1970, al que el cable anterior se refiere y que resume con mayor honradez. En la reuni¨®n de 'altas instancias del USG' estuvieron, seg¨²n reza el encabezado: 'Doctor Kissinger, el se?or Karamessines, general Haig'. El primer p¨¢rrafo de sus deliberaciones est¨¢ completamente tachado y no queda ni un garabato del servicio de redacci¨®n al margen. (Dado todo lo que se ha reconocido desde entonces, esas 20 l¨ªneas deb¨ªan de ser dignas de leerse.) Si comenzamos en el segundo p¨¢rrafo, encontramos lo siguiente:
'2. Entonces, el se?or Karamessines critic¨® a Viaux, la reuni¨®n de Canales con Tirado, la nueva posici¨®n de este ¨²ltimo y, con cierto detalle, la situaci¨®n general en Chile desde el punto de vista de la posibilidad de un golpe.
3. Ten¨ªamos una serie de informaciones sobre el presunto respaldo a Viaux en el Ej¨¦rcito chileno. Hab¨ªamos valorado las afirmaciones de Viaux con cuidado y hab¨ªamos basado nuestro an¨¢lisis en datos fiables procedentes de diversas fuentes. Nuestra conclusi¨®n estaba clara: Viaux no ten¨ªa m¨¢s que una posibilidad entre 20 -tal vez menos- de triunfar en un golpe.
4. Se habl¨® de las repercusiones negativas, en Chile y a escala internacional, de un golpe fracasado. El doctor Kissinger incluy¨® dichas posibilidades en su lista. Sus puntos eran muy similares a los que hab¨ªa elaborado Karamessines.
5. Los presentes decidieron que la Agencia transmitiera un mensaje a Viaux para advertirle en contra de toda acci¨®n precipitada. En esencia, nuestro mensaje debe decir: 'Hemos revisado sus planes y, basados en sus datos y los nuestros, llegamos a la conclusi¨®n de que sus planes de golpe, en este momento, no pueden triunfar. Si fracasan, podr¨¢n reducir sus posibilidades para el futuro. Conserve lo que tiene. Seguiremos en contacto. Llegar¨¢ el d¨ªa en el que usted y todos sus amigos puedan hacer algo. Seguir¨¢ contando con nuestro apoyo'.
6. Tras la decisi¨®n de desactivar el golpe de Viaux, al menos por el momento, el doctor Kissinger dio a Karamessines la orden de que conserve los activos de la Agencia en Chile y trabaje de forma clandestina y segura para mantener la capacidad de actuar contra Allende en el futuro.
7. El doctor Kissinger mencion¨® su deseo de que nuestro apoyo al Ej¨¦rcito chileno en las ¨²ltimas semanas permanezca en el m¨¢ximo secreto. Karamessines destac¨® que hemos hecho todo lo posible en ese sentido, incluido el empleo de falsos oficiales de marina, reuniones en autom¨®viles y todas las precauciones imaginables. Sin embargo, tanto nosotros como otras personas hemos tenido buen n¨²mero de conversaciones recientes con gente variada. Por ejemplo, las amplias discusiones del embajador Korry con numerosas personas que instan a que haya un golpe 'no pueden volver a encubrirse'. . '.
La reuni¨®n termin¨® con la observaci¨®n de Kissinger de que la Agencia deb¨ªa seguir presionando en todos los puntos d¨¦biles de Allende: en ese momento, despu¨¦s del 24 de octubre, despu¨¦s del 5 de noviembre y en el futuro, hasta que se diera nueva orden. Karamessines afirm¨® que la Agencia cumplir¨ªa su deber.
Es decir, el grupo de la Doble V¨ªa ten¨ªa, a su vez, dos rutas. La primera ruta era el grupo de ultras encabezado por el general Viaux y su segundo, el capit¨¢n Arturo Marshal. Hab¨ªan intentado llevar a cabo un golpe contra los dem¨®cratas cristianos en 1969; se les hab¨ªa apartado del servicio y contaban con la antipat¨ªa hasta de militares conservadores. La segunda ruta era una facci¨®n aparentemente m¨¢s 'respetable', encabezada por el general Camilo Valenzuela, jefe de la guarnici¨®n de la capital, cuyo nombre aparece en los cables mencionados y cuya identidad ha sido borrada en ocasiones. Varios agentes de la CIA en Chile pensaban que Viaux era un perro demasiado rabioso para confiar en ¨¦l. Y las repetidas advertencias del embajador Korry tambi¨¦n surtieron efecto.
Como demuestra el memor¨¢ndum del 15 de octubre citado m¨¢s arriba, Kissinger y Karamessines tuvieron dudas de ¨²ltimo minuto sobre Viaux, al que, hasta el 13 de octubre, la oficina de la CIA le hab¨ªa dado 20.000 d¨®lares en efectivo y la promesa de un seguro de vida por 250.000 d¨®lares. La oferta contaba con la autorizaci¨®n directa de la Casa Blanca. Sin embargo, a escasos d¨ªas de que Allende tomara posesi¨®n, y dado que Nixon repet¨ªa que 'es absolutamente esencial que la elecci¨®n de Allende a la presidencia quede frustrada', la presi¨®n sobre el grupo de Valenzuela se intensific¨®. Como consecuencia, sobre todo tras las c¨¢lidas palabras de aliento que hab¨ªa recibido, el general Viaux tambi¨¦n se sinti¨® en la obligaci¨®n de ofrecer algo y probar que se hab¨ªan equivocado los que no confiaban en ¨¦l.
El 19 de octubre de 1970 por la noche, el grupo de Valenzuela, con la ayuda de algunos miembros del del Viaux, y equipados con granadas lacrim¨®genas suministradas por la CIA, intentaron capturar al general Schneider cuando sal¨ªa de una cena oficial. El intento fracas¨® porque se fue en un coche particular, en vez del veh¨ªculo oficial previsto. El fracaso provoc¨® un cable muy significativo del cuartel general de la CIA, en Washington, a la oficina local, en el que se exig¨ªa actuar con urgencia porque 'el cuartel general debe responder en la ma?ana del 20 de octubre a las preguntas de las altas instancias'.
Se autorizaron unos pagos de 50.000 d¨®lares al general Viaux y su principal colaborador con la condici¨®n de que llevaran a cabo otro intento. As¨ª lo hicieron, el 20 de octubre por la noche. Pero, una vez m¨¢s, fue otro fracaso. El 22 de octubre se le entregaron al grupo de Valenzuela las ametralladoras 'est¨¦riles' antes mencionadas, para que volvieran a intentarlo. Ese mismo d¨ªa, por fin, el grupo del general Viaux asesin¨® a Schneider.
Seg¨²n el veredicto emitido posteriormente por los tribunales militares chilenos, esta atrocidad cont¨® con elementos de ambas rutas de la Doble V¨ªa. Es decir, Valenzuela no estuvo personalmente en la escena, pero en el escuadr¨®n de asesinos, encabezado por Viaux, estaban hombres que hab¨ªan participado en los dos intentos anteriores. Viaux fue condenado por secuestro y conspiraci¨®n para dar un golpe. Valenzuela fue condenado por conspiraci¨®n para dar un golpe. De modo que cualquier intento de distinguir una trama de otra -salvo en hasta d¨®nde llegaron- es un intento de fabricar una diferencia donde no la hay.
Qu¨¦ importa si a Schneider lo mataron por culpa de un plan de secuestro que sali¨® mal (dijeron, aunque s¨®lo los asesinos, que hab¨ªa tenido la temeridad de resistirse) o si su asesinato era el objetivo desde el principio. El informe de la polic¨ªa militar chilena describe un asesinato sin m¨¢s. Seg¨²n las leyes de todos los pa¨ªses que se rigen por el derecho (incluido Estados Unidos), el hecho de que un crimen se cometa durante un secuestro es una circunstancia agravante, no atenuante. Uno no puede decir, cuando tiene el cad¨¢ver a sus pies: 'S¨®lo quer¨ªa secuestrarle'. Por lo menos, no puede decirlo si espera poder alegar circunstancias atenuantes.
No obstante, una variedad de 'circunstancias atenuantes' se ha convertido en la fina tapadera con la que Kissinger se ha protegido desde entonces de las acusaciones de complicidad en un delito de secuestro y asesinato, antes y despu¨¦s del hecho. Y esa penosa tapadera ha encontrado cobijo, incluso, en documentos escritos. El Comit¨¦ de Informaci¨®n del Senado, al investigar el asunto, lleg¨® a la conclusi¨®n de que, dado que las ametralladoras suministradas a Valenzuela no se hab¨ªan empleado en la acci¨®n, y dado que la CIA hab¨ªa disuadido oficialmente al general Viaux pocos d¨ªas antes del asesinato, no hab¨ªa 'pruebas de un plan para matar a Schneider ni de que las autoridades de Estados Unidos previeran en concreto que se iba a disparar contra Schneider durante el secuestro'.
Walter Isaacson, uno de los bi¨®grafos de Kissinger, da por bueno un memor¨¢ndum de ¨¦ste a Nixon tras su reuni¨®n del 15 de octubre con Karamessines, en el que informa al presidente de que ha 'desactivado' el plan de Viaux. Asimismo se cree la afirmaci¨®n de que el ataque de Viaux estaba desautorizado.
Estas excusas y lamentaciones son d¨¦biles desde el punto de vista l¨®gico y despreciables desde el punto de vista moral. Henry Kissinger tiene una responsabilidad directa por el asesinato de Schneider, como demuestran los siguientes argumentos.
1. Brian MacMaster, uno de los 'falsos marinos' mencionados en los cables anteriores, agente de la CIA que ten¨ªa un falso pasaporte colombiano y pretend¨ªa representar intereses econ¨®micos estadounidenses en Chile, ha relatado sus esfuerzos para 'callar' con dinero a los miembros encarcelados del grupo de Viaux, despu¨¦s del asesinato, y antes de que pudieran implicar a la Agencia.
2. El coronel Paul M. Wimert, agregado militar en Santiago y principal oficial de enlace de la CIA con la facci¨®n de Valenzuela, ha testificado que, tras el asesinato de Schneider, se apresur¨® a recuperar los dos pagos de 50.000 d¨®lares que se hab¨ªan hecho a Valenzuela y su colaborador, as¨ª como las tres ametralladoras 'est¨¦riles'. Despu¨¦s se fue r¨¢pidamente a Vi?a del Mar, en la costa chilena, y arroj¨® las armas al oc¨¦ano. Su c¨®mplice en esta acci¨®n, el jefe de la oficina de la CIA, Henry Hecksher, hab¨ªa asegurado a Washington d¨ªas antes que Viaux o Valenzuela podr¨ªan eliminar a Schneider y, de esa forma, desencadenar un golpe.
3. Fij¨¦monos de nuevo en el memor¨¢ndum de la Casa Blanca y Kissinger, del 15 de octubre, y de qu¨¦ forma tan literal se transmite a Chile. No es cierto, en absoluto, que 'desactive' a Viaux. En todo caso, le incita -a ¨¦l, que es un fan¨¢tico conocido y orgulloso- a redoblar sus esfuerzos. 'Conserve lo que tiene. Seguiremos en contacto. Llegar¨¢ el d¨ªa en el que usted y todos sus amigos puedan hacer algo. Seguir¨¢ contando con nuestro apoyo'. No son precisamente palabras de desaliento. El resto del memor¨¢ndum muestra a las claras la intenci¨®n de 'aconsejarle que no act¨²e solo', 'seguir alent¨¢ndole a que ampl¨ªe sus planes' y 'animarle a que una sus fuerzas con las de otros que proyectan golpes, para que puedan actuar de forma coordinada antes o despu¨¦s del 24 de octubre'. Estas tres condiciones son una descripci¨®n muy precisa, por no decir prof¨¦tica, de lo que acab¨® haciendo Viaux.
4. Veamos de nuevo el cable recibido por Henry Hecksher el 20 de octubre, con referencias a las preguntas ansiosas 'de altas instancias' sobre el primero de los atentados fracasados contra Schneider. Thomas Karamessines, cuando el Comit¨¦ de Informaci¨®n del Senado le interrog¨® a prop¨®sito de este mensaje, respondi¨® que ten¨ªa la certeza de que las palabras 'altas instancias' se refer¨ªan directamente a Kissinger. As¨ª hab¨ªa sido en todas las comunicaciones anteriores de Washington, como se ve en un examen somero de las citas anteriores. Este punto, por s¨ª solo, basta para refutar la afirmaci¨®n de Kissinger de que hab¨ªa 'desactivado' la Doble V¨ªa (y sus dos rutas) el 15 de octubre.
5. El embajador Korry expuso m¨¢s tarde un argumento obvio: que Kissinger intentaba construirse una coartada documental por si el grupo de Viaux fracasaba. 'Lo que le interesaba no era Chile, sino a qui¨¦n se iba a responsabilizar de cada cosa. Quer¨ªa que yo cargara con las culpas. Henry no quer¨ªa que se le relacionase con un fracaso, y se dedic¨® a acumular documentos que responsabilizasen al Departamento de Estado. Me llev¨® ante el presidente porque quer¨ªa que yo dijese lo que ten¨ªa que decir sobre Viaux; quer¨ªa que yo fuese el chivo expiatorio'.
En 1970, el concepto de 'negaci¨®n de la evidencia' no estaba tan definido en Washington como lo ha estado despu¨¦s. Pero es evidente que Henry Kissinger deseaba dos cosas al mismo tiempo. Quer¨ªa eliminar al general Schneider, por cualquier medio y empleando cualquier instrumento. (Nunca se dieron instrucciones desde Washington de que Schneider deb¨ªa salir indemne; se emple¨® la valija diplom¨¢tica para enviar unas armas mortales y se seleccion¨® minuciosamente a los hombres violentos que deb¨ªan recibirlas). Y quer¨ªa estar al margen en el caso de que el atentado fracasara o saliera a la luz. Son los motivos normales de cualquier persona que contrata o fuerza un asesinato.
Pero, para Kissinger, su necesidad del crimen era muy poco mayor que su necesidad o su capacidad de construir la negaci¨®n de la evidencia. Sin esperar a que se hagan p¨²blicos sus numerosos documentos, o que un juez los reclame, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que hay razones para suponer que es culpable de complicidad directa en el asesinato de un funcionario democr¨¢tico en un pa¨ªs democr¨¢tico y pac¨ªfico.
Extracto de The Trial of Kissinger (Proceso de Kissinger), de Christopher Hitchens, que ser¨¢ publicado en Gran Breta?a el 30 de abril por Verso.
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