El Reino Unido, ante la crisis total
La acumulaci¨®n de infecciones, desgracias naturales y accidentes afecta ya a la agenda pol¨ªtica
El campo cerrado a la urbe, piras de ganado en las granjas, muertos en el ferrocarril, regiones paralizadas por la nieve, pueblos inundados, inmigrantes desesperados por entrar en el Reino Unido a cualquier precio... Los planes del primer ministro para conducir c¨®modamente al electorado hacia una segunda victoria laborista han quedado desbaratados por una serie de acontecimientos que presentan una visi¨®n casi apocal¨ªptica del pa¨ªs. El primer ministro intenta ahora mantener la calma mientras centra toda su energ¨ªa en la gesti¨®n de la crisis.
'Una tragedia particularmente conmovedora, cuando se a?ade a tanta ansiedad sobre el brote de fiebre aftosa y las recientes inundaciones'. Con este escueto mensaje, la reina Isabel se solidarizaba con las v¨ªctimas del accidente de ferrocarril del mi¨¦rcoles en una aldea del norte de Inglaterra. Pero, adem¨¢s, la reina pon¨ªa en evidencia un hecho: el c¨²mulo de desastres que azotan el pa¨ªs en los ¨²ltimos meses y, en particular, en los ¨²ltimos d¨ªas.
La fiebre aftosa ha separado el campo de la urbe; la isla, de sus socios europeos. Los granjeros se atrincheran en sus posesiones y asisten a la quema de ganado enfermo o en peligro de contagio. De la persuasi¨®n dial¨¦ctica, el Gobierno ha pasado con rapidez a prohibir los paseos por caminos rurales. El palacio de Buckingham ha vallado sus parques, a pesar de que se ubican en el ¨¢rea metropolitana de Londres. Irlanda ha suspendido las citas deportivas en el Reino Unido y otros pa¨ªses europeos, adem¨¢s de que Estados Unidos y la mayor parte de Europa imponen controles a los viajeros procedentes del antiguo Imperio Brit¨¢nico.
Costes elevados
El sindicato de granjeros calcula el coste de la epidemia de fiebre aftosa en 67.000 millones de pesetas al mes y negocia sustanciales indemnizaciones con el Ejecutivo. Pese a que las arcas del Estado est¨¢n boyantes (el Tesoro estima el super¨¢vit en 4.000 millones de pesetas) y Blair ha prometido ayudas en torno a los 50.000 millones, este no ser¨¢ el ¨²ltimo gasto que el Gobierno tenga que hacer, sobre todo si la crisis se prolonga durante cinco meses como en 1967.
Una v¨ªctima clara de la actual situaci¨®n son los planes pol¨ªticos del primer ministro. Desde noviembre, Blair conduce con mimo al pa¨ªs hacia una convocatoria anticipada a las urnas para la que tiene de plazo legal hasta mayo de 2002. El mes ideal parec¨ªa mayo. La debilidad del Partido Conservador, que s¨®lo despunt¨® en los sondeos de opini¨®n el pasado oto?o -tras la rebeli¨®n contra el precio del carburante y la boyante situaci¨®n de los laboristas en las mismas encuestas-, llev¨® a algunos ministros de Blair a sugerir incluso el 5 de abril, 13 meses antes de que se agote la legislatura, como el d¨ªa adecuado para celebrar elecciones. Abril ya ha quedado descartado y, con un pa¨ªs plagado de virus, tormentas e inveros¨ªmiles accidentes de tren, mayo entra en una nebulosa. La fecha de los comicios ya no est¨¢ en manos del primer ministro, sino de los acontecimientos.
Perdida una ventaja que sus antecesores laboristas raramente disfrutaron, Blair vuelca hoy su energ¨ªa en contener la crisis, en vez de promocionar lo que denomina 'la segunda fase de la tercera v¨ªa', t¨ªtulo del art¨ªculo que publica en la revista Prospects. Blair se ha ganado, de momento, el respeto de los medios de comunicaci¨®n, de los granjeros y quiz¨¢ del resto de la poblaci¨®n con su 'decisiva y r¨¢pida' gesti¨®n de los males que se amontonan. Pero aparecen de nuevo se?ales del desequilibrio entre la ambici¨®n de ideas del neolaborismo y su ejecuci¨®n, el principal flanco de las cr¨ªticas.
El propio Blair lo descubri¨® esta semana cuando acus¨® a las cadenas de supermercados de 'tener bajo llave' a los granjeros en su anhelo de proveer alimentos baratos. 'All¨¢ ¨¦l si quiere jugar la baza pol¨ªtica. Nosotros tenemos la impresi¨®n de que fue el Ministerio de Agricultura, no los supermercados, el que fij¨® la pol¨ªtica agraria en este pa¨ªs', contestaron. El primer ministro se dej¨® quiz¨¢ arrastrar por la corriente de los que buscan un culpable de la ¨²ltima desgracia del campo. Dio la impresi¨®n de se?alar con el dedo a los supermercados; otros sugieren que la culpa es del cierre de mataderos tras la crisis de las vacas locas, la industrializaci¨®n de la agricultura y la globalizaci¨®n del mercado. Todos coinciden en que la fiebre se gest¨® fuera del Reino Unido.
Las administraciones conservadoras fueron responsables directas de la epidemia en el vacuno y de su exportaci¨®n a la Europa continental. Sus sucesores laboristas poco tienen que ver con la segunda plaga, que debilita la confianza del consumidor en los productos alimenticios y convierte el Reino Unido en el paciente contagioso que sus vecinos europeos intentan mantener a una prudente distancia.
Blair tampoco posee la llave meteorol¨®gica para prevenir las tormentas de lluvia y nieve que en oto?o y de nuevo estos d¨ªas han inundado pueblos y ciudades y provocado apagones de luz. Incluso los seis accidentes ferroviarios, que han matado a m¨¢s de 50 personas desde la llegada al poder de los laboristas, en 1997, parecen m¨¢s relacionados con la privatizaci¨®n y falta de inversi¨®n durante las dos d¨¦cadas de Gobiernos tories. Pero el electorado exige responsabilidades al neolaborismo y sus simpatizantes tienen la impresi¨®n de que la Administraci¨®n de Blair est¨¢ gafada. Una nueva cat¨¢strofe, unida a un despertar de la oposici¨®n conservadora, podr¨ªa privar al Ejecutivo de disfrutar por primera vez de dos mandatos sucesivos.
Un horizonte de conflicto para el primer ministro
La fiebre aftosa ha librado al primer ministro brit¨¢nico, Tony Blair, de una amenaza potencialmente da?ina para sus aspiraciones de renovar la mayor¨ªa absoluta en el Parlamento de Westminster. Con el ganado en peligro y algunas zonas en alerta de inundaci¨®n, la Alianza del Campo se vio forzada a suspender la concentraci¨®n prevista en Londres el 19 de marzo en protesta por la posible abolici¨®n de la caza del zorro. M¨¢s de 100.000 personas se unieron a la manifestaci¨®n anterior bajo la misma causa que, seg¨²n denuncian los organizadores, pone en evidencia el desinter¨¦s de Blair por la econom¨ªa rural. Fue el enemigo n¨²mero uno del primer ministro, el alcalde de Londres, Ken Livingstone, quien dio con la idea para frenar la ofensiva de los defensores de la caza del zorro. Propuso prohibir la concentraci¨®n para evitar, dijo, que el virus se propagara por la ciudad. Pero una segunda iniciativa del alcalde apunta contra el Gobierno al que amenaza con llevar a los tribunales por la pol¨¦mica privatizaci¨®n parcial del metro de Londres. 'La tercera v¨ªa', escribe Blair en la revista Prospects, 'es pragm¨¢tica sobre cu¨¢l es el mejor mecanismo de ejecuci¨®n, los medios p¨²blicos o privados'. Con el metro, opta por ceder v¨ªas, estaciones y se?ales a la iniciativa privada mientras que la gesti¨®n de los trenes y responsabilidad del servicio recae en la autoridad local. Livingstone exige m¨¢s control y est¨¢ dispuesto a defender el caso ante la justicia. Con 85 diputados laboristas representando a los londinenses, la disputa sobre el futuro del metro planea peligrosamente sobre el horizonte. El electorado de la urbe apoya al alcalde, como se demostr¨® en su colosal victoria del a?o pasado frente al candidato oficial y favorito de Blair. Pero hay otra asignatura pendiente en la agenda gubernamental. El Domo del Milenio, causa indirecta de la dimisi¨®n en febrero de Peter Mandelson, asesor y ministro de confianza de Blair, sigue sin encontrar propietario y generando gastos de mantenimiento de 150 millones de pesetas mensuales. El Gobierno intenta por tercera vez desprenderse del Domo, pero la proximidad de una convocatoria electoral ofrece un flanco a la oposici¨®n. Entre los interesados en comprarlo est¨¢ un amigo de Mandelson.
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