?El nacionalismo es xen¨®fobo?
Toda pol¨¦mica en Catalu?a sigue un gui¨®n en cuatro fases. El momento -palabra o acontecimiento- que lo desencadena; la reacci¨®n: la local y la que se produce en Madrid; y la victimizaci¨®n nacionalista que desv¨ªa la atenci¨®n del argumento que provoc¨® el conflicto a la campa?a de los enemigos de siempre, prestos a aprovecharlo todo contra el nacionalismo. Despu¨¦s -cuarta fase- escampa, porque en este pa¨ªs, tan dado al orden de lo aparente, casi nadie tiene inter¨¦s en que las pol¨¦micas duren.
Este esquema se ha cumplido a la perfecci¨®n en la repentina pol¨¦mica provocada por las propuestas xen¨®fobas de do?a Marta Ferrusola y don Heribert Barrera. La coincidencia -casual en el tiempo, pero no en las ideas- de las declaraciones de la se?ora del president y del libro del hombre que hizo a Pujol presidente de la Generalitat, encendi¨® el fuego. Vinieron luego las reacciones: el apoyo de alguna gente de pie en las emisoras de radio y en los murmullos callejeros, la comprensi¨®n de algunos -como el marido de la se?ora Ferrusola- que, por su cargo, deber¨ªan saber de la gravedad de banalizar el discurso xen¨®fobo, el alud de cr¨ªticas -en las que no pod¨ªa faltar el nacionalismo espa?ol dando lecciones de modos- y algunos silencios clamorosos, como el de Pasqual Maragall, que obliga a preguntar ?qu¨¦ temor hay a ejercer de antixen¨®fobo y antirracista? Alg¨²n exceso de hipocres¨ªa, por ejemplo del Partido Popular, dando lecciones cuando ellos tienen en El Ejido la mayor lacra de pol¨ªtica xen¨®foba de los ¨²ltimos tiempos, ha sido el pretexto esperado para iniciar la operaci¨®n de ocultamiento de los mensajes de la Ferrusola y de Barrera y denunciar el en¨¦simo ataque al nacionalismo catal¨¢n. Despu¨¦s de ello ya vuelve el orden. Pujol anuncia que hablar¨¢ con todos los agentes sociales. ?Por qu¨¦ no empezaba por aqu¨ª? ?Por qu¨¦ dej¨® pasar los d¨ªas con ambig¨¹edades permitiendo que el discurso xen¨®fobo adquiriera carta de naturaleza y respeto?
Puesto que estamos en este punto, vayamos a la cuesti¨®n central. ?Tienen algo que ver xenofobia y nacionalismo? El historiador y alcalde de Girona, Joaquim Nadal, ha dicho con acierto que el racismo es transversal, que ninguna ideolog¨ªa est¨¢ libre de ¨¦l. Pero es transversal en tanto que el nacionalismo tambi¨¦n lo es. Porque, qui¨¦rase o no, en la base del nacionalismo est¨¢ el soporte de la xenofobia. El nacionalismo -todo, insisto en lo obvio, porque estamos en un pa¨ªs en el que cuando se utiliza la palabra nacionalista s¨®lo se la relaciona con los nacionalismos perif¨¦ricos, como si en el resto de Espa?a no hubiera nacionalismo-, en tanto que ideolog¨ªa que perfila y articula la identidad de una sociedad -en funci¨®n de un pasado y de unas ra¨ªces talladas a medida con el cincel de lo ¨¦tnico-, define un 'nosotros' que es voluntaria y manifiestamente diferente de todos los dem¨¢s 'nosotros' que quedan inmediatamente convertidos en 'otros' -en extranjeros-, frente a los cuales el nosotros se singulariza. Y esta divisi¨®n est¨¢ en la base de la xenofobia. ?Quiere decirse con ello que todo nacionalismo es forzosamente xen¨®fobo? No. ?Que tiene el germen para poder serlo? S¨ª. ?Y que este germen est¨¢ siempre latente y no se puede eliminar sin que desaparezca el nacionalismo? Tambi¨¦n. Es ¨¦sta una peculiaridad del nacionalismo -ideolog¨ªa de vocaci¨®n particular- que nada tiene que ver con las formas de pertenencia de ideolog¨ªas de car¨¢cter universal como el liberalismo o el socialismo. Por ejemplo, el odio contra la clase burguesa que el socialismo gener¨® en algunas ¨¦pocas es de naturaleza distinta al odio xen¨®fobo. Y el socialismo y el liberalismo, si se comportan como xen¨®fobos, es en tanto que participan de alg¨²n nacionalismo. Lo cual no quita que a veces -ante el fen¨®meno de la inmigraci¨®n, por ejemplo- la xenofobia, adem¨¢s del rechazo al extranjero, tenga alg¨²n componente clasista de desprecio por la pobreza.
Si bajamos al nivel de lo concreto, un pa¨ªs y un tiempo, ?el nacionalismo catal¨¢n es xen¨®fobo? Depende de la concepci¨®n del demos nacional catal¨¢n que sustente. Si se entiende -como parece ser el caso del se?or Barrera- que Catalu?a deber¨ªa ser un pa¨ªs cerrado, impermeable a la emigraci¨®n exterior, con una poblaci¨®n de probado linaje aut¨®ctono y reducida al crecimiento vegetativo, una idea nacional de este tipo -adem¨¢s de anunciar una siniestra Arcadia, como una Albania llena de catalanitos- corresponde inevitablemente a un nacionalismo xen¨®fobo. Si se entiende que un pa¨ªs es una realidad cambiante, que las sociedades se transforman incesantemente en sus componentes, en sus proyectos y en sus mentalidades, y que lo importante es la suma de las voluntades que forman un pa¨ªs en cada momento y no unas verdades esenciales que s¨®lo existen en fantas¨ªas nocturnas de algunos ide¨®logos, el nacionalismo que de esta actitud se desprende no es xen¨®fobo ni racista, sino perfectamente democr¨¢tico.
Planteadas as¨ª las cosas, el victimismo forma parte de las m¨²ltiples manifestaciones sociales de la pobreza de esp¨ªritu. Como toda ideolog¨ªa, el nacionalismo es criticable. Nada deber¨ªa escapar en las sociedades modernas al cedazo de la raz¨®n. El nacionalismo democr¨¢tico debe tener las antenas siempre puestas, debe mantener vivo el esp¨ªritu de la cr¨ªtica porque la divisi¨®n nosotros/los otros est¨¢ en su seno. Y los pol¨ªticos afanosos siempre en mantener el pa¨ªs detr¨¢s especulan con ella incesantemente. Entre la afirmaci¨®n patri¨®tica y la tentaci¨®n xen¨®foba hay una tela muy fina que a veces se rompe con unas pocas palabras o con excesivos silencios. Los tiempos de cambio, en que peque?os poderes locales se ven amenazados o los ciudadanos sienten miedo ante lo nuevo y desconocido, son muy adecuados para el cultivo del rechazo. El victimismo es un mal h¨¢bito de los nacionalismos, porque frena la capacidad autocr¨ªtica y refuerza las querencias xen¨®fobas: todo es culpa de los dem¨¢s, del enemigo exterior.
Y en ¨¦stas estamos. El discurso xen¨®fobo se siente amparado por una cultura pol¨ªtica que ha hecho de los lugares comunes indiscutibles e indiscutidos del nacionalismo sus pilares. Y que ha hecho de la paranoia del enemigo exterior un referente ideol¨®gico reiterado. Todav¨ªa a estas alturas, a la se?ora Ferrusola el que habla castellano le sigue pareciendo sospechoso. Y que un inmigrante lo balbucee, un motivo de desconfianza. En el fondo lo que delata este episodio es la enorme pereza de este pa¨ªs de enfrentarse con la realidad. De momento, la inmigraci¨®n ya ha provocado un beneficio no esperado: que algunas miserias de este pa¨ªs se pusieran de manifiesto. ?Habr¨¢ servido para que la sociedad reaccione?
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