El Ejido, a?o uno
Al a?o de los tr¨¢gicos sucesos de El Ejido, los medios de comunicaci¨®n est¨¢n realizando balance de lo ocurrido desde entonces, centrando sus observaciones en el grado de cumplimiento de los acuerdos que se pactaron entre los representantes de los colectivos inmigrantes, -casi exclusivamente magreb¨ªes ya que el resto no tuvo una presencia activa en el conflicto-; las administraciones y algunas organizaciones sociales. Lo pactado, aunque importante, no aborda la situaci¨®n que produjo el estallido, la cual continua siendo la misma, y por tanto, en cualquier momento puede reproducirse (en El Ejido o en cualquier otro lugar). El origen, la causa de lo ocurrido hace un a?o, es la ca¨®tica situaci¨®n de miles y miles de inmigrantes sin legalizar y por tanto, sin la posibilidad de integrarse ordenadamente en la sociedad. (Una persona no legalizada no puede trabajar, por lo tanto no puede obtener dinero y si trabaja ilegalmente, no puede firmar un contrato legal de arrendamiento de vivienda, abrir una cuenta bancaria, acceder al sistema educativo, sanitario...)
Este terrible drama de miles de personas situadas al margen de la ley es el aut¨¦ntico problema que tiene y debe resolver nuestra sociedad. Mientras existan inmigrantes ilegales habr¨¢ El Ejidos, porque el rechazo no es a la raza sino a la miseria y al desorden; el rechazo es a la marginalidad que propicia la ilegalidad. Y ¨¦sta es la responsabilidad de las Administraciones y los partidos, que deber¨ªan consensuar las soluciones en vez de utilizar la inmigraci¨®n de manera partidista. Pero en ning¨²n caso es responsabilidad de los agricultores, los cuales s¨®lo tienen la obligaci¨®n de responder ante la autoridad laboral como cualquier otro trabajador de nuestro pa¨ªs. Los agricultores de Almer¨ªa, como los empresarios de la industria o los servicios, tienen que garantizar a sus trabajadores las exigencias de nuestra legislaci¨®n laboral y si no lo hacen, caiga sobre ellos todo el peso de la ley; pero no se les puede exigir, como no se les exige a nadie, que solucione los problemas de vivienda y dem¨¢s prestaciones sociales de sus empleados.
Mientras se siga confundiendo y mezclando la problem¨¢tica del mercado laboral, con las necesidades sociales de los inmigrantes, no habr¨¢ posibilidad de soluci¨®n.
Respecto al modelo econ¨®mico propiciado por la agricultura intensiva en la provincia de Almer¨ªa, que con tanto desprecio se est¨¢ juzgando -desprecio s¨®lo equiparable a la ignorancia de los juzgadores- recordar que est¨¢ basado en dos pilares fundamentales: la continuada incorporaci¨®n de tecnolog¨ªa y la adecuaci¨®n permanente de la producci¨®n a las exigencias de los mercados. Esta agricultura se diferencia de la tradicional en que la mano de obra que precisa, debido a los sofisticados medios de producci¨®n y la continuidad de las tareas -durante al menos diez meses al a?o-, ha de tener una cierta cualificaci¨®n y sobre todo ser estable. No en balde a este tipo de agricultura se le denomina 'agricultura de primor', nombre suficientemente expresivo del trato que requieren los cultivos y que evidentemente ser¨ªa imposible conseguir con jornaleros eventuales que no conocieran su oficio. Este no es el trabajo de recogida de una cosecha, sino el cultivo primoroso de uno o varios productos durante un a?o. El agricultor que pretenda abaratar costes utilizando mano de obra eventual no cualificada, no tiene ninguna posibilidad de mantener la rentabilidad de su explotaci¨®n, lo cual no quiere decir que no existan pero, desde luego, no son ni la mayor¨ªa ni es el modelo a seguir.
No nos enga?emos, el efecto llamada no lo produce 'las necesidades de mano de obra barata del r¨¦gimen esclavista' de El Ejido, sino la terrible desigualdad existente entre el primer y tercer mundo hoy cada vez m¨¢s pr¨®ximos por el desarrollo de los medio de comunicaci¨®n. El Ejido es s¨®lo un primer punto de paso, si geogr¨¢ficamente estuviera situado en Galicia, no tend¨ªa ning¨²n problema.
No hay justificaci¨®n para los tr¨¢gicos sucesos de El Ejido, pero tampoco la hay para el comportamiento de los oportunistas que se recrean en la tragedia, que hacen espect¨¢culo de ella y quiz¨¢s, hasta negocio. Ni hay justificaci¨®n para los miles de millones que se destina al subsidio agrario o a las 'pol¨ªticas activas de empleo' -que por cierto s¨®lo emplean a los que las aplican-, mientras hay autenticas necesidades de mano de obra. Ni hay justificaci¨®n para que los fondos de los Programas de Fomento del Empleo Agrario (antiguo PER) no se destinen a construir las viviendas sociales que tanto se precisan. Ni hay justificaci¨®n para los que piden actitudes pasivas de la inspecci¨®n de trabajo. Es que a veces necesitamos El Ejidos donde lavar nuestra conciencia para poder seguir con la cabeza debajo del ala.
Jer¨®nimo Molina Herrera es director del Instituto Rural de Cajamar.
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