Universidad y andaluz
Me gustar¨ªa equivocarme, pero tengo la impresi¨®n de que cuando los profesores de Universidad hablamos del andaluz fuera de nuestros muros parece como que nos miraran tal que a marcianos, o a gentes que, bueno, s¨ª, mucho sabr¨¢n de ciencia, pero poco de lo que se cuece en el mundo real, en el pueblo soberano due?o de una tan bendita forma de hablar como la de esta tierra. Ese radical divorcio, tan espa?ol, entre Universidad y sociedad tambi¨¦n se da a prop¨®sito del dialecto, modalidad, variante o como quiera llamarse lo que se habla en Andaluc¨ªa.
No nos gusta, pero no sabemos muy bien c¨®mo saltar ese foso. A lo mejor es el estilo profesoral que nos delata en cuanto escribimos o hablamos, aunque sea sobre los nombres del botijo. Ciertamente, intentamos transmitir a la sociedad por medio de nuestros estudiantes los conocimientos atesorados sobre nuestras hablas. ?Pero son hoy acaso los benem¨¦ritos profesores de ense?anzas medias (destino casi ¨²nico que aguarda a los estudiantes universitarios de Filolog¨ªa) l¨ªderes de opini¨®n, sobre ¨¦sta o sobre cualquier otra cuesti¨®n, incluso entre sus propios alumnos?
Y nos gusta menos a¨²n porque en la Universidad andaluza se est¨¢ trabajando bien sobre nuestras hablas. Habr¨¢ estudios mejores que otros, m¨¢s innovadores o m¨¢s convencionales. Pero el tono general es muy digno. M¨¢s a¨²n: nuestra Universidad tiene el gran m¨¦rito callado de haber funcionado como contrapunto racional a tanto dislate en cuestiones de lengua como ha corrido desde los inicios de la transici¨®n. El que en Andaluc¨ªa no se haya inventado a¨²n nada parecido a la llingua asturiana o la fabla aragonesa se debe en buena parte, adem¨¢s de a la sensatez de los andaluces, a que la Universidad ni se ha apuntado a ese carro ni ha pretendido montarlo. Pero no pongo la mano en el fuego: no hace muchos d¨ªas pude volver a comprobar que colegas hay en la regi¨®n a quienes no les importar¨ªa hocicar en tales engendros, y que hasta disfrutar¨ªan dando palmetazos a quienes no hablen su buen andaluz.
Adem¨¢s, los universitarios andaluces descubren cosas que, dentro de la barah¨²nda de lo cotidiano, parecen mostrar por d¨®nde van los tiros en el devenir de la lengua, que no siempre es por donde muchos creen. As¨ª, resulta que en medio de tanto fervor por lo andaluz como se pregona, los habitantes de M¨¢laga y Granada poco a poco, o no tan poco a poco, van perdiendo seseos y ceceos. Resulta tambi¨¦n que, como vimos en nuestro grupo de investigaci¨®n, puestos a revisar los andalucismos del Diccionario acad¨¦mico, no es que falten, como tantas veces se dice: es que sobran, porque las tres cuartas partes de los que con esa etiqueta figuran en ¨¦l son ignorados por sus te¨®ricos usuarios. Resulta que el jejeo va avanzando como una nueva fractura social y ling¨¹¨ªstica entre los andaluces. Resulta que...
Les seguir¨¦ contando. Si me aguantan ustedes, claro.
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