Nueve inexactitudes sobre la cuesti¨®n ind¨ªgena
1.- La naci¨®n mexicana tiene una deuda de 500 a?os con sus ind¨ªgenas.
La deuda existe, sin duda, y es enorme, pero tambi¨¦n es justo ponderarla en t¨¦rminos comparativos con la historia de las dos Am¨¦ricas, la latina y la sajona. En el Per¨² los indios y los blancos han vivido por siglos apartados unos de otros; los primeros, en la sierra; los segundos, en la costa. Los divide un muro de resentimiento, recelo y odio que no pocas veces estall¨® en feroces rebeliones milenaristas. En otros pa¨ªses del Sur se aplic¨® a los indios, casi en su totalidad, la 'soluci¨®n final': el exterminio. En Estados Unidos se estableci¨® un vergonzoso y humillante apartheid. El cuadro en M¨¦xico fue algo distinto. Aqu¨ª, Espa?a no se gui¨® por la doctrina de la 'servidumbre natural' de Gin¨¦s de Sep¨²lveda, sino -al menos en parte- por las ideas de Fray Bartolom¨¦ de las Casas y los misioneros franciscanos, agustinos, dominicos y jesuitas que llevaron a cabo la conquista espiritual. En Nueva Espa?a, a partir del siglo XVII, las Leyes de Indias ofrecieron un margen de protecci¨®n a los indios. Es cierto que el orden liberal del siglo XIX les quit¨® esa protecci¨®n (que por otro lado los condenaba a seguir siendo menores de edad), pero al hacerlo aceler¨® su incorporaci¨®n al M¨¦xico m¨¢s moderno a trav¨¦s del mestizaje. La Revoluci¨®n Mexicana ahond¨® esa tendencia ¨¦tnica y cultural, y corrigi¨® el liberalismo de varias maneras: asumi¨® la vocaci¨®n tutelar de las Leyes de Indias creando instituciones protectoras, retom¨® ciertas pr¨¢cticas de origen prehisp¨¢nico (el ejido, por ejemplo), revalor¨® la cultura ind¨ªgena e intent¨® -sin demasiados frutos si se quiere, pero de manera genuina- atender y respetar a las comunidades ind¨ªgenas. Por desgracia, enclaves como Chiapas fueron la excepci¨®n: all¨ª no hubo mestizaje, tutela, instituciones de protecci¨®n, y s¨®lo tard¨ªamente hubo una reforma agraria. Y en muchas zonas del pa¨ªs, a¨²n sin padecer los extremos de racismo y opresi¨®n caracter¨ªsticos de Chiapas, las comunidades sobrevivieron con inmensa dificultad. All¨ª siguen. Son 10 millones de personas, el 10% de la poblaci¨®n que vive con 10 pesos diarios (un d¨®lar) y merecen, en efecto, un acto de reivindicaci¨®n social y moral. Pero no todos los pobres de M¨¦xico son ind¨ªgenas, ni siquiera la mayor¨ªa. La deuda es con todos ellos, ind¨ªgenas y no ind¨ªgenas. El predominio del enfoque ¨¦tnico distorsiona la realidad.
2.- Antes de la llegada de los espa?oles, los ind¨ªgenas viv¨ªan en una Arcadia.
La colaboraci¨®n de los tlaxcaltecas y huejotzincas con los espa?oles en la Conquista de Tenochtitl¨¢n prueba que la Arcadia mexica no era tal, sino un r¨¦gimen con aspectos sumamente opresivos. Ten¨ªa, a no dudarlo, rasgos admirables (que recogieron amorosamente misioneros como Fray Bernardino de Sahag¨²n y han estudiado en nuestro tiempo acad¨¦micos eminentes como Miguel Le¨®n Portilla), pero hab¨ªa explotaci¨®n masiva de la fuerza de trabajo en las obras monumentales y una severidad excesiva en la justicia y la educaci¨®n. ?stas son verdades consabidas que, sin embargo, se diluyen en los r¨ªos de tinta ideol¨®gica que corren en nuestros d¨ªas. ?Y qu¨¦ decir de los sacrificios humanos? Es un tema fundamental del que valdr¨ªa ocuparse con esp¨ªritu sereno y objetivo. Es cierto que las barbaridades de Ahu¨ªzotl palidecen frente a los horrores del siglo XX europeo y aun frente a las guerras ¨¦tnicas de nuestros d¨ªas. Es verdad tambi¨¦n que los mexicas (y en general los pueblos prehisp¨¢nicos) viv¨ªan dentro de una cosmogon¨ªa exigente de sangre, pero eso no significa que aquel universo violento y encerrado en s¨ª mismo haya sido una Arcadia.
3.- La cuesti¨®n ind¨ªgena es la prioridad nacional.
Es una de las prioridades, pero no la prioridad. Antes del 1 de diciembre de 2000 y a lo largo de la campa?a para la presidencia, la cuesti¨®n de Chiapas no ocupaba un lugar prominente en la agenda nacional. Las encuestas eran claras: seguridad, ante todo, pobreza, migraci¨®n, insalubridad... De pronto, el presidente Fox la elev¨® de escala poniendo en riesgo, seg¨²n ha dicho, su propia investidura, lo que no es cualquier cosa: nada menos que la primera presidencia plenamente leg¨ªtima y democr¨¢tica de M¨¦xico en casi un siglo. ?Por qu¨¦ lo hizo? A mi juicio, Fox actu¨® por un impulso moral. El presidente es un hombre de fuertes convicciones religiosas, y siente de manera sincera el agravio moral a los indios. Si los neozapatistas no leen su actitud en esos t¨¦rminos, si no advierten la diferencia entre Fox y los presidentes del PRI, si subrayan el ¨ªmpetu revolucionario sobre la reivindicaci¨®n ¨¦tica, si insisten en buscar la ut¨®pica redenci¨®n y desde?an un arreglo pol¨ªtico, entonces no s¨®lo ellos sino Fox perder¨¢ tambi¨¦n, y con esa doble derrota perderemos todos. Si por el contrario, a partir de esas dos convicciones absolutas y convergentes (las de Fox y los neozapatistas), surge un gran acto de reconciliaci¨®n nacional, ganaremos todos. En lo personal quisiera ser optimista, pero no puedo serlo tanto: creo que la marcha zapatista tiene un car¨¢cter mesi¨¢nico y fundamentalista, por lo que no avizoro un acuerdo pol¨ªtico. Pienso tambi¨¦n que las verdaderas prioridades no tienen mucho que ver con la reivindicaci¨®n ¨¦tnica, sino con la urgente mejor¨ªa econ¨®mica y social y el establecimiento de un pleno y moderno Estado de derecho.
4.- M¨¦xico es un pa¨ªs racista.
Depende qu¨¦ se entienda por racismo. En el siglo XX y a¨²n en nuestros d¨ªas, racismo equivale a muchas cosas, desde el exterminio hasta la discriminaci¨®n de una raza por otra. Aunque la Conquista fue enormemente cruel, no tuvo motivos ni secuelas propiamente racistas. La muerte colectiva sobrevino despu¨¦s, por las epidemias que trajeron los conquistadores. Desde entonces cabe hablar de discriminaci¨®n, abuso y opresi¨®n, pero no de exterminio. A partir del siglo XVII la sociedad mexicana propendi¨® a la incorporaci¨®n, mezcla y convergencia ¨¦tnica. ?Qu¨¦ otro pa¨ªs de Am¨¦rica ha tenido a un ind¨ªgena puro en la presidencia? S¨®lo M¨¦xico con Benito Ju¨¢rez (y con Porfirio D¨ªaz, que en buena medida lo era). Per¨² est¨¢ a punto de tenerlo siglo y medio despu¨¦s: Alejandro Toledo. No hay duda de que en Chiapas (como en la Tarahumara, Nayarit, Yucat¨¢n y muchos otros enclaves mexicanos, incluido el Distrito Federal) los indios sufren hasta el d¨ªa de hoy un trato discriminatorio, pero los europeos o norteamericanos que se dan ba?os de pureza con 'el racismo mexicano' dan pena: el racismo fue la hoguera de Europa y sigue siendo un factor que desgarra el tejido social norteamericano. El problema de M¨¦xico no es principalmente racial, sino social, pol¨ªtico y econ¨®mico.
5.- Todo en Chiapas es M¨¦xico.
No todo. Mientras el resto del pa¨ªs, sobre todo en su Altiplano, sigui¨® la pauta de la convergencia ¨¦tnica y cultural llamada mestizaje, la antigua zona maya vivi¨® una pauta de apartheid en los hechos. No es casual que esa zona haya sido el escenario de sucesivas guerras de castas desde el siglo XVI. El lenguaje es otra prueba de esa excepcionalidad. En Chiapas se siguen usando con car¨¢cter despectivo palabras como mestizo, caxcl¨¢n, ladino e indio. En el resto de M¨¦xico (salvo excepciones, claro est¨¢) las palabras cargadas de odio o asco ¨¦tnico hab¨ªan ca¨ªdo en desuso, hasta la reciente y ominosa aparici¨®n de t¨¦rminos como naco (derivaci¨®n de totonaco, obviamente), pero incluso en ese caso el desprecio que denota es m¨¢s social que racial. El milagro de M¨¦xico fue el mestizaje, el cual, si bien no estuvo exento de aspectos coercitivos, constituy¨® un tr¨¢nsito de la cultura ind¨ªgena hacia la occidental (que a su vez se enriqueci¨® con elementos ind¨ªgenas). Extrapolar el caso chiapaneco a M¨¦xico ha sido el expediente ideol¨®gico-medi¨¢tico de Marcos, para enmascarar la orfandad ideol¨®gica de la izquierda (y cancelar el proceso de autocr¨ªtica que tanto le exigi¨® Octavio Paz), pero no se sostiene demasiado como argumento hist¨®rico. Otra cosa es la pobreza: en el Distrito Federal viven dos millones de ind¨ªgenas en condici¨®n de aguda marginalidad, muchos de ellos (o sus esposas e hijos) mendigando en las calles: ?reclaman autonom¨ªa ¨¦tnica y redenci¨®n hist¨®rica, o una oferta econ¨®mica inmediata y pertinente (como la que Fox, en una agencia especial, ha propuesto) que alivie su dram¨¢tica situaci¨®n?
6.- Las comunidades ind¨ªgenas aut¨®nomas son viables.
Durante el Virreinato, miles de comunidades ind¨ªgenas sobrevivieron en una alta proporci¨®n, protegidas por la Corona, dotadas de tribunales especiales, separadas de las villas espa?olas. De ellas sal¨ªan muchos ind¨ªgenas -mujeres y hombres- hacia las villas espa?olas, las haciendas, minas u obrajes, no porque fueran un para¨ªso, sino porque as¨ª evitaban la opresi¨®n interna del cacique, el cura y el alcalde. El tributo y el servicio personal eran dos aspectos de un sometimiento general que volv¨ªan inviable su situaci¨®n. ?Cu¨¢ntos se fueron y cu¨¢ntos se quedaron? Quiz¨¢ sea imposible saberlo, pero la existencia misma del M¨¦xico mestizo prueba que ese movimiento de escape -forzado si se quiere- fue multitudinario y permanente. Con respecto a la condici¨®n de los que se quedaron, hay un testimonio hist¨®rico fundamental. Lo concibi¨® hace dos siglos Manuel Abad y Queipo, el c¨¦lebre obispo de Michoac¨¢n, hombre que instruy¨® a Humboldt en su viaje por el reino de Nueva Espa?a: muchas de las leyes protectoras y la segregaci¨®n de los indios -escribi¨®- no eran sino 'armas que jam¨¢s han servido para proteger a aquellos a cuya defensa se destinaban'. ?Conviene volver a esa situaci¨®n de excepcionalidad? S¨ª y no. Es justo y necesario asegurar sus derechos auton¨®micos en lo que respecta a la conservaci¨®n de sus lenguas, a la preservaci¨®n de sus costumbres y sus culturas, a su libertad pol¨ªtica interna (siempre y cuando no atropelle los derechos individuales de sus propias minor¨ªas). Pero tambi¨¦n es necesario propiciar su apertura al mundo exterior. La clave est¨¢ en la democracia: que la permanencia (o no) en la comunidad sea libre, igual que el derecho a expresarse y disentir.
7.- Las comunidades ind¨ªgenas aut¨®nomas son compatibles con el orden republicano y federal y la soberan¨ªa nacional.
Es probable que la concesi¨®n constitucional de autonom¨ªa a los pueblos llevara, en la pr¨¢ctica, a conflictos de jurisdicci¨®n territorial y dominio primigenio sobre los recursos del subsuelo. En Chiapas el subsuelo es riqu¨ªsimo y es cardinal la generaci¨®n de energ¨ªa. Es a todas luces injusto que en Chiapas, donde se genera buena parte de la energ¨ªa del pa¨ªs, las comunidades carezcan de luz, pero la v¨ªa de compensarlas no pasa por el precepto constitucional de dominio, sino por una eficaz reivindicaci¨®n econ¨®mica y social, tal como la ha propuesto el r¨¦gimen federal en apoyo del estatal. En todo caso, la c¨¦lula fundamental debe seguir siendo el municipio. Una soluci¨®n: hacer coincidir en las zonas ind¨ªgenas el mapa comunitario con el municipal, como ocurre con gran ¨¦xito en Oaxaca.
8.- Los usos y costumbres son compatibles con la democracia, las libertades y las garant¨ªas individuales.
Marcos mismo ha aceptado en p¨²blico que muchos de los 'usos y costumbres' atentan directamente contra los derechos individuales elementales de las minor¨ªas internas en las comunidades ind¨ªgenas, y a veces hasta de las mayor¨ªas (por ejemplo las mujeres). Si las comunidades reclaman de las mayor¨ªas mexicanas un respeto irrestricto a su libertad de expresi¨®n, manifestaci¨®n, tr¨¢nsito y residencia, las comunidades ind¨ªgenas -en buena l¨®gica- deben asumir lo mismo para su r¨¦gimen interno: no segregar ni expulsar al disidente, al diferente (como hacen a menudo), sino asegurarle un espacio de expresi¨®n o una salida digna.
9.- EL EZLN es el ¨²nico interlocutor de las comunidades ind¨ªgenas con el Gobierno.
Al margen de su indudable popularidad entre cientos de miles de personas, el Ej¨¦rcito Zapatista de Liberaci¨®n Nacional no puede arrogarse la representatividad de 10 millones de ind¨ªgenas (mucho menos de 40 millones de pobres). El atractivo mesi¨¢nico y el genio medi¨¢tico de su l¨ªder no es argumento suficiente. Tampoco el recurso a la violencia (real o latente) o la deuda hist¨®rica con los ind¨ªgenas . En una democracia (y M¨¦xico venturosamente lo es, desde el 2 de julio pasado), la representatividad no se gana con balas, procesiones mesi¨¢nicas o discursos intergal¨¢cticos: se gana con votos.
Enrique Krauze es escritor e historiador mexicano.
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