La mujer sufre una triple discriminaci¨®n: m¨¢s paro, mayor precariedad y menor salario
Los 2 millones de empleos femeninos creados en 25 a?os no han corregido la desigualdad
Los ¨²ltimos 25 a?os han sido testigos de la masiva incorporaci¨®n de la mujer al mercado laboral. Un periodo en el que se han creado m¨¢s de 1,8 millones de empleos ocupados por trabajadoras y en el que su presencia se ha extendido a todos los sectores y profesiones. Con todo, ese crecimiento del empleo femenino ha puesto de relieve la triple discriminaci¨®n de g¨¦nero que persiste en el campo de las relaciones laborales. La aparente elevada creaci¨®n de puestos de trabajo no ha sido suficiente para corregir un paro (19,76%) que duplica con creces el de los hombres (9,47%), una precariedad superior en m¨¢s de tres puntos y unas retribuciones salariales un 30% por debajo de las que perciben sus compa?eros.
M¨¢s de 600.000 asalariadas tienen contratos con una duraci¨®n inferior a los seis meses
La irrupci¨®n masiva se ha producido bajo una igualdad te¨®rica de derechos que en la pr¨¢ctica se ha visto emborronada por la v¨ªa de los hechos a trav¨¦s de una menor calidad y cualificaci¨®n de los puestos que ha ocupado. En los ¨²ltimos 25 a?os, el n¨²mero de trabajadoras ha pasado de 3.602.440 a 5.461.000, y el de trabajadores, de 8.830.170 a 9.149.850. Eso supone que se han creado 1.858.560 nuevos empleos ocupados por mujeres y 319.680 por hombres. Una evoluci¨®n aparentemente positiva que a la vez refleja los graves problemas de integraci¨®n con los que se topa el colectivo. En ese periodo, el paro ha aumentado en 427.970 hombres, y en 1.158.560 mujeres, pr¨¢cticamente el triple.
La mayor presencia de mujeres en el panorama laboral es ahora intensiva en los servicios (en total suman 4,3 millones de ocupadas en ese sector), significativa en la industria (727.890) y testimonial en la construcci¨®n (79.550). En la agricultura, por contra, se ha producido una similar huida a la de hombres, y de las 778.310 ocupadas en el campo que hab¨ªa en 1976 ahora se han reducido a 269.280.
Las respectivas tasas de paro tienen casi el mismo punto de partida en 1976, el 4,63% y el 4,93%, pero su evoluci¨®n en el ¨²ltimo cuarto de siglo se ha ido distanciado y a finales de 2000 la Encuesta de Poblaci¨®n Activa reflejaba un desempleo del 9,47% entre los hombres y m¨¢s del doble, el 19,76%, entre las mujeres. Durante los a?os de crisis econ¨®mica, y consecuentemente del empleo, esas distancias se agudizaron y en los periodos peores la tasa de paro femenino se dispar¨® con el pico m¨¢s elevado en el 31,69% (a?o 1994), o lo que es lo mismo una de cada tres mujeres que quer¨ªa trabajar no pod¨ªa. Las cifras totales son tambi¨¦n muy superiores y en estos momentos, seg¨²n la Encuesta de Poblaci¨®n Activa, las listas de quienes no encuentran ocupaci¨®n se componen de 956.590 desempleados y 1.345.180 paradas.
En los salarios la discriminaci¨®n y la desigualdad de oportunidades han sido una constante y los ingresos de las mujeres son un 30% inferiores. El dato de la ganancia neta media supone 274.430 pesetas al mes para los hombres y de 213.063 pesetas para sus compa?eras. Una distancia que corrobora que el empleo creado para mujeres es de menor cualificaci¨®n.
Tambi¨¦n de mayor eventualidad. La temporalidad que, en su conjunto (31,6%) es casi dos veces superior a la de la Uni¨®n Europea (17%), abarca al 30,3% de los asalariados y al 33,7% de las asalariadas. El n¨²mero de trabajadoras eventuales suma 1.533.400, y de ellas m¨¢s de 600.000 tienen contratos inferiores a seis meses de duraci¨®n.
La brecha de desigualdades con la Uni¨®n Europea se extiende a los dos colectivos en todos los aspectos y m¨¢s agudamente a¨²n en lo que se refiere al desempleo, pero en el caso de los hombres las diferencias son cortas: el paro masculino en la zona euro tiene una tasa media del 8,7% y en Espa?a, del 11%, seg¨²n las ¨²ltimas cifras comparativas de Eurostat del a?o 1999. En el caso de las mujeres, la tasa de desempleo casi duplica a la de la zona euro: 23,1% frente al 12,5%. En la ocupaci¨®n tambi¨¦n hay una profunda distancia, y mientras que la tasa masculina es 2,5 puntos inferior a la de la zona euro, en la femenina es de casi 13 puntos.
Esos desajustes en el mercado laboral y la baja tasa de actividad femenina ponen a la vez de manifiesto el gran potencial que todav¨ªa existe para una eventual incorporaci¨®n de mujeres espa?olas al trabajo. Un factor que adem¨¢s guarda una estrecha relaci¨®n con el problema detectado para el futuro por los expertos debido al envejecimiento de la poblaci¨®n (habr¨¢ cada vez m¨¢s pensionistas y menos trabajadores). Los inactivos varones (fuera del mercado laboral) son en estos momentos 5.658.180 y las inactivas dos veces m¨¢s, 10.242.270. Una diferencia que no coincide con la parte de ese sector de poblaci¨®n compuesto por jubilados, sino que en buen n¨²mero est¨¢ compuesto por mujeres en edad de trabajar pero que est¨¢n al margen de la actividad laboral: 5.126.800 de las excluidas de esa actividad dice que su dedicaci¨®n es 'labores del hogar'.
Un potencial de aumento que puede permitir que se repita la evoluci¨®n de los ¨²ltimos 25 a?os, en los que se ha producido una elevada afluencia de mujeres que demandaban un empleo, aunque no todas lo hayan conseguido. En 1976 hab¨ªa 3.789.060 mujeres activas en edad y disposici¨®n de trabajar y al cierre del pasado a?o, 6.806.180, lo que supone una subida de algo m¨¢s de 3 millones. Mientras tanto, la actividad entre los hombres tan s¨®lo ha aumentado en 747.650.
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