Grischuk se afianza en la ¨¦lite
Nadie, ni siquiera el legendario Bobby Fischer, hab¨ªa llegado tan alto con s¨®lo 17 a?os. Alex¨¢nder Grischuk, la ¨²ltima estrella producida por la inagotable f¨¢brica rusa, recibe ya los elogios un¨¢nimes de sus colegas y triunfa con austeridad, sin manifestaciones altisonantes. Para asombrar, le basta con sus resultados: semifinalista del Campeonato del Mundo en Nueva Delhi y, dos meses despu¨¦s, tercero en Linares. Ya se ha hecho un sitio en la ¨¦lite.
Grischuk acababa de cumplir dos a?os en noviembre de 1985, cuando Gari Kasp¨¢rov, a los 22, se convert¨ªa en el campe¨®n del mundo m¨¢s joven de la todos los tiempos. Ahora, el n¨²mero uno le elogia –algo poco frecuente- y nadie duda de que es un firme candidato a la corona tras sus victorias en Linares sobre el espa?ol Alex¨¦i Sh¨ªrov, quien le elimin¨® en las semifinales de Nueva Delhi, y el excampe¨®n Anatoli K¨¢rpov. Su ¨²nico disgusto es la doble derrota ante Kasp¨¢rov, siempre empe?ado en bajar los humos de las j¨®venes estrellas que pueden hacerle sombra.
El nuevo astro ya conoc¨ªa los pasillos del hotel An¨ªbal: jug¨®, sin llamar mucho la atenci¨®n, el torneo abierto de Linares en 1999. Entonces no pod¨ªa imaginar que, s¨®lo dos a?os m¨¢s tarde, iba a pedir la llave de una de las seis habitaciones reservadas a los participantes en el ‘Wimbledon del ajedrez’. En realidad, Grischuk era uno m¨¢s de los muchos adolescentes con talento que frecuentaban los Campeonatos del Mundo infantiles y juveniles. Sus resultados desde que ten¨ªa diez a?os hasta que cumpli¨® los 16 fueron bastante peores que los del espa?ol Francisco Vallejo, actual campe¨®n del mundo sub-18. Sin embargo, el veterano periodista ruso Alex¨¢nder Roshal, antiguo jefe de prensa de K¨¢rpov, ya lo hab¨ªa advertido en las tertulias con sus colegas: “Recordad el nombre de Alex¨¢nder Grischuk. Pronto tendr¨¦is que escribir mucho sobre ¨¦l”.
Una tarea nada f¨¢cil, por cierto, dado que Grischuk habla poco y no pronuncia frases redondas. Hijo y nieto de f¨ªsicos eminentes, fue su padre quien le ense?¨® a mover las piezas, cuando Alex¨¢nder ten¨ªa cinco a?os. La URSS estaba cerca de su desaparici¨®n, pero el ajedrez segu¨ªa siendo un deporte de masas y una profesi¨®n muy honorable en el pa¨ªs m¨¢s grande del mundo. Por eso, seis a?os m¨¢s tarde, el matrimonio Grischuk no dud¨® en contratar a Anatoli Bikovski, un entrenador muy prestigioso, especializado en j¨®venes talentos.
Bikovski qued¨® impresionado, y a¨²n lo est¨¢: “No me atrevo a hablar de su futuro, pero reconozco que en los 25 a?os que llevo como entrenador oficial de la selecci¨®n de j¨®venes de Rusia, la energ¨ªa que pone Alex¨¢nder en cada una de las partidas que disputa es algo extraordinario”, coment¨® en Linares. Y a?adi¨®: “Adem¨¢s de entregarse a fondo, en cada movimiento busca encontrarlo todo. Y, por supuesto, algo important¨ªsimo es que siempre lucha para ganar. No se conforma, como hacen otros jugadores de ajedrez, con un simple empate”.
Los chicos que luchan y brillan tanto en el tablero suelen ir de estrellas por la vida. Pero Grischuk se distingue por lo contrario. Atento, elegante, espigado (1,90 metros), los monos¨ªlabos y las respuestas cortas abundan en sus di¨¢logos con los periodistas. Y cuando habla un poco m¨¢s, dice lo que nadie espera: “Estoy contento porque esta derrota me permite volver a casa, donde apenas he estado durante los ¨²ltimos meses”, dijo en Nueva Delhi tras caer ante Sh¨ªrov, un mes y medio despu¨¦s de lograr la medalla de oro con Rusia en la Olimpiada de Estambul. Cuando se le pregunta si su juego r¨¢pido y sus constantes paseos con el escenario se deben a un talento inmenso, contesta de manera harto original: “No. Es que estoy muy cansado. Cuanto menos piense en la partida, m¨¢s energ¨ªa ahorro”.
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