Coches mal aparcados en Sevilla
Las siete y treinta de la ma?ana. He dormido mal. Todo el tiempo han estado pasando motos a escape libre, atronando. Ya otras noches he llamado a la Polic¨ªa Local, pero dicen que no se puede hacer nada, que la ordenanza no permite tomar medidas. Resignaci¨®n. Desayuno y me marcho a trabajar. Estoy parado en un sem¨¢foro rojo y contemplo c¨®mo los peatones esquivan, con cara de susto, a varios ni?atos motorizados que pasan volando. Ning¨²n guardia. Bajo por la avenida de la Cruz Roja y veo c¨®mo el veh¨ªculo particular de siempre est¨¢ con dos ruedas sobre la acera (frente por frente al Hospital de la Cruz Roja) obligando a los automovilistas a hacer de Carlos Sainz. Ya he conseguido llegar a la Ronda de Capuchinos sin novedad. Giro a la izquierda procurando evitar a los ni?atos motorizados que se saltan el sem¨¢foro. Dejo a mi derecha el negocio de alquiler de videos con una generosa cantidad de coches en doble fila. A mi izquierda, el tablao flamenco que me quita el sue?o. Habr¨¢ que sortear ocho o diez autocares que esperan a que salgan los japoneses de lo del taconeo y el revuelo de batas de cola. Aunque para cola, la que se forma en la calle, donde los autocares ocupan uno de los dos carriles ¨²tiles.
Ya voy llegando al Palacio de Justicia. Pero ?qu¨¦ ven mis ojos!. ?No puede ser!. Varios coches de la Polic¨ªa Local y de la Guardia Civil de Tr¨¢fico (sic) est¨¢n aparcados sobre la acera y con las cuatro ruedas sobre la misma. Bueno, pues a lo m¨ªo. Terminadas mis ocupaciones me voy para mi despacho. All¨ª, en Los Remedios, all¨ª s¨ª est¨¢ la Polic¨ªa Local. Todos los agentes que habr¨ªa querido ver antes (cuando las motos volaban entre pensionistas, cuando los sem¨¢foros parec¨ªan objetos decorativos en una ciudad de dalt¨®nicos) los tengo delante de m¨ª. Est¨¢n all¨ª para ayudar a hacer caja. Para que una empresa que se llama AUSA tenga una buena cuenta de resultados. Esa empresa regula la llamada zona azul y, claro, la gente se resiste a pagar por aparcar en la v¨ªa p¨²blica. Para evitarlo, primero se recurri¨® a la enga?ifa de que los empleados (previamente uniformados de manera equ¨ªvoca, como si fueran agentes de polic¨ªa) dejaran en los parabrisas algo que parec¨ªa una multa. Al principio la gente se asustaba y pasaba por la maquinita. Pronto se corri¨® la voz de que si no firmaba el guardia, no val¨ªa. Pues bien, para eso est¨¢n los guardias. Cada poco se pasan, echan la firmita y 5.000 a la caja. As¨ª y todo, la gente empez¨® a tentar a la suerte y a no pagar, por si no ven¨ªa el guardia. Soluci¨®n: se manda la gr¨²a y se lleva alg¨²n coche que otro. Para que aprendan a respetar a la empresa AUSA. Se llevan los coches de manera aleatoria, para que cunda el miedo. No hace falta que est¨¦n obstaculizando el tr¨¢fico, ?qu¨¦ va!. Para eso ya se ha modificado la famosa ordenanza; para poder castigar a los desobedientes.
Vuelvo a casa. Ya he pasado la calle Amador de los R¨ªos (triple fila, pero no zona azul), ya s¨®lo me queda pasar el tablao. M¨¢s tarde, ya en mi sill¨®n me parece ver en la tele a un tal Monteseir¨ªn que dice no s¨¦ qu¨¦ de ciudad ol¨ªmpica y no s¨¦ cu¨¢ntos de capitalidades. A dormir (si me dejan las motos).
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