Jap¨®n como antimodelo
La situaci¨®n econ¨®mica de Jap¨®n acaba de ser descrita por uno de sus dirigentes como 'crisis de vida o muerte', s¨®lo d¨ªas despu¨¦s de que el ministro del ramo admitiera que, tras una d¨¦cada de gasto masivo, las finanzas p¨²blicas bordean el colapso. Cada nuevo dato sobre la segunda potencia econ¨®mica del mundo, que hasta no hace mucho era compendio de cuanto pod¨ªa hacerse para garantizar liderazgo y prosperidad, se convierte en un susto para sus ciudadanos. Las exportaciones disminuyen, las quiebras se multiplican, el yen cae y la Bolsa de Tokio se sit¨²a en su nivel m¨¢s bajo en 15 a?os, poniendo en alerta roja a los ya atribulados bancos nipones. No hay p¨¢nico, sin embargo. Entre otros motivos, porque el enfermo lleva 10 a?os deterior¨¢ndose y la crisis tiene su origen en una enredada madeja de factores pol¨ªtico-econ¨®micos.
En medio de este escenario de cat¨¢strofe, Jap¨®n flirtea con la renuncia de su primer ministro, Yoshiro Mori, und¨¦cimo en 13 a?os y uno de los m¨¢s impopulares habidos nunca. El Gobierno ha aprobado un nuevo paquete econ¨®mico, el und¨¦cimo en 10 a?os, en un renovado y presumiblemente vano intento por estimular el crecimiento. Tokio ha gastado m¨¢s de un bill¨®n de d¨®lares en este tiempo tratando de revivir su econom¨ªa tras el revent¨®n de la burbuja de finales de los ochenta. La dimisi¨®n de Mori, que ha sorteado dos votos de confianza en 11 meses y es un cad¨¢ver pol¨ªtico, se viene dando como inminente desde febrero. Pero parece que los notables de su partido -el Liberal Democr¨¢tico, que, junto con otros dos socios, controla el Parlamento- le permitir¨¢n que se entreviste este mes con el presidente de EE UU y el l¨ªder ruso, y quiz¨¢ llegar hasta mayo. Tampoco la oposici¨®n tiene mucho inter¨¦s en que se vaya antes de las elecciones de julio a la C¨¢mara alta, porque ello les privar¨ªa de una de sus mejores armas electorales.
El declive japon¨¦s es ininteligible sin tener en cuenta su fosilizado sistema pol¨ªtico. Hasta el punto de que cabe preguntarse si la sustituci¨®n de un primer ministro sirve para algo en un pa¨ªs donde ¨¦ste es poco m¨¢s que portavoz ilustre de un partido envejecido, el Liberal Democr¨¢tico, que ha gobernado Jap¨®n en solitario durante 40 a?os y en coalici¨®n los ¨²ltimos ocho. Ning¨²n cambio en la jefatura del Gobierno desde los a?os noventa ha acarreado un viraje significativo en una pol¨ªtica dictada por su vieja guardia, una poderosa burocracia y la inextricable relaci¨®n de ambas con las grandes corporaciones. Las expectativas de reforma del modelo desde dentro parecen inexistentes. Es toda una cultura social y pol¨ªtica la que debe desaparecer antes de que las cosas cambien realmente. Y esa nueva forma de ver Jap¨®n, y su trasunto en las urnas, no se percibe en el horizonte.
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