Biblia de 'batzoki'
Era uno de los nuestros, dijo don Arzalluz por I?aki Totorika, el ertzaina recientemente asesinado. Y las palabras de la Voz resonaron -?ah, ese cu¨¦vano de caldero!- llenando de estupor los valles, pues la ira esencial iba esta vez adobada de recochineo. Por si a alguien no hace mucho le molest¨® que un correligionario del tenor dijera esa misma frase, ah¨ª le tenemos a ¨¦ste echando m¨¢s madera, pues, si cura fue, no parece que el prop¨®sito de la enmienda est¨¦ entre sus intenciones m¨¢s sentidas. Lo que se dice en su iglesia siempre est¨¢ bien dicho, sean cuales sean las implicaciones que conlleve, y no hay forma mejor de sancionar lo bien dicho que repiti¨¦ndolo. Por si cab¨ªa alguna duda, era de los nuestros, o sea, de los suyos, es decir, de los nuestros, porque no hay m¨¢s nuestros que ellos. No pierdan el tiempo afe¨¢ndole la expresi¨®n por lo que pueda encerrar de excluyente, tribal o mafiosa. Tampoco le hablen del amor de Nuestro Se?or, pues recurso habr¨¢ a su alcance para que hable de que muchos ser¨¢n los llamados y pocos los escogidos, o alguna sentencia similar. Adem¨¢s, lo ha repetido ¨¦l, y eso va a misa.
Y es que dos eran dos las hijas de Elena, y los nuestros son Ca¨ªn y Abel. Lo dijo bien claro la Voz airada: Ca¨ªn hab¨ªa asesinado a Abel. Y esos dos, como bien sabemos, eran hermanos. Fue lo que vino a decir don Arzalluz, afe¨¢ndole as¨ª la conducta al asesino. ?Ser¨¢ Ad¨¢n , o ser¨¢ Dios? Sea quien sea, est¨¢ claro que s¨®lo habla en familia, s¨®lo se lamenta en familia, s¨®lo funeralea en familia. Con los suyos, con los nuestros, o sea con ellos, con Ca¨ªn y Abel. El resto no existe o son s¨®lo hordas de reconquista del para¨ªso original. Gente de fuera, o no gente, ya que no son ni Ca¨ªn ni Abel. Gente que est¨¢ ah¨ª y que no ayuda como debiera, y que en nada contribuye a que Ca¨ªn y Abel se reconcilien, poni¨¦ndose del lado de Abel para as¨ª entre todos ofrecerle a Ca¨ªn el corderito que ya ¨¦ste, de hecho, les est¨¢ faenando. Gente que en realidad s¨®lo entorpece, volviendo malo a Ca¨ªn, pues si ayudaran, o se callaran, o se fueran, no habr¨ªa fratricidio y ambos hermanos se llevar¨ªan requetebi¨¦n, dice la Voz, y Abel dice entonces ?beeee!, y Ca¨ªn dice ?buff!
Hermosas par¨¢bolas para un infierno cotidiano. Hermosas historias para camuflar la desfachatez m¨¢s alta que vieron los tiempos recientes, porque, la pura verdad, ni Abel es Abel, ni Ca¨ªn es Ca¨ªn. Esas dos no son sino figuras galanas de la farsa que nos cuenta la Voz para vestir de tragedia el galanteo y ocupar de esa forma todo el escenario, que es lo que le gusta. Viste de Abel a los suyos, tan buenos, y otorga de paso al asesino el derecho de familia. Luego re¨²ne Abel el reba?o y berrea al excluido, al del reguero de muertos, simplemente por entrar en casa. De esta forma queda bien marcado el territorio de la acci¨®n: Abel es v¨ªctima de Ca¨ªn y v¨ªctima asimismo de las hordas reconquistadoras. ?Pobre Abel! ?Habr¨¢ qui¨¦n pique? Pues la historieta es un bodrio, y su objetivo es el enga?o, ya que, ese Ca¨ªn y ese Abel se arreglan.
Aqu¨ª ya no hay tres patas, ni cuatro, sino s¨®lo dos. Resulta triste admitirlo, pero es as¨ª. Todas las patra?as de entretenimiento de la Voz tienen como fin engordar sus filas y minar las del otro bando. Basta con observar sus movimientos para ver tras ellos las angustias del poder. Engorda la cabecera electoral con un pacto soberanista con EA para asegurarse la primogenitura y hacerle de paso un gui?o a EH con vistas a un futuro necesario y tal vez prometedor. Ah¨ª les tienen a Ca¨ªn y Abel haciendo manitas con un DNI compartido. No contentos con tanto gozo, tratan de minar al oponente, volviendo malo-malo a uno de sus brazos y envi¨¢ndole caramelos envenenados al otro. Si os port¨¢is bien pactamos, le dice su Potestad al maletero Redondo, cuando es evidente que toda posibilidad de pacto est¨¢ ya cerrada y que no cuentan con ese maketo salvo si agacha la cerviz y comulga.
Abel es, en realidad, la soberbia pura. Y no da marcha atr¨¢s. ?Qu¨¦ triunfo para ¨¦l si pudiera recomponer la situaci¨®n que ahora deja, pero con una mayor¨ªa m¨¢s holgada! ?Sumar m¨¢s que los otros, a¨²n sin mayor¨ªa absoluta! ?Qu¨¦ golpe de moviola! Ser¨ªa como si nada hubiera ocurrido, y recompondr¨ªa la humillaci¨®n pasada con un orgullo acrecido e implacable. Podr¨ªa adem¨¢s engatusar a EH, sin necesitarlo. Pero lo va a necesitar, en el mejor de los casos, y en ello trabaja. Mientras tanto, a las puertas del Ed¨¦n contin¨²a la farsa. La de Ca¨ªn, la de Abel, la que venga.
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