El hombre que habla con los olivos
Pedro Gilabert empez¨® a tallar sus esculturas de madera, que son hoy piezas de museo, con m¨¢s de 60 a?os
Pedro Gilabert Gallego naci¨® en 1915 en Los Huevanillas, una peque?a pedan¨ªa del tambi¨¦n peque?o municipio almeriense de Arboleas. Sus primeras criaturas de madera nacer¨ªan 63 a?os despu¨¦s, cuando la jubilaci¨®n vino a despabilarle la imaginaci¨®n creativa que los a?os de lucha y trabajo duro hab¨ªan mantenido aletargada.
Desde entonces, este hombre sencillo, desprovisto de imposturas, educado hasta la exquisitez y transformado hoy en un artista de 85 a?os, no ha dejado de dialogar con el olivo, su c¨®mplice. El ¨¢rbol noble al que la navaja guiada por una entusiasta vocaci¨®n de creador tard¨ªo consigue dotar de vida casi animada.
Pastor, emigrante, alba?il, agricultor... y, por encima de todo, hombre de bien, Gilabert nunca pens¨® que el arado de madera que tall¨® para su hija un buen d¨ªa de hace ya varias d¨¦cadas ser¨ªa el germen de una imponente obra posterior que ha despertado el inter¨¦s de destacados cr¨ªticos de arte y marchantes internacionales a los que siempre se neg¨® a vender el conjunto de su obra, a pesar de propuestas que tentar¨ªan al m¨¢s pintado.
'S¨®lo he ido al cine una vez en mi vida y nunca hab¨ªa visto una exposici¨®n antes de empezar mi obra. Me jubil¨¦ por problemas de salud con 6.000 pesetas de pensi¨®n. Estaba acostumbrado a trabajar mucho y con la jubilaci¨®n me aburr¨ªa. Una de mis hijas lo not¨® y me pidi¨® que hiciera algo para entretenerme. Le hice un arado de madera y as¨ª empec¨¦ a trabajar en mi obra', explica un hombre menudo, de ojos vivarachos, aupado por un innato y honesto talento hasta la categor¨ªa de reconocido artista.
Despu¨¦s del arado, llegaron cristos paridos en el tronco de un olivo, esculturas de reyes suramericanos que brotaron de la imaginaci¨®n del artista, figuras de amantes de madera y representaciones de animales legendarios.
Cada una de las piezas moldeadas por la paciente navaja de Pedro Gilabert tiene su nombre y su historia. Son historias imaginadas. Historias que han ido creciendo a medida que Gilabert les daba forma en una pobre cochiquera. El taller del artista.
Definido por los expertos como un escultor de estilo na?f, Pedro Gilabert no sabe de etiquetas ni de tendencias art¨ªsticas.
En 1989, la Junta le concedi¨® la Medalla de Plata de Andaluc¨ªa. Y a¨²n recuerda el d¨ªa en que tuvo la oportunidad de que el Rey de Espa?a le estrecha la mano en una recepci¨®n en Almer¨ªa.
Muestra, con la inocencia del que no se considera digno de halagos, las decenas diplomas que le han remitido otras tantas asociaciones culturales de toda Espa?a. Y conserva, como oro en pa?o, un libro cuajado de firmas, dedicatorias y deseos de todos aquellos que han tenido la oportunidad de admirar su obra.
'Si yo hubiera sabido antes que pod¨ªa hacer esto...'. Pero Pedro Gilabert no lo sab¨ªa. Tuvo que luchar por la subsistencia de su familia en una ¨¦poca que no ofrec¨ªa mas opci¨®n que pelear por seguir viviendo. Eso no deja mucho lugar para el arte. Y menos cuando uno no sabe que es un artista.
Hoy, a sus 85 a?os, espera la apertura del museo que sobre su obra y persona ha creado su municipio natal. Las criaturas de madera que le dict¨® su portentosa imaginaci¨®n ya est¨¢n a la espera. S¨®lo falta que el museo abra sus puertas.
Mientras tanto, Pedro Gilabert sigue conversando con los olivos. Ahora los necesita m¨¢s que nunca. Y es que hace unas semanas que muri¨® Mar¨ªa, su eterna compa?era, su c¨®mplice, la mujer cuyo nombre no deja de brotar de los labios del artista.
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