Menudo compadreo
El compadreo que se traen en Valencia: menudo es. Taurinos, pol¨ªticos, autoridad competente formando un revoltijo de intereses. Hoy por t¨ª ma?ana por m¨ª.
Y se notaba; vaya que si se notaba.
Toda la feria se ha venido notando el compadreo, que algunos conspicuos llamaban contubernio. Y algo de eso hab¨ªa deb¨ªa haber, pues si no, de qu¨¦...
De qu¨¦ iban a salir tantos toros anovillados o incluso abecerrados, tantos inv¨¢lidos, sin que pasara nada.
Los m¨¢s chicos de la ¨²ltima corrida fallera le correspondieron a Enrique Ponce, que manda en Valencia m¨¢s que un almirante de la Armada.
Algunos s¨ªntomas de prepotencia llegaron a molestar a la afici¨®n. Sobre todo, durante la vidriosa lidia del segundo toro de la tarde.
El segundo toro de la tarde era un impresentable especimen tipo novillo, encornadura escasa, perniciosa invalidez. O sea, un cuadro. Y como de los capotazos sali¨® dando tumbos, y durante el primer tercio se pegaba costaladas, el p¨²blico protest¨® exigiendo su devoluci¨®n al corral.
La suerte de varas fue simulada. Tras se?alar una el varilarguero, Enrique Ponce meti¨® el capote y al comprobar que el toro se iba a pique, hizo ostentosas se?as al presidente para que se apresurara a cambiar el tercio. Y el presidente, a la orden, se apresur¨®. El que manda, manda.
Arreci¨® entonces la bronca. A los aficionados les indign¨® aquella escandalosa sumisi¨®n al torero-empresario, que comportaba un absoluto desprecio al reglamento, a los derechos del p¨²blico y a los m¨¢s elementales valores de la fiesta, y se pusieron levantiscos.
No se crea que el un¨¢nime rechazo del toro impresentable y el compadreo que se acababa de descubrir motivaron a Enrique Ponce para abreviar y retirarse prudentemente al callej¨®n en espera de su siguiente turno. Antes al contrario, se dedic¨® a pegar derechazos all¨¢ penas si el toro se desplomaba y arreciaba la bronca. A las tantas se fue a buscar la espada y de regreso reemprendi¨® la tarea derechacista.
El dislocado pegapasismo haciendo caso omiso de la oposici¨®n del p¨²blico lleg¨® a parecer una provocaci¨®n. Qui¨¦n sabe. Con el quinto toro, ya no tan chico si bien de trap¨ªo tampoco andaba sobrado, volvi¨® a la monserga de los derechazos dentro de numerosas tandas que la media casta del animal convert¨ªa en porfionas y trabajosas. A los siete minutos de faena se ech¨® por primera vez la muleta a la izquierda, e intentando el natural empeor¨® el panorama. Volvi¨® a la derecha y el p¨²blico, ya harto, le abuche¨®.
Las faenas interminables, abusos aparte, responden a una de las principales exigencias de la neotauromaquia: suplir con cantidad la ausencia de calidad.
Espartaco estaba en esos registros, que conoce por experiencia, y peg¨® muchos pases. Crispados en su mayor¨ªa, dando la sensaci¨®n de que no estaba muy a gusto cerca de los toros, pero voluntarioso, lo cual es de agradecer.
...Y Vicente Barrera.
Vicente Barrera, que reaparec¨ªa, trajo su toreo reposado, hecho de aguante, finura y ligamiento, y sac¨® partido de dos descastados ejemplares atacados de borreguez, uno de ellos manso de libro, que salt¨® al callej¨®n. Algunas de sus series en redondo -por naturales alcanz¨® menores cotas- poseyeron enjundia. No obstante hizo tambi¨¦n interminables las faenas, lo cual pone en cuesti¨®n la hondura de su toreo.
Cort¨® oreja Barrera, lo que le permitir¨¢ recuperar el calor de la afici¨®n valenciana y el t¨ªtulo de figura indiscutible que le hab¨ªa adjudicado a?os atr¨¢s. Con el tiempo, claro. Pues ahora quien manda es Ponce, torero y empresario, con sus pol¨ªticos, y toda la pesca.
Rejoneo matinal
La 11? corrida fallera -un espect¨¢culo de rejoneo- se celebr¨® ayer por la ma?ana con cerca del lleno, informa Efe.
Se corrieron toros despuntados de Ferm¨ªn Boh¨®rquez. Jo?o Moura, ovaci¨®n. Ferm¨ªn Boh¨®rquez, petici¨®n y vuelta. Mart¨ªn Gonz¨¢lez Porras, escasa petici¨®n y ovaci¨®n. Andy Cartagena, ovaci¨®n. ?lvaro Montes, oreja. Y Sergio Gal¨¢n, oreja.
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