El cruento ¨¦xito de la 'Operaci¨®n Aries'
Los golpistas acabaron con el Gobierno constitucional de Isabel Per¨®n e iniciaron una org¨ªa de sangre que dur¨® siete a?os
Los implicados le conoc¨ªan como Operaci¨®n Aries. El golpe de Estado contra el Gobierno constitucional que presid¨ªa Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez, Isabel, la viuda de Per¨®n, y que se preparaba desde de octubre del a?o anterior deb¨ªa darse entre 21 de marzo y el 20 de abril de 1976. El general Roberto Viola, secuaz del general Jorge Videla, cabeza de la conspiraci¨®n, y su sucesor en la presidencia de la dictadura, sugiri¨® el signo del zod¨ªaco como clave. Sucedi¨® al fin la madrugada del 24 de marzo de 1976, hace ya veinticinco a?os. Nadie pod¨ªa siquiera imaginar entonces la tragedia que se avecinaba. Aqu¨¦l no era uno m¨¢s de los rutinarios y sucesivos asaltos al poder que intentaban los militares, alentados por minor¨ªas civiles de la ultraderecha. Ese m¨®dico crimen, en comparaci¨®n con los que cometer¨ªan despu¨¦s, ser¨ªa el primero y menos violento de la m¨¢s sanguinaria dictadura entre todas las instaladas en Latinoam¨¦rica durante la segunda mitad del siglo veinte. Nadie mat¨® tanto y con tanta crueldad. Ning¨²n otro r¨¦gimen alcanz¨® jam¨¢s semejante grado de perversi¨®n, al punto de arrojar a los cautivos a¨²n vivos al mar, hasta el extremo de inventar la desaparici¨®n como m¨¦todo de tortura continua, permanente, incesante para todos los familiares y sus descendientes, y los hijos de los hijos; la tortura que persiste de generaci¨®n en generaci¨®n. ?D¨®nde est¨¢n los desaparecidos?
Viaje en helic¨®ptero
Mi¨¦rcoles 24, la una de la madrugada. Isabel, como se la conoc¨ªa popularmente y como le llamaban los ¨ªntimos desde que adoptara ese nombre art¨ªstico en sus ¨¦pocas de bailarina de danzas folcl¨®ricas, no comprendi¨® de inmediato qu¨¦ suced¨ªa. Le llevaban en helic¨®ptero desde la Casa Rosada hacia la residencia presidencial del barrio de Olivos, simularon una falla en el motor y le avisaron que tendr¨ªan que descender en el sector militar del Aeroparque, que est¨¢ a mitad de camino. Cuando baj¨® en la base a¨¦rea tres representantes de las Fuerzas Armadas, el general Villarreal, el brigadier Lami Dozo y el almirante Santamar¨ªa, ejecutaron la operaci¨®n bolsa y le comunicaron que estaba arrestada. Fue entonces cuando la fr¨¢gil viuda, enferma de ¨²lceras sangrantes que la hab¨ªan obligado a pedir una prolongada licencia, la mujer que hab¨ªa llegado hasta all¨ª s¨®lo por haber conocido y amado en el exilio al general Juan Per¨®n, sac¨® la voz qui¨¦n sabe de d¨®nde y le dijo a su captores, como si hablara el l¨ªder muerto: "Correr¨¢n r¨ªos de sangre cuando la gente salga a defendernos".
Pobre Isabel, alucinaba. Desde hac¨ªa meses ya que a su alrededor el ¨²nico debate era c¨®mo sac¨¢rsela de encima. Hasta el ¨²ltimo d¨ªa, el martes 23 de marzo, se negociaba con los jefes del golpe una salida constitucional. El Gobierno hab¨ªa anticipado las elecciones de 1977 a octubre de 1976, pero los planes pol¨ªticos y econ¨®micos de los golpistas eran otros. Esta vez s¨ª, dec¨ªan, "arrancaremos el mal desde la ra¨ªz". En la Conferencia de Ej¨¦rcitos americanos de 1975, realizada en Montevideo, Uruguay, poco tiempo antes de que los jefes de la regi¨®n dise?aran el Plan Condor de colaboraci¨®n para la persecuci¨®n y el asesinato de los opositores pol¨ªticos en cualquier pa¨ªs donde se refugiaran, el general Videla advert¨ªa p¨²blicamente: "Si es preciso en la Argentina deber¨¢n morir todas las personas que sean necesarias para lograr la seguridad del pa¨ªs".
En el libro El dictador, "la historia secreta y p¨²blica de Jorge Rafael Videla", se recoge el testimonio del entonces ministro de Defensa, Jos¨¦ Alberto Deheza, ex de Justicia y uno de los que mantuvo su lealtad a Isabel hasta el final: "La noche del 23 de marzo Videla me neg¨® que estuviera en marcha el golpe. Parec¨ªa un gran pelotudo, pero era un gran simulador". En la ma?ana del 23 el ministro de Defensa convoc¨® a los jefes de las tres fuerzas, los complotados, y les entreg¨® un documento en el que se promet¨ªan ajustes econ¨®micos y se ratificaba la voluntad de adelantar las elecciones. Videla dijo que necesitaban tiempo para estudiar la propuesta, que contestar¨ªan por la tarde. Los desplazamientos de las tropas hab¨ªan comenzado la noche anterior, el 22, pero esa tarde Videla le dijo al ministro que le esperaban hacia el mediod¨ªa del 24 en la sede del edificio Libertador para discutir el documento.
Ya el 17 de febrero, recuerda Deheza, el jefe de la Secretar¨ªa de Inteligencia del Estado, bajo presi¨®n militar, le hab¨ªa sugerido a la presidenta que presentara la renuncia para evitar que "corra sangre". Isabel convoc¨® a Deheza en su despacho y le dijo: "Vea, doctor, yo no renuncio ni aunque me fusilen. Porque renunciar ser¨ªa convalidar lo que va a venir despu¨¦s". En el Congreso, el senador Fernando de la R¨²a impulsaba el juicio pol¨ªtico en nombre del radicalismo, principal partido de la oposici¨®n. El vicario castrense, Monse?or Tortolo, confesor de la madre de Videla, tambi¨¦n visitaba a Isabel para sugerirle la resignaci¨®n cristiana del poder. El prop¨®sito ¨²ltimo era demorar el derrumbe, prolongar la crisis hasta que fuera insostenible mientras se ajustaban las piezas de Aries.
La verdadera historia se escrib¨ªa en la sede de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires. Los 125 documentos de car¨¢cter "secreto" y "confidencial" redactados entre octubre de 1975 y mayo de 1976, desclasificados por el Gobierno de Estados Unidos en 1998, revelan que el embajador Robert Hill y el nuncio apost¨®lico P¨ªo Laghi eran informados paso a paso por los golpistas. El 13 de febrero de 1976, el secretario de Estado para Asuntos Interamericanos, William Roger, le escribe a Henry Kissinger: "Hemos tenido numerosos informes sobre los planes castrenses y de sus conspiradores civiles (...) cuando intensifiquen su lucha contra la guerrilla es casi seguro que el Gobierno militar cometer¨¢ violaciones a los derechos humanos que generen cr¨ªticas internacionales(...)". Poco despu¨¦s, desde Buenos Aires, la embajada confirma: "...El nuncio papal le dijo al embajador Hill que tiene entendido que ella quedar¨¢ detenida en un centro de descanso militar". El embajador Hill le anticip¨® a Videla el reconocimiento de Estados Unidos a su Gobierno "no ser¨ªa un problema, de acuerdo con nuestras pr¨¢cticas corrientes esperaremos un comunicado del nuevo r¨¦gimen y, asumiendo que est¨¦ claramente en control efectivo, le enviaremos una nota de reconocimiento, preferiblemente luego de que varios Estados latinoamericanos lo hayan hecho".
El historiador F¨¦lix Luna cree que "la circunstancia central" del golpe fue "la falta de fe en la democracia". A su juicio, nadie cre¨ªa en ella. Ni los guerrilleros, que fueron la excusa perfecta para los militares, ni menos las Fuerzas Armadas, "que cargaban con su larga tradici¨®n de autoritarismo y desprecio por lo pol¨ªtico". Seg¨²n Luna, la expresi¨®n del entonces general Leopoldo Galtieri, "las urnas est¨¢n bien guardadas", le record¨® la jactancia de Franco cuando dijo que todo estaba "est¨¢ bien atado"; "Esas no eran manifestaciones circunstanciales sino una expresi¨®n de la esencia ideol¨®gica".
El reconocido historiador argentino no deja de se?alar que "tomar el per¨ªodo de Gobierno de Mar¨ªa Estela Mart¨ªnez como un modelo de esa democracia que se cuestionaba, es un abuso: aunque formalmente mantuviera el Congreso y funcionaran los partidos pol¨ªticos o hubiera libertad de expresi¨®n, el desmadre del organismo social era tan enorme que mal se podr¨ªa calificar de democr¨¢tico aquel lamentable per¨ªodo".
Cacer¨ªa en la selva
Ahora se sabe: fue una cacer¨ªa en la selva. Las organizaciones guerrilleras estaban sometidas al arbitrio de comandantes que se vest¨ªan de uniforme y obligaban a los subordinados a mantener una disciplina y un rigor cuarteleros. Desde el Gobierno, el Brujo Jos¨¦ L¨®pez Rega, sirviente de Per¨®n, autoascendido de cabo a comisario general de la Polic¨ªa Federal, ministro "de Bienestar Social", dirig¨ªa la siniestra Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) de la que participaban clandestinamente oficiales de la Polic¨ªa y de las Fuerzas Armadas. En las sombras, sobre todos, desde sus fortalezas econ¨®micas, la oligarqu¨ªa argentina contribu¨ªa con recursos y hombres a la planificaci¨®n del exterminio social. Sobornaban pol¨ªticos, corromp¨ªan bur¨®cratas sindicales y manten¨ªan portavoces en los medios de comunicaci¨®n. Con los militares ya instalados en el poder todo era m¨¢s sencillo y m¨¢s barato.
En el libro El dictador se cuenta: "Los comandantes le pidieron a Mart¨ªnez de Hoz que preparara un plan econ¨®mico detallado para el fin de semana previo al golpe y que se hiciera cargo del Ministerio de Econom¨ªa. Puso una condici¨®n: necesitaba diez a?os para aplicar sus planes. Videla le prometi¨® cinco seguros, con el total apoyo de las Fuerzas Armadas". Jos¨¦ Alfredo Mart¨ªnez de Hoz, abogado, ultraliberal, hijo y nieto de terratenientes, dirig¨ªa el Consejo Empresario Argentino un lobby que representaba a los due?os de la tierra y de las grandes empresas argentinas y extranjeras. Siempre trabaj¨® para ellas o para los gobiernos militares. En su pa¨ªs s¨®lo cab¨ªan "diez millones de argentinos". Sobraban casi quince millones.
Mart¨ªnez de Hoz y el general Albano Harguindeguy, futuro ministro del Interior del Gobierno militar compart¨ªan la afici¨®n por la caza mayor: "Les daba placer herir a la presa para luego matarla a cuchillo, degollarla hasta sentir la lenta agon¨ªa de su muerte".
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