Se buscan coartadas (desesperadamente)
Marzo ya mayea: con las encuestas y presentaci¨®n de candidaturas han llegado los debates que marcar¨¢n la campa?a para las elecciones vascas de mayo. Las encuestas confirman una polarizaci¨®n m¨¢xima. La coalici¨®n PNV-EA se presenta con un programa soberanista, algo que Ibarretxe ni siquiera con tregua se hab¨ªa atrevido a hacer en su pacto con EH de 1999. Ahora lo hace porque necesita desesperadamente los votos del electorado radical desencantado por la ruptura de la tregua. Y lo hace porque conf¨ªa en que esa radicalizaci¨®n program¨¢tica no le haga perder gran cosa por el flanco moderado; que la gente vote a los suyos, con independencia de que se identifique o no con el programa. Simplemente, para que no ganen los otros.
Llama la atenci¨®n la baja calificaci¨®n de Mayor Oreja, pese a que se mantienen las expectativas de un buen resultado del PP. Seguramente es otro efecto de la polarizaci¨®n: esa calificaci¨®n ser¨ªa el resultado del promedio entre la nota pr¨®xima a cero que le dan los nacionalistas, y la intermedia que le dan los dem¨¢s; mientras que el electorado no nacionalista es menos sectario al calificar a Ibarretxe.
Las encuestas reflejan un equilibrio entre nacionalistas y no nacionalistas, pero en ninguna se predice que la coalici¨®n PNV-EA pueda tener m¨¢s esca?os que la suma de PP y PSOE. Es decir, que Ibarretxe necesitar¨ªa los votos de EH (la abstenci¨®n no bastar¨ªa) para obtener la investidura. Y ese apoyo no es algo que pueda darse por adelantado. Porque EH no regala nada y porque, sin tregua, Ibarretxe no puede llegar a un acuerdo con el brazo pol¨ªtico de ETA. M¨¢s probable es que maquinen con la hip¨®tesis de que, si sale un gobierno sin nacionalistas, podr¨ªan volver a unirse para 'zumbarles' -como dice Arzalluz- una moci¨®n de censura. Pero es m¨¢s f¨¢cil pensarlo que hacerlo: tratar de derribar un gobierno democr¨¢ticamente elegido, con el apoyo de los que consideran leg¨ªtimo el asesinato de concejales de los dem¨¢s partidos, ser¨ªa algo muy arriesgado y poco decente. En realidad lo decente ser¨ªa que ahora, antes de que se abran las urnas, todos los dem¨®cratas se comprometieran a no intentar derribar por esa v¨ªa al Gobierno que salga de ellas.
Pero es improbable que los nacionalistas renuncien a esa forma de presi¨®n despu¨¦s de tantos a?os utilizando en provecho propio el chantaje de ETA a la sociedad. Ahora, diciendo que un gobierno sin ellos excitar¨ªa a¨²n m¨¢s a ETA. La gente es espont¨¢neamente miedosa y conservadora, y, con tal de no enfrentarse a ETA, busca (desesperadamente) cualquier coartada. La presidenta de Eusko Alkartasuna dijo el domingo pasado que 'no nos resignamos a vivir en la tiran¨ªa de ETA, pero tampoco en la dictadura del pensamiento ¨²nico espa?ol'. Para algunos, eso basta; ya tienen un motivo para seguir votando a los mismos, aunque no les guste que se presenten con un programa que es m¨¢s parecido al de ETA que al del nacionalismo democr¨¢tico. En la duda, eligen que todo siga igual.
Sin embargo, la opci¨®n no es entre continuidad y cambio. Si, tras lo que ha hecho desde 1998, el PNV vuelve a ganar, o por lo menos consigue seguir gobernando, su sector m¨¢s fundamentalista considerar¨¢ que el electorado ha convalidado su pol¨ªtica de hechos consumados iniciada con el pacto con ETA (Udalbiltza, censo depurado, ruptura con el Estatuto) y plantear¨¢ nuevos desaf¨ªos; y ETA misma, con independencia de los resultados de EH, interpretar¨¢ el triunfo nacionalista como un aval democr¨¢tico para su pol¨ªtica de persecuci¨®n y eliminaci¨®n de los no nacionalistas. La opci¨®n real se plantea, por tanto, entre cambio y salto adelante en la v¨ªa de la imposici¨®n, si siguen gobernando los mismos. Por eso, el objetivo de recomponer el consenso entre nacionalistas y no nacionalistas pasa hoy por la salida del poder de quienes lo rompieron.
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