Una larga agon¨ªa
Este fin de semana, el partido de Nueva Izquierda acordar¨¢ su integraci¨®n en el PSOE en la forma de una 'fusi¨®n colectiva', dirigida, en palabras de sus gestores, a producir 'un valor a?adido para la izquierda'. Como advierten los redactores del documento oficial para el congreso donde ser¨¢ aprobada dicha fusi¨®n, la misma viene avalada por una prolongada colaboraci¨®n con el PSOE. De este modo, no s¨®lo acaba NI donde sus adversarios pronosticaron que iba a acabar hace 10 a?os, sino que llega el punto final de los reiterados intentos de forjar un partido reformador a la izquierda del socialista, que tuvieron su origen hace un cuarto de siglo en el hoy olvidado eurocomunismo.
Vistas las cosas en perspectiva, vale la pena preguntarse si tuvieron sentido los esfuerzos por alumbrar semejante tercera v¨ªa dentro de la izquierda, una vez que el PCE procedi¨® a su autodestrucci¨®n en 1981-1982 bajo la direcci¨®n de Santiago Carrillo. Fracas¨® entonces el intento de forjar un comunismo democr¨¢tico a la italiana. La f¨®rmula de Carrillo era m¨¢s simple y salvaba el fondo estalinista al proponer que la pol¨ªtica democr¨¢tica la hiciera el partido comunista de siempre. Con lo cual se enajen¨® l¨®gicamente a los prosovi¨¦ticos y tambi¨¦n a quienes pon¨ªan el cambio radical en la organizaci¨®n del partido como objetivo primordial. El predominio del PSOE en el plano electoral y una coyuntura econ¨®mica que ceg¨® la v¨ªa de las reformas hicieron el resto.
A partir de entonces se sucedieron los intentos de mantener encendida la llama del reformismo de extracci¨®n comunista. Fue primero la fugaz ARI, pronto orientada hacia el PSOE. Cuatro a?os m¨¢s tarde, al calor del refer¨¦ndum sobre la OTAN surgi¨® Izquierda Unida, llamada en principio a desarrollar la renovaci¨®n a escala general aup¨¢ndose sobre el PCE. Cuando se vio que las resistencias iban imponi¨¦ndose al cambio, la movilizaci¨®n de la huelga general de 1988 propici¨® que, por iniciativa de Nicol¨¢s Sartorius, unos cuantos pusi¨¦ramos en marcha el movimiento de independientes de IU. En 1991 pasaron a ser corriente de Nueva Izquierda. Por fin, de nuevo ante el predominio del sectarismo en la direcci¨®n de IU y PCE, que la acusaban de submarino del PSOE, la expulsada NI se convirti¨® en partido.
Ahora bien, ?se convirti¨® efectivamente en partido? El desequilibrio inducido en la IU por las expulsiones fue evidente, aunque ni a Anguita ni a Frutos les importase. Pero al menos tuvieron la satisfacci¨®n de comprobar que el nuevo partido vinculaba su acci¨®n pol¨ªtica al PSOE dentro de una relaci¨®n de fuerzas inevitablemente asim¨¦trica, d¨¢ndoles as¨ª la raz¨®n. Los razonamientos del grupo dirigente de NI pod¨ªan ser muy sugestivos, pero, por muchas simpat¨ªas que suscitaran, resultaba poco atractivo iniciar un viaje cuyo punto de destino pudo adivinarse casi de inmediato. ?ste fue el principal factor de estrangulamiento de NI. Como les dijo un cr¨ªtico, creo que Alfonso Guerra, un partido debe medirse en las elecciones para ser tal y el PDNI renunci¨® a ello, incluso en las europeas. La imagen ofrecida hacia el exterior fue entonces la de un grupo que antes o despu¨¦s buscaba para sus dirigentes la inserci¨®n en el PSOE y en sus puestos de representaci¨®n, lo cual tampoco sent¨® bien entre unos socialistas con cargos menguantes.
Tal vez hubiera sido mejor jugarse ese precario capital intentando, al lado de Iniciativa per Catalunya, dar vida a una formaci¨®n federal, corta en n¨²mero, pero con recursos intelectuales, a fin de hacer pol¨ªtica con autonom¨ªa dentro de unos prop¨®sitos de unidad de acci¨®n con el PSOE. Para nada est¨¢ agotado el elenco de cuestiones en que la izquierda puede pensar sin integrarse en el gueto de IU-PCE ni en el desgraciadamente confuso PSOE de hoy. En fin, es dudoso que la fusi¨®n suponga un m¨¢s. Lo que cuenta es el fin de trayecto.
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