El rascacielos de las Gl¨°ries
Enterado de que van a levantar un rascacielos en la plaza de las Gl¨°ries, all¨¢ voy ¨¢vido de estudiar el terreno. Se sale del metro, parada Gl¨°ries, ya dentro de la plaza, en un jard¨ªn p¨²blico de ralo c¨¦sped por donde pasean figuras con perros. Se sale al mundo frente al Teatre Nacional, construcci¨®n clasicista rematada por una especie de granero; estruendo de motores, y hacia el norte paisaje de gr¨²as: sus estilizadas siluetas, que tanto gustaban a Cort¨¢zar, y que parecen dialogar las unas con las otras, siempre me recuerdan El lenguaje perdido de las gr¨²as, de David Leavitt, que vivi¨® unos meses en Barcelona. La Generalitat le coste¨® piso y beca para que el prometedor escritor americano se empapase de la realidad catalana y luego, de regreso a los USA, en cualquier cena de gala en la Casa Blanca, le explicase al presidente Reagan el fet diferencial. Como es p¨²blico y notorio, lo que hizo Leavitt fue escribir una novela sobre la guerra civil espa?ola demasiado literalmente inspirada en las memorias de Stephen Spender. Ves quin dropo! Pero la lecci¨®n no cay¨® en saco roto y ahora a los intelectuales americanos s¨®lo les invita Vilajoana en la sede neoyorquina del Cervantes a que, antes de salir escopeteados hacia un partido de baloncesto, admiren el lomo de la enciclopedia Som i serem.
Un d¨ªa todo esto podr¨¢ verse desde la Torre Agbar: el Teatre Nacional, el Auditori, el centro comercial, el barrio del Clot, el parque...
Paso por delante de la churrer¨ªa Las Glorias, que est¨¢ cerrada, y a la puerta del garaje de autobuses de Galicia Bus. En los muros se leen pintadas belicosas: 'Putos Mossos d'Esquadra' y 'Macdonald's asesino = bocata'. Camino por la Diagonal hasta el descampado donde se erguir¨¢ el rascacielos, cercado por una valla alta e interminable que da la medida de su ambici¨®n y poder¨ªo futuro. Hay un Fiat 1 aparcado, un cartel anuncia que se vende: 245.000 pesetas, 'cambio de nombre incluido. Tel¨¦fono 667 60 52 13'. Barato, pero recuerdo la confidencia de mi amigo el delincuente: 'Colega, yo s¨®lo afano Fiat 1, porque, ?sabessss?, son coches, tronco, que se abren con la u?a; con la u?a, ?sabessss?'. A la vuelta de la esquina, en otro terreno bald¨ªo salpicado de gr¨²as y chimeneas de factor¨ªas desaparecidas, se muestra el piso piloto de lo que ser¨¢ la residencia de ancianos Las Liras, que la inmobiliaria Laietana construir¨¢ junto al rascacielos de Agbar. Funcionales apartamentos a un precio de entre 23 y 26 millones, m¨¢s IVA y gastos. La mitad ya est¨¢n reservados.
En las desiertas terrazas y escaleras exteriores del centro comercial Gl¨°ries suena Let's dance, de David Bowie. Pienso en este gran centro comercial siempre que se habla de preservar 'nuestras tradiciones': supongo que se refieren al shopping, no hay otra tradici¨®n que valga, y s¨¦ que no vale la pena inquietarse pues seguro que nuestros hijos la heredar¨¢n y preservar¨¢n amorosamente: comprar¨¢n sin tasa. Enfrente se alza el hangar de Can Jaumandreu, una de esas f¨¢bricas crepusculares que inspiraron al joven Brel: 'Les carreaux de l'usine/ sont toujours mal lav¨¦s; les carreaux de l'usine/ moi j'irai les casser': 'Las ventanas de la f¨¢brica siempre est¨¢n sucias, siempre est¨¢n rotas; yo ir¨¦ a romperlas', cantaba, estremecido. Pero las ventanas est¨¢n ya rotas, y pasa lo contrario: una escuela taller la rehabilita.
Un gracioso puente verde cruza la Gran Via. Desde arriba son un elemental entretenimiento futurista, gratuito, los coches que desfilan zumbando hacia Girona y los que vuelven a Barcelona. El tr¨¢fico limpia la mente, todo lo arrambla la bendita velocidad.
Al otro lado, qu¨¦ bonito es el Clot. Su Ayuntamiento, en la plaza de... Pero, Dios m¨ªo, de Valent¨ª Almirall (1841-1904), el autor de Lo catalanisme, que denunciaba a las criadas andaluzas como vanguardia de la p¨¦rfida oligarqu¨ªa espa?ola. Le han dedicado esta plaza tan principal. Claro que si tambi¨¦n tiene calle su aventajado alumno en xenofobia, Sabino de Arana... Cualquier d¨ªa le dedican una a Heribert Barrera, al fin y al cabo ¨¦l s¨®lo postula m¨¢s racismo y menos contemplaciones... Al lado, el parque del Clot es ameno, tiene encanto, c¨¦spedes, una cascada artificial, pista de front¨®n y de f¨²tbol, sauces llorones, cipreses.
La calle del Clot es una rambla peque?a, en obras, viva a reventar. El peque?o, coqueto mercado ha sido restaurado, dotado con nuevos subsuelos para las c¨¢maras frigor¨ªficas y el parking, y dentro est¨¢ el viejo Quim, que naci¨® exactamente aqu¨ª, en el puesto de Frutas Neus, donde ya trabajaba su abuelo. En la puerta avisan que se va a interpretar la zarzuela El cantar del arriero y que el domingo 22 de abril se presenta la comedia La trigamia es peligrosa o Tres mujeres para un diablo. Vuelvo a la plaza. A la izquierda quedan los encantes viejos, enfrente el r¨ªo de los coches se desliza armonioso y rugiente sobre el scalextric, a la altura de los ojos. En la Farinera del Clot, una alta, delgada, elegante f¨¢brica convertida en centro cultural, cogestionada por el Ayuntamiento y una sorprendente cantidad de asociaciones culturales y vecinales, se celebran unas 'jornadas solidarias', con una ponencia sobre globalizaci¨®n, solidaridad y cooperaci¨®n internacional a cargo de Morena Herrera, concejal de San Salvador (El Salvador).
Subiendo al parquecillo del Bosquet, a la derecha se ven las puntas de las torres de la Sagrada Familia, y a la izquierda, los rascacielos de la Villa Ol¨ªmpica, el Teatre Nacional y el Auditori. Alrededor de la plaza cerrada como un b¨²nker, el cielo es grande y el barrio rezuma movimiento y vida que se escapa por todas las ruidosas costuras. Visitarlo eleva el ¨¢nimo, viene a la mente Vinyoli: '... Tot el que miro m'exalta/ i parlo como un orat'. Cu¨¢ntas y cu¨¢ntas cosas, y todas las dominar¨¢ el rascacielos singular del monopolio del agua.
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