El nacionalismo: esa palabra, esa...
Ven¨ªa oyendo por la radio unas declaraciones de ese supuesto progre especialmente latoso que es Santiago Segura, que me dec¨ªa desde su verbalia particular: 'Hay que ser espa?ol y ver cine espa?ol. Ya est¨¢ bien de tanto Gladiator', y no he podido evitarlo: me ha subido unos grados la tendencia a la imbecilidad. ?Por qu¨¦ ser¨¢ que cuando uno va de colega posmoderno, se limpia una vez cada medio a?o, milita en la cutrer¨ªa y el pasotismo y riega con floridos tacos su florido pensil, toda la progres¨ªa medi¨¢tica del mundo universal pierde los vientos por ¨¦l? A parte de la cosa esa de encantarle los polis fachas, racistas y analfabetos, cosa con la que ya no me meto porque dicen que eso es la posposmodernidad -?y cualquiera queda ahora con la etiqueta de antigua!-, no puedo entender por qu¨¦ todo dios se dedica a pasearlo y re¨ªrle las gracias. ?Qu¨¦ tendr¨¢n que hacer a partir de ahora los directores que quieren hacer buen cine y adem¨¢s comercializarlo? O fichan al ¨ªnclito Jos¨¦ Luis Moreno, rebajan su tendencia al rid¨ªculo y su gasto de jab¨®n y suben el tono del palabroteo, o no hay programilla que los pasee.
El intento cr¨ªtico de redefinir Catalu?a no encuentra correspondencia alguna en el nacionalismo espa?ol, muy seguro de sus principios inamovibles. Ahora bien, en toda esa revisi¨®n quiz¨¢ convenga eliminar la palabra 'nacionalismo'
Pero no, esto no es una cr¨ªtica de cine ni pretende hacer la competencia al sabio Haro Tecglen (?cu¨¢n necesaria es su irreductible inteligencia!), s¨®lo que he puesto la palabra Segura en el ordenador y se me ha ido la mano... Bien, al grano: el patriotismo del colega, lanzando las huestes a comprar basurilla espa?ola porque es espa?ola, y no basura de la grande, con Russell Crowe incorporado, que es mala por extranjera, no por basura. Si me perdonan el rizo, quer¨ªa hablar de nacionalismo y las declaraciones me van al pelo. Claro que podr¨ªa haber sido m¨¢s pertinente y utilizar las ¨²ltimas perlas de ese perlado ilustrado que es Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. 'El Ebro, un r¨ªo bastante espa?ol'. ?Hasta que se nos vuelve maric¨®n, presidente? 'Los trenes, s¨®lo de empresas espa?olas', pero los Audis, alemanes, y los zapatitos, italianos, que para eso Jos¨¦ Mari tiene gusto... 'La selecci¨®n espa?ola necesita m¨¢s seguidores con patriotismo', pero el Comit¨¦ Ol¨ªmpico catal¨¢n es cosa de cuatro cutres localistas... y as¨ª hasta el infinito, que tenemos un presidente cada vez m¨¢s locuaz y menos escrupuloso. Sin embargo, para m¨ª lo interesante no es Aznar, que tiene una misi¨®n espiritual cual guardi¨¢n del santo grial patrio, sino ese discurso mucho menos trascendental y sobre todo inconsciente que respira el personal con alegr¨ªa inusitada. Ha subido una barbaridad la temperatura social del nacionalismo espa?ol y est¨¢ llegando a las fiebres de ¨¦pocas innombrables. Con una diferencia: que el espa?olismo franquista era objeto de repudio de intelectuales, progres y otros izquierdosos, en buena respuesta al sentido de cruzada nacional que representaba. Ahora, en cambio, se ha modernizado, se ha prestigiado y cualquier Almod¨®var que se precie -aprendices del genio incluidos- va con la banderita a cuestas y practica un rancio, ahist¨®rico y pat¨¦tico nacionalismo de pandereta. Queda dicho: algunos estamos por redefinirnos y, si hace falta, por tirar misiles verbales a los mitos nostrats, pero en la medida en que subrayamos que nuestros colegas mesetarios ni se redefinen, ni se autocritican, ni revisan nada. El desacomplejamiento con que viven sus miserias, sus esencialismos y sus viejas ideolog¨ªas s¨®lo es equiparable a su alta autoestima. Aquel viejo axioma que s¨®lo las naciones sin Estado viven acomplejadamente sus sentimientos colectivos es m¨¢s que evidente. Los Estados: ni complejos, ni psicoan¨¢lisis colectivo, ni nada por revisar. Como mucho, alg¨²n territorio por conquistar.
Dicho lo cual, a lo nuestro. ?A¨²n sirve la palabra nacionalismo en el contexto catal¨¢n? Miquel Puig, el actual director bic¨¦falo de TV-3 y militante convergente, me dec¨ªa ayer que ¨¦l se apunta al no. Parece ser que tambi¨¦n es la tesis de algunos de los pensadores del libro de Bilbeny que se ha presentado estos d¨ªas, y por supuesto en esa idea milita el mundo de los ciutadans que quieren cambiar el mundo. Otras voces, c¨®mplices y a la vez cr¨ªticas, piensan de modo parecido. ?Es hora de revisar definitivamente la palabra nacionalismo y jubilarla del panorama catal¨¢n? Por supuesto, no vamos a ser algunos los que la jubilemos, especialmente si precisamente ¨¦sa va a ser la bandera m¨¢s alzada de la nueva convergencia que se avecina, enviados a la estratosfera los Roca, Molins y Duran Lleida. Pero al margen de lo que ocurra en la baja pol¨ªtica, la alta ideolog¨ªa merece reflexiones rudas en el ¨¢gora p¨²blica. Es un momento excelente, en este momento de nada en que estamos, para plantear la cuesti¨®n. Hoy, en t¨¦rminos de pura puesta en escena. Y si la distancia no es el olvido y no me echan a patadas ma?ana mismo, la semana que viene con el compromiso de jug¨¢rmela hasta el fondo.
La puesta en escena es la siguiente: existe un nacionalismo catal¨¢n, de tradici¨®n y compromiso democr¨¢tico, usado y abusado como coartada de gobierno, que ha sido al mismo tiempo el paraguas ideol¨®gico de miles de personas convencidas de su raz¨®n y de su honestidad. Aunque se puede hablar de ideolog¨ªa nacionalista, el t¨¦rmino es inapropiado. El nacionalismo no es una ideolog¨ªa, sino una actitud sentimental, cultural y puede que pol¨ªtica. Pero se ha vivido como una ideolog¨ªa, tanto de puertas adentro como de Catalu?a hacia fuera. De esta manera, la ideolog¨ªa de miles de personas ha sido un territorio y no un proyecto, y ello explica muchas de las cosas que han pasado justamente en este territorio sin proyecto. Teorizado, justificado y defendido por plumas notables -harto cargadas de raz¨®n en muchos casos- y atacado por m¨¢s plumas notables -igualmente hartas de raz¨®n-, resulta evidente que es un t¨¦rmino contaminado en su ra¨ªz y que, a su vez, contamina el pa¨ªs entero. ?Ha sido ¨²til en la defensa colectiva? De eso hablaremos en el particular continuar¨¢ que hoy me monto, pero la pregunta del mill¨®n se sit¨²a en futuro: ?ser¨¢ ¨²til mantener el concepto nacionalista, incluso positiviz¨¢ndolo, en la defensa de la Catalu?a del futuro? Si el paraguas colectivo que ha aunado a miles de catalanes durante 20 a?os ha sido el nacionalismo, ?tenemos que transgredir ese concepto, o sencillamente robarle el paraguas al actual propietario? Para decirlo m¨¢s claro: ?el nacionalismo es un concepto ¨²til o abiertamente va en contra de los intereses para los que ha nacido? ?Y qu¨¦ sentido va a tener en la Catalu?a mezclada? Lo dejo para el s¨¢bado con un avance, como en las pel¨ªculas de estreno: creo que hay que superar definitivamente el concepto de nacionalismo, pero no por los sudados argumentos que los internacionalistas al uso nos llevan lanzando infatigables, sino justamente por lo contrario: porque algunos creemos que ¨¦sa va a ser la mejor forma de defender este viejo trozo de tierra que, a pesar de todo, amamos.
Amenazo, pues, cual Segura cualquiera: continuar¨¢.
pilarrahola@hotmail.com
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.