Marruecos, paso atr¨¢s
La democratizaci¨®n de Marruecos y la modernizaci¨®n de su sistema pol¨ªtico no avanzan a la velocidad que un d¨ªa se crey¨®. Casi veinte meses despu¨¦s de la entronizaci¨®n de Mohamed VI, las esperanzas despertadas por este cambio en palacio se van frustrando. Mohamed VI aparece cada d¨ªa como una pieza en manos del mazj¨¦n (lo que en el mundo occidental se denomina establishment). S¨ªntomas de esa par¨¢lisis son los avances logrados por los militares, a los que Hassan II siempre mantuvo a raya. Aprovechando el vac¨ªo de poder dejado por la salida de Driss Basri del Ministerio del Interior -el ¨²nico gesto en¨¦rgico del joven rey-, los militares han recuperado poder pol¨ªtico, acerc¨¢ndose a palacio.
Aunque conserva su popularidad entre la poblaci¨®n, el llamado rey de los pobres poco ha avanzado en las reformas econ¨®micas pendientes, salvo unas escasas obras caritativas. ?ste es el caldo de cultivo en el que se desarrollan movimientos islamistas como Justicia y Caridad, que intentan suplir las carencias del Estado. El islamismo social y pol¨ªtico est¨¢ creciendo en Marruecos, a pesar de los intentos de controlar las mezquitas desde el poder. El cierre de tres semanarios independientes -Le Journal, Asshifa y Demain, que para reabrir tuvieron que modificar su nombre- y otros ataques contra la libertad de prensa van tambi¨¦n en la direcci¨®n contraria al esperado aperturismo: el r¨¦gimen se cierra en vez de abrirse.
No ayuda al cambio el hecho de que el primer ministro del Gobierno 'de la alternancia', Abderram¨¢n Yussufi, cuyo partido socialista celebra este fin de semana su primer congreso en 12 a?os, se vea puesto en entredicho y confrontado a toda suerte de intrigas desde dentro y fuera de su formaci¨®n. Representa una generaci¨®n cuyo tiempo pol¨ªtico pas¨®, pero las elecciones est¨¢n previstas para dentro de dos a?os, y nada hace pensar que ser¨¢n realmente libres.
Cuando las cosas pol¨ªticamente van mal, Marruecos cae en una f¨¢cil, pero peligrosa, tentaci¨®n antiespa?ola. Ya sea en las negociaciones pesqueras, en la falta de cooperaci¨®n para controlar la inmigraci¨®n ilegal que llega a Espa?a desde el Sur, en las cr¨ªticas a la posici¨®n espa?ola ante el conflicto del S¨¢hara o en la sempiterna cuesti¨®n de Ceuta y Melilla. Lo que se trasluce detr¨¢s de esta actitud poco amistosa hacia Espa?a es la debilidad del Ejecutivo marroqu¨ª. A pesar de todo, Madrid no puede caer en este juego. Por historia y geoestrategia, pero tambi¨¦n porque muchas empresas espa?olas siguen invirtiendo all¨ª.
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