Los ni?os de la calle 'juegan' con Ceuta
Las autoridades se ven desbordadas por la delincuencia de un centenar de inmigrantes marroqu¨ªes condenados a una vida miserable en las calles
Viven como las ratas, camuflados en los hedores y oscuridades de las alcantarillas que atraviesan la ciudad aut¨®noma de Ceuta y en los recovecos que hay entre las piedras de los muelles del puerto. Son unos 200 varones de entre 9 y 16 a?os. Llegaron hace d¨ªas o hace a?os del norte de Marruecos y han puesto en jaque a vecinos, pol¨ªticos, polic¨ªas, fiscales y cuidadores de centros de acogida.
Son algunos de los aproximadamente 300.000 ni?os que hay al otro lado de la frontera del Tarajal, ya en Marruecos, que lograron burlar la vigilancia policial del tumultuoso paso fronterizo. Otros muchos lo intentan cada d¨ªa con la insistencia del hambre, peg¨¢ndose a las faldas de las mujeres.
Su situaci¨®n a este lado de la frontera no es mejor. Son carne de ca?¨®n de las mafias, y las calles nocturnas de la ciudad aut¨®noma se convierten en escenarios perfectos para delinquir en pandillas, normalmente dirigidas por un adulto indocumentado. En el ¨²ltimo mes, los vecinos de la 'perla del mediterr¨¢neo', como algunos llaman a esta dimunuta pen¨ªnsula que marca el principio del continente africano, han denunciado 103 atracos a veh¨ªculos.
Son las 22.00 de la noche y varios miembros de la polic¨ªa local salen, como cada noche, a batir las calles. En las escolleras (piedras artificiales que refuerzan los muelles del puerto), un chico de unos 13 a?os se tambalea con una botella de pl¨¢stico en la mano.
-?Joder!, es aguarr¨¢s, dice un polic¨ªa mientras lo sujeta por el brazo-. Ya esnifan cualquier cosa, pegamento, cola... les da igual.
-Mira, ah¨ª hay m¨¢s -se?ala otro agente.
Detr¨¢s de las piedras empiezan a aparecer peque?as cabecillas curiosas que se mueven de un lado a otro con el sigilo y la agilidad de los gatos. Se aproximan con desconfianza al o¨ªr la voz en ¨¢rabe de uno de los polic¨ªas. Uno de los chavales le conoce de otras veces, se acerca a ¨¦l y le abraza.
-Osama, qu¨ªtate eso de la nariz -le dice el polic¨ªa mientras huele la manga de la ¨²ltima sudadera que le dieron al ni?o en el centro de acogida-. T¨² no, deja el pegamento ya, hombre.
Pero Osama no es ning¨²n hombre. Es un ni?o de 11 a?os que lleva m¨¢s de cuatro deambulando por Espa?a. Las calles de Ceuta han sido y son su principal residencia, aunque ya ha conseguido llegar varias veces hasta Madrid ocult¨¢ndose en camiones o en los barcos de mercanc¨ªas que parten hacia la pen¨ªnsula ib¨¦rica.
-Yo he estado en Carabanchel bajo -asegura el chaval en un perfecto castellano.
Est¨¢ entusiasmado porque tiene un m¨®vil.
-Me lo he encontrado -dice mientras lo enciende-. Te lo vendo por 5.000 pesetas.
-?Por qu¨¦ no est¨¢s en el centro de San Antonio?, ?D¨®nde piensas dormir esta noche? -, le inquiere el agente.
-Tenemos nuestra chabola -dice Osama orgulloso-. Mira.
Movi¨¦ndose como pez en el agua por las aristas y los laterales de las piedras, muestra su guarida: un hueco profundo y h¨²medo entre dos piedras al borde del mar.
-Ahora vamos a ir a por los cartones para dormir -dice-. Tenemos comida.
Se acerca a una caseta abandonada y saca el bot¨ªn del d¨ªa: una caja de yogures caducados. Entretanto se ha formado un corrillo de ni?os por los alrededores, todos con las manos en la nariz, todos inhalando pegamento.
Una hora m¨¢s tarde, 23 de ellos (algunos consiguen escabullirse por las galer¨ªas de las piedras y las alcantarillas) est¨¢n en el centro de acogida de San Antonio, en el monte que llaman del Hacho, a donde cada noche la polic¨ªa lleva una media de 25 chavales. Los mismos que se escapan a la ma?ana siguiente y vuelven a las andadas y a los robos.
'Se trata de un centro abierto, y la Ley del Menor nos impide retener a los chicos, que aprovechan sus horas de paseo para huir colina abajo hacia la ciudad', explica la directora del centro mientras muestra sus escasas instalaciones. Unos cincuenta catres, unas duchas comunes y un sal¨®n multi¨²sos son todos los acondicionamientos con los que cuenta esa antigua residencia militar. De las comidas se encarga el Ej¨¦rcito (en Ceuta hay del orden de 20.000 militares).
'Aunque ahora haya aqu¨ª siete, esta noche han dormido 93, pero no me preguntes c¨®mo', comenta la directora.
Esta situaci¨®n hace pr¨¢cticamente in¨²til la labor de la polic¨ªa, que, salvo que coja a los chavales delinquiendo, no puede m¨¢s que ponerlos bajo la custodia de la comunidad aut¨®noma llev¨¢ndolos al centro, tal y como obliga la Ley.
S¨®lo una orden de la Fiscal¨ªa de Menores puede autorizar el ingreso en un reformatorio -hay uno en Ceuta ocupado fundamentalmente por ni?os ceut¨ªes- o la repatriaci¨®n por reagrupamiento familiar con consentimiento de los familiares, normalmente ilocalizados.
Seg¨²n los datos de la Delegaci¨®n del Gobierno, desde 1999 y tras las denuncias por malos tratos presentadas entonces contra la polic¨ªa, no se ha producido ninguna repatriaci¨®n de un 'menor indocumentado no acompa?ado'.
Las permanentes denuncias de los ciudadanos por robos en veh¨ªculos (roturas de cristales y sustracciones de retrovisores) o en las terrazas de los pisos bajos, junto con las insuficientes instalaciones del centro de San Antonio, han desencadenado toda un pol¨¦mica en torno a las posibles soluciones del problema. Las autoridades se debaten ahora entre el control de la delincuencia y el respeto de la Ley del Menor.
El consejero de Asuntos Sociales, Mohamed Chaib (uno de los tres miembros del Partido Democr¨¢tico y Social de Ceuta -PDSC-, de corte musulm¨¢n, que conforma, junto con el PP y los tr¨¢nsfugas del GIL, el gobierno de la ciudad aut¨®noma), va a firmar pr¨®ximamente un convenio con la asociaci¨®n musulmana Luna Blanca, coordinadora de la principal mezquita de la ciudad. La finalidad es subvencionarla a cambio de que se haga cargo de los menores desamparados. 'Tienen una cultura com¨²n y contactos en Marruecos para localizar a sus familias. Adem¨¢s, tienen aulas donde pueden desarrollar m¨²ltiples actividades para retenerlos de manera indirecta. Tenemos previsto crear unas instalaciones en los terrenos (cedidos por la asociaci¨®n y contiguos a la mezquita) para dormitorios y comedores', asegura el consejero, que ve en ello la mejor soluci¨®n.
Sin embargo, las preguntas siguen siendo las mismas: si devuelven a los ni?os con sus familias, ?qui¨¦n garantiza que no volver¨¢n a huir tratando de burlar la vigilancia fronteriza de nuevo, cuando incluso algunos se fueron a sus casas a celebrar el d¨ªa del cordero y despu¨¦s regresaron a Ceuta?. Y si se quedan en la mezquita, ?c¨®mo evitar¨¢n que vuelvan a las calles a delinquir?
La soluci¨®n es compleja y delicada al tratarse de menores, pero tiene un precedente: Melilla. 'Hace dos a?os est¨¢bamos en la misma situaci¨®n. La soluci¨®n pasa por la integraci¨®n. Es necesario escolarizar y documentar a los chavales tal y como exige la Ley del Menor. No hacerlo supone un delito, y sobre todo es el olvido de que el menor es v¨ªctima de unas circunstancias que le han venido dadas de nacimiento', comenta Jos¨¦ Palaf¨®n, presidente de la Asociaci¨®n Pro Derechos de la Infancia en Melilla. All¨ª ya hay cuatro centros de menores inmigrantes con unos cien chicos. 'Setenta de ellos est¨¢n estabilizados, escolarizados y con permiso de residencia, y el resto est¨¢ en proceso de hacerlo. Tendr¨ªan que ver c¨®mo estaban hace un a?o. Ahora ya empiezan a tener un futuro que no es la c¨¢rcel', agrega Palaf¨®n.
En Ceuta, s¨®lo 20 ni?os de los que han pasado por el centro de San Antonio en los dos a?os que lleva funcionando van al colegio y, de momento, ninguno tiene papeles.
Los conflictos laborales aparejados al cierre de ¨¦se centro, donde han prorrogado por dos meses los contratos de las 20 personas que trabajan all¨ª, que conllevar¨¢ trasladar esas competencias a la asociaci¨®n musulmana Luna Blanca, han generado una pol¨¦mica paralela. La pugna sobre qui¨¦nes ser¨¢n los tutores contratados para cuidar de los ni?os comienza a parecerse m¨¢s a una lucha velada entre moros y cristianos, en una ciudad con 70.000 habitantes de los que casi el 40% son musulmanes.
Mientras tanto, esta noche y una vez m¨¢s, m¨¢s de un centenar de ni?os dormir¨¢n sobre cartones en las inmediaciones de las cloacas y las escolleras ceut¨ªes.
Comercio y escondites
El paso fronterizo del Tarajal, en Ceuta, es un hervidero diario. Unas 30.000 personas cruzan la frontera espa?ola cada d¨ªa vigiladas por una decena de polic¨ªas. Unos porque trabajan en Ceuta, sobre todo las mujeres, y otros porque compran mercanc¨ªas en la ciudad aut¨®noma. Para este ¨²ltimo cometido, que mueve 400 millones de pesetas diariamente, inyecta en las arcas de la ciudad 10.000 millones anuales y mantiene a cuatro millones de marroqu¨ªes, no tienen que irse muy lejos. Un pol¨ªgono de naves industriales donde se vende de todo (fardos de ropa de segunda mano, latas de conservas, grifer¨ªas, electrodom¨¦sticos...) se levanta junto a la alambrada del per¨ªmetro fronterizo. Miles de personas cargan a sus espaldas todo tipo de productos y esperan largas colas para cruzar el paso marroqu¨ª. El trasiego constante se convierte en el mejor escondite para aquellos que tratan de cruzar la frontera ilegalmente.
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