Miles de coches colapsan la Casa de Campo las noches del fin de semana debido a la prostituci¨®n
Los conductores cometen numerosas infracciones de tr¨¢fico mientras circulan por la zona
Una noche de fin de semana, bien entrada la madrugada, la Casa de Campo parece el paseo de la Castellana a la salida de un partido del Real Madrid. Miles de coches, en su mayor¨ªa conducidos por un var¨®n de mediana edad, atraviesan el parque en busca de prostitutas con las que mantener relaciones sexuales. La circulaci¨®n es lenta, pesada, porque cada conductor se detiene unos minutos delante de cada chica para examinarla, intercambiar unas palabras sobre precios y, si no hay acuerdo, continuar en busca de otra chica.
Las reglas de tr¨¢fico no existen en este hormigueo continuo de veh¨ªculos. Coches que circulan sin luces, adelantamientos indebidos, conductores que se saltan los stops o que se paran en mitad de una glorieta. Pero nadie pita ni se altera. Una patrulla de la Polic¨ªa Municipal pasa aproximadamente cada media hora por los puntos calientes de la Casa de Campo y, s¨®lo entonces, la gente circula con normalidad.
'Es que por aqu¨ª hay muchas mujeres bonitas', comenta V¨ªctor, un ecuatoriano de unos 30 a?os que ha aparcado su veh¨ªculo en una cuneta pr¨®xima al Parque de Atracciones, enfrente de un grupo de prostitutas de Europa del Este. Ellas, de aspecto ani?ado, se contonean y muestran su lencer¨ªa -de encaje y cuero rojo- a los potenciales clientes. Como la noche est¨¢ despejada y la temperatura es agradable, algunas se han quitado el sujetador y dejan sus pechos al aire. V¨ªctor est¨¢ con unos amigos. De momento, dice, s¨®lo quieren mirar, pero seguramente se animar¨¢n a invitar a alguna de las chicas a la parte de atr¨¢s de la furgoneta en la que han llegado.
En la zona del lago, la m¨¢s bulliciosa, una treintena de prostitutas africanas se disputan entre ellas los clientes de los coches que circulan por all¨ª. '?Jugamos a chupa-chups?', grita una de las mujeres, con unos min¨²sculos pantalones granate y maquillaje plateado, al interior de un veh¨ªculo, mientras su mano forcejea con el abridor de la puerta. Del coche sale el sonido del radiocasete, que se mezcla con las melod¨ªas, en su mayor¨ªa de estilo tecno, que salen del resto de los coches y que invaden el ambiente.
Veintea?eros en moto
La muchacha contin¨²a insistiendo, pero el conductor no para. A los pocos minutos, tres veintea?eros, montados en dos motos, se colocan delante de ella. Uno de los j¨®venes, sin bajarse del veh¨ªculo, la agarra del trasero y le susurra algo al o¨ªdo. Despu¨¦s, la mujer asiente con la cabeza y la pareja se adentra, cogidos de la mano, entre la maleza que rodea el lago.
?Qu¨¦ vienen a buscar estos chicos? 'Nos sale mejor venir aqu¨ª, es m¨¢s barato que pagar la entrada de la discoteca, tener que invitar a una t¨ªa y que luego encima no quiera hacer nada', comenta Miguel, uno de los del grupo, que se ha quedado esperando a que su amigo termine. Vienen de Aluche y estudian formaci¨®n profesional. A la media hora sale el chaval que se hab¨ªa ido con la prostituta. Llega solo, sonriente y con un porro en la mano. 'Vengo todo fumado', dice. 'Me ha cobrado dos mil pesetas por un polvo, y, si s¨®lo me la hubiese chupado, pues la mitad', ilustra.
Cuando los tres se alejan, se cruzan con un grupo de j¨®venes que vienen de celebrar un cumplea?os en uno de los parajes de la Casa de Campo y tienen prisa por coger el autob¨²s E1, que cubre el trayecto de Pr¨ªncipe P¨ªo a Bat¨¢n hasta que terminen las obras del metro. '?Guaarraaaa!', grita uno de ellos a una meretriz. Ella responde con un alarido y con la bota de plataforma en alto haciendo un amago de darle en el est¨®mago. Los j¨®venes se r¨ªen y siguen su camino.
'Somos de Bat¨¢n y solemos venir los fines de semana a beber aqu¨ª, y, de paso, nos echamos unas risas a costa de ¨¦stas', asegura uno de la pandilla, con un vaso de pl¨¢stico en la mano relleno de calimocho (vino mezclado con refresco de cola).
Unos metros m¨¢s all¨¢, en el aparcamiento del lago, un hombre de mediana edad detiene su coche delante de una chica africana, esbelta y con un sujetador y una minifalda de cuero como ¨²nico vestuario. Ella se sube en el asiento de atr¨¢s y ¨¦l sale a terminarse un cigarrillo al aire libre. Tiene el pelo canoso y una rebeca de lana que empieza a desabrocharse mientras vuelve al interior del veh¨ªculo. Poco despu¨¦s se encienden las luces de emergencia y los cristales del coche empiezan a empa?arse.
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