El partido del a?o duerme al Camp Nou
El Bar?a se estrella contra la defensa del Liverpool en un choque que s¨®lo tuvo un remate a puerta
Nunca un bostezo hab¨ªa sido tan largo en el Camp Nou como el de anoche en el que deb¨ªa ser el partido m¨¢s excitante del a?o. Muertos de miedo, el Barcelona y el Liverpool se dieron media vuelta y aplazaron la ri?a para dentro de 15 d¨ªas en Anfield. Uno y otro equipo se negaron de tal manera que no hubo afrenta. No miente el marcador cuando anuncia un empate a cero. Por no haber, ni siquiera se contabiliz¨® un remate entre los tres palos, a excepci¨®n de una intervenci¨®n de Westerveld a disparo de Xavi cuando la contienda ya languidec¨ªa y exig¨ªa un final r¨¢pido.
El partido discurri¨® tan a c¨¢mara lenta que tanto el Liverpool como el Bar?a se hicieron aborrecer por igual. Inanimada y neutra, la semifinal pareci¨® m¨¢s una final en que los dos contendientes asumen que la diferencia debe resolverse en la pr¨®rroga o en los penalits. M¨¢s que emergentes, resultaron dos equipos decadentes, v¨ªctimas de la t¨¢ctica, especuladores, tan conscientes de la importancia de cada tanto que se quedaron secos.
BARCELONA 0| LIVERPOOL 0
Barcelona: Reina; Gabri, Puyol, Frank de Boer, Sergi; Guardiola, Cocu; Luis Enrique (Xavi, m.71), Rivaldo, Overmars (Zenden, m.71); y Kluivert. Liverpool: Westerveld; Babbel, Henchoz, Hyypi?, Carragher; Murphy (Smicer, m.58), Gerrard, Hamann, Berger (McAllister, m.82); Owen (Fowler, m.72) y Heskey. ?rbitro: Hellmut Krug (Alemania). Amonest¨® a Fowler y Zenden. Camp Nou. Practicamente lleno. Unos 95.000 espectadores con presencia de unos 4.000 seguidores ingleses. Las entradas llegaron a venderse por 25.000 pesetas en la reventa. Asistieron entre otros los seleccionadores de Espa?a (Jos¨¦ Antonio Camacho), Brasil (Leao) e Inglaterra (Eriksson). Partido de ida de las semifinales de la Copa de la UEFA. El encuentro de vuelta se disputar¨¢ el pr¨®ximo dia 19 en Anfield Road, el campo del Liverpool.
Irreconocible, falto por igual de calidad que de coraje, el Liverpool mat¨® el partido con el mismo descaro que en su d¨ªa el Milan. Ni rastro de la leyenda de los reds, ni una muestra del passing-game, imposible seguir el aroma del f¨²tbol ingl¨¦s. Frente al Barcelona se plant¨® un equipo muy convencional, contaminado del resultadismo, acad¨¦micamente tan guapo como futbol¨ªsticamente hueco. Muy tapado, se reparti¨® su propio campo con nueve y diez futbolistas y dej¨® a Owen en punta, un referente con el curr¨ªculo suficiente como para merecer dos zagueros por lo menos. La pelota no le interes¨® para nada. M¨¢s que jugarla, la revent¨® ante la impotencia del Barcelona.
La propuesta de Houllier desmereci¨® tanto al Liverpool como desnud¨® al Bar?a, que qued¨® paralizado, inutilizado, sin nada que decir, de manera que el partido degener¨® hacia m¨¢rgenes insospechados. El ataque y gol anunciado por el paquete de delanteros de uno y otro equipo fue una mera bravata ante la dormidera en que se convirti¨® la contienda. Una ocasi¨®n, dos jugadas, unos c¨®rners, alguna falta. Los jugadores se desentendieron del partido descaradamente.
Del juego paciente que exig¨ªa el planteamiento del Liverpool, el Bar?a pas¨® al f¨²tbol plano, lineal, alejado del riesgo y de cualquier jugada que pudiera comprometerle, de un solo gesto que diera fe de que se rebelaba contra una situaci¨®n que no entend¨ªa como mala sino asumible, porque de su actuaci¨®n se desprendi¨® que tem¨ªa m¨¢s encajar un gol que marcarlo. La falta de ritmo y de desmarque ayud¨® a mantener el juego posicional de los defensas, que siempre disputaron la pelota a los delanteros dos contra uno. Imposible para el extremo irse del lateral y del central, complicado meter un pase interior, dif¨ªcil tirar una pared.
Hasta Kluivert pareci¨® vulgar, y Rivaldo fuera de sitio, en un partido que les conven¨ªa. La tensi¨®n que desprend¨ªa la cancha destremp¨® a la hinchada, que se qued¨® muda y confusa, sin saber a qu¨¦ atenerse, en espera si acaso de un calambre, de una sacudida, de un cambio de ritmo. No le ayud¨® nada al Bar?a jugar a la pata coja, sin extremo derecho, porque facilit¨® que el Liverpool se tapara mejor. La carga vino de vez en cuando por el otro flanco, el de Overmars, que no renunci¨® a romper la monoton¨ªa con un par de quiebros.
A falta de juego, el encuentro qued¨® a merced de la estrategia, de una jugada a bal¨®n parado, o de una acci¨®n individual. Para una situaci¨®n de emergencia como la que se presentaba, se requer¨ªa una soluci¨®n dr¨¢stica que rompiera la somnolencia. Hubo quien reclam¨® a Lo Pelat. Serra Ferrer provoc¨® la rechifla del socio retirando a Overmars y Luis Enrique para dar entrada a Xavi y Zenden. La respuesta del Liverpool fue igualmente cobarde: Owen se sali¨® para dejar sitio a Fowler.
Ni una sola decisi¨®n en el banquillo y en el campo que invitara a la aventura. El Barcelona y el Liverpool jugaron a neutralizarse y se dieron por satisfechos, toda una frustraci¨®n para los rom¨¢nticos del f¨²tbol, que salieron echando pestes de los ingleses y renegando de los azulgrana. Uno jug¨® a defenderse, y el otro procur¨® que no le marcaran un gol. Nada que ver con lo que dicen sus credos. Pura mentira. Masoquista como es, el Bar?a se dispone a jugarse el curso en Anfield y el Liverpool acepta el reto encantado.
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