El Alav¨¦s destroza al mu?eco alem¨¢n
El equipo de Man¨¦ no tiene misericordia de un pobr¨ªsimo Kaiserslautern en un partido con cuatro penaltis
?Alem¨¢n o de las islas Fiji? El Kaiserslautern fue un espantajo en Mendizorroza. El Alav¨¦s se qued¨® sin adversario en una semifinal poco cre¨ªble. El equipo vitoriano fue el ¨²nico elemento del partido que estaba preparado para un acontecimiento de tal altura. Al contrario que su rival, impropio de su propio nombre y de esta eliminatoria. Y qu¨¦ decir del ¨¢rbitro, un tipo que coloc¨® el list¨®n del penalti bajo tierra. Indic¨® cuatro y s¨®lo uno de ellos result¨® claro.
El caso es que a ritmo de penaltis, el primero inventado y el segundo dudoso, el Alav¨¦s se vio con la semifinal en la mano. Una semifinal blanda, extra?a, de patio de colegio. Y no por culpa del Alav¨¦s, que sin apenas esforzarse se encontr¨® con que los goles ca¨ªan de su lado. La culpa fue del ¨¢rbitro y, sobre todo, del comportamiento de su rival. El Kaiserslautern no fue un equipo de f¨²tbol, y menos un aspirante a jugar la final de la UEFA. Se pareci¨® m¨¢s a un mu?eco de feria, roto con la simple mirada. Practic¨® un juego propio de anticuario, con unos marcajes individuales desastrosos. Le falt¨® toque, siempre pendiente de Basler como apagafuegos desde la defensa y organizador desde la lejan¨ªa de su ¨¢rea, y de Klose, el nuevo delantero de la selecci¨®n alemana, obligado a inventarse cualquier cosa en el ¨¢rea rival.
ALAV?S 5| KAISERSLAUTERN 1
Alav¨¦s: Herrera; Contra, Eggen, T¨¦llez, Geli; Desio, Pablo (Astudillo, m. 58); Tomic, Jordi (Karmona, m. 70), Ibon Bego?a; e Iv¨¢n Alonso. Kaiserslautern: Georg Koch; Harry Koch, Basler, Ramzy; Pettersson (Dom¨ªnguez, m. 45), Ratinho, Grammozis, Hristov, Strasser; Klose y Lokvenc. Goles: 1-0. M. 20. Contra, de penalti. 2-0. M. 31. Contra, de penalti. 3-0. M. 42. Jordi aprovecha un error de la defensa al saque de una falta para marcar sin oposici¨®n. 4-0. M. 57. Iv¨¢n Alonso, de penalti. 4-1. M. 67. Harry Koch, de penalti. 5-1. M. 81. Magno culmina con una vaselina una gran jugada del Alav¨¦s. ?rbitros: Rune Pedersen (Noruega). Amonest¨® a T¨¦llez, Ratinho, Basler y Magno. 17.000 espectadores en Mendizorroza, de ellos un millar de seguidores alemanes.
Seguramente, el Alav¨¦s no hubiera necesitado la ayuda del ¨¢rbitro para viajar al estadio Fritz Walter con esta tranquilidad tan insospechada. Pero la tuvo en una decisi¨®n que encamin¨® el partido hacia el mon¨®logo vitoriano. El noruego Pedersen indic¨® un primer penalti s¨®lo comprensible porque pudiera tener alguna deuda pendiente con su compatriota Dan Eggen. Seg¨²n el ¨¢rbitro, el egipcio Ramzy agarr¨® a Jordi. El Alav¨¦s no lo discuti¨®, algo natural. Lo curioso es que tampoco protest¨® el Kaiserslautern, en una actitud que resumi¨® su paso por Mendizorroza.
El equipo de Andreas Brehme no sac¨® ni lo m¨ªnimo que se puede pedir a un equipo, y m¨¢s si se trata de uno alem¨¢n: orgullo. Jug¨® en un estado de laxitud que s¨®lo cort¨® cuando ya era demasiado tarde y una vez que sali¨® al c¨¦sped su futbolista m¨¢s latino, el portugu¨¦s Dom¨ªnguez. Realmente, acab¨® por confirmar su irregularidad. Est¨¢ marcado por su pasado m¨¢s reciente, capaz de descender a Segunda y al a?o siguiente, tras ascender, ganar la Bundesliga.
El Alav¨¦s no vio amenazada en ning¨²n momento su noche europea ni la eliminatoria. Jug¨® a placer. S¨®lo le cost¨® unos minutos adaptarse al arcaico f¨²tbol del Kaiserslautern. Luego, ante la incredulidad por el resultado, cans¨® a los alemanes con un juego de toque. Seg¨²n iban cayendo los goles se sinti¨® m¨¢s a gusto. El equipo de Brehme no le cogi¨® nunca el ritmo ni el sentido al partido. Lleg¨® al descanso ya roto, con tres goles en contra. La segunda parte tambi¨¦n se desarroll¨® al antojo del Alav¨¦s. Hubo m¨¢s penaltis, dos, uno por cada equipo. Pero ya eran detalles anecd¨®ticos. Los vitorianos jugaron sin necesidad de desgastarse, porque ni siquiera se encontraron con un rival que les exigiera un juego f¨ªsico. Fue demasiado f¨¢cil. Tanto que puede caerse en el riesgo de no apreciar merecimiento en un resultado tan escandaloso. Y, para colmo, el Alav¨¦s termin¨® el partido de ida con la tranquilidad de saber que siempre gana fuera cuando lo necesita. Al Kaiserslautern s¨®lo le queda agarrarse al pasado, a aquel prehist¨®rico 5-0 al Real Madrid. Pero aquello es pasado. Pasado remoto.
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