Anzoletto no estrena casa
La nueva sede del Teatre Lliure, lo que hoy conocemos como Palau de l'Agricultura, deb¨ªa inaugurarse a finales de septiembre, por la Merc¨¨, con el nombre de Teatre Fabi¨¤ Puigserver, y deb¨ªa inaugurarse con dos montajes de Llu¨ªs Pasqual (?de qui¨¦n si no?, ?de Daniel Mart¨ªnez?), uno de los cuales era una traducci¨®n al catal¨¢n de La casa nova, de Carlo Goldoni.
No es la primera vez que Llu¨ªs Pasqual, miembro fundador del Teatre Lliure y art¨ªfice, en estrech¨ªsima colaboraci¨®n con Fabi¨¤ Puigserver, de su gloria pasada, de la presente (mont¨® El jard¨ª dels cirerers) y, por qu¨¦ no, de la futura, recurre a Carlo Goldoni para contarnos la historia, el diario quehacer del Lliure, aquel peque?o teatro de arte del barrio de Gr¨¤cia, y de sus gentes.
Llu¨ªs Pasqual hab¨ªa escogido 'La casa nova', de Goldoni, para inaugurar el nuevo Lliure, pero con esa elecci¨®n se ha mostrado un tanto gafe, cenizo
En 1985, Llu¨ªs Pasqual, flamante director del Centro Dram¨¢tico Nacional, un caser¨®n madrile?o, el Mar¨ªa Guerrero, que Pasqual convirti¨® en un teatro como Dios manda, se despide del Lliure con la versi¨®n catalana -que firm¨® el propio Pasqual con Carlota Soldevila- de Una delle ultime sere di Carnovale, de Carlo Goldoni. Con aquella comedia, conocida hoy como 'la commedia degli addii', el veneciano, a trav¨¦s del personaje de Sior Anzoletto, disegnatore di stoffe, contratado para ejercer su oficio en Mosc¨², se despide de sus actores y de su p¨²blico. Goldoni se iba a Par¨ªs -era el a?o 1762-, y el otro Sior Anzoletto, Llu¨ªs Pasqual, se iba a Madrid.
Para inaugurar el Teatre Fabi¨¤ Puigserver, Pasqual, como les dec¨ªa, recurre de nuevo a la obra de Carlo Goldoni. La casa nova le va como anillo al dedo. La comedia, estrenada en el teatro San Luca de Venecia el 11 de diciembre de 1760, con notable ¨¦xito, arranca, a modo de an¨¦cdota, de una mudanza: en el oto?o de aquel a?o, Carlo Goldoni se traslada 'da corte San Zorzi, dove aveva risieduto a partire dal 1748, in calle delle Ballotte'. Pues bien, del mismo modo que Pasqual utiliz¨® el viaje de Goldoni a Par¨ªs para despedirse de sus compa?eros y del p¨²blico del Lliure, utiliza, pensaba utilizar en septiembre, la mudanza del veneciano a la casa nova para despedirse del teatrito de Gr¨¤cia (que afortunadamente sigue, o ten¨ªa que seguir, como segunda sala del Lliure) y de sus simp¨¢ticos y cordiales vecinos.
Pero al escoger Pasqual La casa nova para despedirse del teatrito de Gr¨¤cia y dar la bienvenida a la nueva sede del Lliure, en Montju?c, el director cometi¨® un peque?o error o, si ustedes lo prefieren, se mostr¨®, c¨®mo se dice..., un tanto gafe, cenizo, 'persona que trae a otras suerte adversa', como dice el diccionario.
En La casa nova, al igual que en Une delle ultime sere di Carnovale, aparece un Anzoletto, s¨®lo que en esta ocasi¨®n se trata de un cittadino, un funcionario. El tal Anzoletto se ha casado con Cecilia, una muchacha de buena familia, caprichosa, la cual se ha casado probablemente por amor, pero sin aportar un solo ducado de dote a su matrimonio. La moza, lo dicho, es caprichosa, muy caprichosa. Cuando se levanta el tel¨®n del primer acto, vemos al pobre Anzoletto rodeado de pintores, tapiceros, cerrajeros..., ocupados en terminar la casa nova del joven matrimonio: un piso lujoso, con vistas al canal, que al ciudadano Anzoletto le cuesta al mes 60 ducados m¨¢s que su anterior domicilio, m¨¢s sencillo y situado en un barrio popular. Pero Anzoletto no es rico. Dicho en otras palabras: no tiene dinero ni para pagar a los pintores, a los tapiceros, a los cerrajeros..., hartos de satisfacer los caprichos de la se?ora Cecilia; ni para pagar el nuevo apartamento, ni para retirar sus muebles y pertenencias del viejo (adeuda no s¨¦ cu¨¢ntos meses de alquiler). Total, que el pobre Anzoletto es una v¨ªctima de su esposa, pero sobre todo, tal y como da a entender Goldoni, una v¨ªctima de s¨ª mismo, de su delirio de grandeza. La pieza termina bien. Goldoni se saca de la manga al t¨ªo Cristofolo, el t¨ªo de Anzoletto, un mantequero con un mont¨®n de ducados ganados honestamente, darrera del taulell, el cual suelta la pasta para que Anzoletto no acabe en la c¨¢rcel, para que el matrimonio no se deshaga, y -a lo que ¨ªbamos- obliga a la joven pareja a olvidarse, por el momento, de la casa nova.
Anzoletto y Cecilia se quedaron sin la casa nova con vistas al canal, y las gentes del Lliure sin, por el momento, su nueva sede en Montju?c. Pero el t¨ªo Cristofolo de la pieza de Goldoni y el t¨ªo Cristofolo de la comedia del Lliure no son la misma persona. El t¨ªo Cristofolo de Goldoni es un Senyor Esteve veneciano que predica la modestia -'civilit¨¤, pulizia, sior si, ma con modestia; e arecord¨¨ve ben sora tutto, serventi in casa mia non ghe ne ha da vegnir', le dice el t¨ªo Cristofolo a Cecilia- y el ahorro, mientras que el t¨ªo Cristofolo de la comedia del Lliure es un hip¨®crita que niega a los c¨®micos y a su p¨²blico la casa nova argumentando que le sale muy cara, pero call¨¢ndose los miles, millones de ducados que se ha gastado -y sigue gast¨¢ndose- en la propia, con sus absurdas y costosas cristaleras, con sus palmeras, con el contrato blindado a su director fundador, al que defenestraron, y encima sin vistas al canal y, evidentemente, sin g¨®ndolas taxi. Me refiero, claro est¨¢, al Teatre Nacional de Catalunya del t¨ªo Cristofolo Mas.
Dinero, pol¨ªtica -'el TNC ¨¦s el nostre; l'altre, el Lliure de Montju?c, es cosa de Maragall, de Borrell y de Sol¨¦ Tura', razona Cristofolo Mas- y envidia. Envidia de una parte muy considerable de la profesi¨®n teatral. Envidia de un afortunado director esc¨¦nico que, almorzando con unos amigos el pasado mi¨¦rcoles, nos dec¨ªa que el dinero -p¨²blico- que recib¨ªa el Lliure se lo gastaba Pasqual en 'hacerse calzado a medida en Mil¨¢n'. En 1978, siendo yo delegado de Cultura del Ayuntamiento, les di 500.000 pesetas a Fabi¨¤ Puigserver y a Llu¨ªs Pasqual porque, de no disponer de esa cantidad, se ve¨ªan obligados a cerrar el Lliure. Y le di cerca de cuatro millones de pesetas al hoy afortunado director esc¨¦nico para remozar su sala de espect¨¢culos. Y no les pregunt¨¦ a ninguno de ellos d¨®nde compraban su calzado.
Dinero, pol¨ªtica, envidia y mezquindad. Pero hoy, domingo 8 de abril, en Taormina, luce un sol espl¨¦ndido. Estoy con Pep Montany¨¨s, director en funciones del Teatre Lliure, tom¨¢ndome un negroni en la terraza del Wunderbar, frente al Etna. Dentro de poco iremos a almorzar con Michel Piccoli; con Jo Lavaudant; con mi colega Franco Quadri, el cr¨ªtico teatral de La Repubblica; con los directores del Berliner, del Dramaten y del National Theatre. Y brindaremos por el Lliure. Aqu¨ª, en Taormina, hoy capital europea del teatro, se habla, y muy bien, del Lliure.
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