Mucho Mendieta para el Rayo
El capit¨¢n resucita al Valencia en el momento justo, cuando su rival comenzaba a cre¨¦rselo
Hasta que Mendieta quiso. Hasta ese momento, el Valencia vivi¨® con el coraz¨®n en un pu?o. El Rayo le hab¨ªa metido el miedo en el cuerpo al Valencia. No lo hizo desde el f¨²tbol, que ya no tiene, sobre todo desde que jugadores como Luis s¨®lo sirven, al parecer, para media horita. Lo hizo desde argumentos bien distintos, como la presi¨®n, el empuje o la rapidez. La diferencia entre ambos equipos es tal que todo lo que hasta el minuto 43 ocurri¨® se antoj¨® mentira. Las ocasiones del Rayo, su tranquilidad en defensa, el bal¨®n de Bolic al larguero... Todo metira. Mendieta se encarg¨® de demostrarlo.
L¨¦anse las alineaciones y s¨¢quense conclusiones. El Valencia entr¨® en escena con lo mejor, con la excepci¨®n de Aimar. Y ah¨ª estaba, enfrente, el Rayo, trufado de jugadores que se supon¨ªan perdidos para la causa, o sea, Urbano, Ferreira, Iv¨¢n o Setvalls. Jugadores que nunca contaron y que ahora cuentan. ?Por qu¨¦? Por el cansancio de otros, quiz¨¢; o por aquello de las rotaciones, tal vez; o porque hab¨ªq ue premiar que ellos contribuyeran a la victoria de Valladolid. Sea como fuere, el caso es que el Rayo de ayer ten¨ªa un aspecto poco envidiable, hu¨¦rfano de tipos que pudieran llenar la escena, con mayor o menor acierto, de imaginaci¨®n. No estaba el sancionado M¨ªchel, y tampoco Luis, que esperaba su turno all¨¢ en el banquillo, tal vez porque la consigna era correr, luchar, sudar, desgastarse, morirse en la tarea. Y al bal¨®n, que le den.
RAYO VALLECANO 1| VALENCIA 4
Rayo Vallecano: Keller; Urbano (Luis Cembranos, m. 55), Ballesteros, Ferreira, Mingo; Helder (Bolo, m. 55), Poschner; Iv¨¢n Iglesias (Glaucio, m. 68), Quevedo, Setvalls; y Bolic. Valencia: Ca?izares; Angloma, Ayala, Pellegrino (Djukic m. 88), Carboni; Angulo, Mendieta, Baraja, Kily Gonz¨¢lez (Vicente, m. 64); S¨¢nchez y Carew (Alonso m. 75). Goles: 0-1. M. 44. Ayala, de cabeza. 0-2. M. 48. Mendieta, desde la derecha, ve a Kily Gonz¨¢lez en el lado contrario, le env¨ªa el bal¨®n y el argentino empalma con la izquierda y supera a Keller. 0-3. M. 73. Bal¨®n que cae al borde del ¨¢rea y Vicente lo empalma de volea. 1-3. M. 76. Cembranos dispara y el bal¨®n entra por la escuadra. 1-4. M. 84. S¨¢nchez, desde cerca ?rbitro: Turienzo ?lvarez. Amonest¨® a Urbano, Cembranos, Ballesteros y Baraja. Unos 8.000 espectadores en Vallecas. Se guard¨® un minuto de silencio por la muerte de Ram¨®n Mendoza.
Pero encontr¨® el Rayo un amigo, un aliado en el eje de la defensa del Valencia. Pellegrino se llama el hombre, con ese empe?o que puso en convertir a Bolic en Bal¨®n de Oro.
Asumido como tiene el Rayo que el toque, el regate y ese tipo de pinceladas, sin duda art¨ªsticas, casan mal con el pastizal que Vallecas cubre, pues no dud¨® en dejarse dominar, que al fin y al cabo el subcampe¨®n de Europa era el otro, y encomendarse a Bolic -en su defecto a Pellegrino-, o a alguna jugada de corte m¨¢s o menos estrat¨¦gico.
Tranquilo como estaba el Rayo, y feliz siendo como era un partido de desgaste, la urgencia era propiedad de un Valencia que tard¨® en arrancar, en asumir su papel, en darse cuenta de que a su rival el bal¨®n ni le iba ni le ven¨ªa. S¨®lo en una ocasi¨®n encontr¨® un hueco en la retaguardia del Rayo y S¨¢nchez, menudo, r¨¢pido y listo como es, se incrust¨® entre las torres rivales para lanzar de abajo a arriba y mandar el bal¨®n al larguero.
Ni se inmut¨® el Rayo, que sigui¨® a lo suyo, corre que te corre, sin dar dos pases seguidos, pero corre que te corre, mandando el bal¨®n al cielo entre carrera y carrera. Helder, Poschner y cualquier rayista que por el centro del campo se asomara, cegaban cualquier iniciativa de Mendieta o Baraja. Y como a la media hora el Rayo hab¨ªa acumulado cinco ocasasiones de cierta enjundia, al Valencia se le puso mal gesto.
Pero ocurri¨® que al borde del descanso se produjo una falta a unos metros del v¨¦rtice izquierdo del ¨¢rea rayista. Coloc¨® el bal¨®n Mendieta y cuatro jugadores del Valencia se ubicaron cerca del punto penalti. Con ellos, se supon¨ªa que vigilantes, cuatro del Rayo. Ni uno m¨¢s. El resto permanec¨ªan bien en la barrera, bien fuera del ¨¢rea, expectantes todos ellos a la posibilidad de que all¨ª ocurriera algo, por aquello de que Mendieta gasta fama de ser preciso en estos lances. Y preciso fue, colocando el bal¨®n en el segundo palo, donde entraron uno, dos, tres, cuatro valencianistas que sembraron el terror en quienes aquello defend¨ªan. Y a Ayala le cupo el honor de rematar el lance.
Animado, sin duda, por el ¨¦xito conseguido, Mendieta decidi¨® hecerse con el gobierno del partido. Cuarto minutos, los primeros de la reanudaci¨®n, le bastaron para conseguirlo. Que el Rayo corre, Mendieta corre; que el Rayo roba, Mendieta roba; que el Rayo intenta jugar al f¨²tbol, pues Mendieta, adem¨¢s de intentarlo, lo consigue. Lleg¨® el gol de Kily y entonces s¨ª, entonces lleg¨® el momento de los cambios en el Rayo, de la entrada de Luis, de Bolo, de todo aqu¨¦l que tuviera pinta de delantero. Lo primero que hizo Luis fue mandar una falta al larguero; lo segundo, ya con el gol de Vicente luciendo en el marcador, colocar el bal¨®n en la escuadra, que el f¨²tbol suele ser f¨¢cil cuando lo juegan los buenos. Y, ayer, la mayor¨ªa de los buenos, con Mendieta al frente, jugaban en un Valencia que se limit¨® a imponer su jerarqu¨ªa para atrapar un triunfo incontestable, que le saca del letargo y le resucita para causas que parec¨ªan perdidas.
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