?Qu¨¦ nos est¨¢ pasando?
La autora sostiene que las agresiones contra las mujeres son la expresi¨®n extrema de una desigualdad muy arraigada en la sociedad
En el plazo de unas pocas horas se han sucedido tres hechos que han vuelto a poner en el primer plano de la actualidad la violencia contra las mujeres. Una joven ha sido asesinada en su lugar de trabajo por un hombre que hace d¨ªas ya la hab¨ªa amenazado con un arma, dos meses despu¨¦s de haber roto su relaci¨®n sentimental y, al parecer, s¨®lo por esta causa. Un hombre acusado de violar a una menor bajo la amenaza de un arma de fuego ha recibido una sentencia indulgente porque la menor ten¨ªa experiencia sexual previa. Y, en el m¨¢s famoso concurso de la historia de la televisi¨®n en nuestro pa¨ªs, uno de los concursantes ha sido expulsado por su conducta violenta hacia una compa?era con la que adem¨¢s manten¨ªa alg¨²n tipo de idilio a la vista de un p¨²blico entregado.
Durante siglos, desde la religi¨®n, desde la filosof¨ªa, la ciencia o la pol¨ªtica se ha defendido que las mujeres eran seres inferiores
Esta acumulaci¨®n de noticias, sin duda casual, resulta bastante alarmante. Y lo m¨¢s alarmante, a poco que se piense en ello, es que sin la tremenda repercusi¨®n social del concurso televisado quiz¨¢ los otros dos hechos habr¨ªan pasado ya casi inadvertidos. La descarada comprensi¨®n de algunos jueces hacia los agresores sexuales da para una peque?a antolog¨ªa del disparate, y sobre los asesinatos de mujeres poco cabe a?adir a las simples cifras: seg¨²n la Asociaci¨®n de Mujeres Separadas y Divorciadas, fueron 47 en 1998, 58 en 1999 y 66 en 2000.
?Qu¨¦ nos est¨¢ pasando? La primera tentaci¨®n es buscar consuelo en la idea de que antes las cosas eran a¨²n peores, y que tambi¨¦n ahora lo son en muchos otros pa¨ªses. En este segundo aspecto no faltan argumentos, desde luego. Seg¨²n el informe Cuerpos rotos, mentes destrozadas, difundido por Amnist¨ªa Internacional el pasado 6 de marzo, al menos 2 de cada 10 mujeres en el mundo han sufrido malos tratos f¨ªsicos o agresiones sexuales. En Estados Unidos, cada 15 segundos una mujer sufre malos tratos. En India, m¨¢s del 40% de las mujeres casadas dice haber sufrido golpes o abusos sexuales por parte de sus compa?eros o maridos.
El 21 de noviembre pasado, la comisaria europea de Empleo y Asuntos Sociales se bas¨® en datos del Eurobar¨®metro para hacer un llamamiento a los pa¨ªses miembros. En la UE, una de cada cinco mujeres ha sufrido malos tratos de su marido o compa?ero al menos una vez en la vida. La presidenta del Comit¨¦ para los Derechos de la Mujer del Parlamento Europeo, la sueca Maj Britt Theorin, insisti¨® en que no se trata de asuntos privados, sino de delitos. 'Imaginemos', dijo, 'que estuvi¨¦ramos tratando de una plaga que afectara a una quinta parte de la poblaci¨®n europea y que causara muchas muertes y da?os cr¨®nicos. La plaga que describo es tan vieja como la humanidad y nunca ha recibido el tratamiento adecuado'.
Entre los objetivos que plantea la campa?a europea se incluyen, adem¨¢s de los cambios legislativos, la concienciaci¨®n ciudadana y especialmente la sensibilizaci¨®n de los profesionales de la sanidad, la justicia y la polic¨ªa. En Espa?a, los primeros datos desglosados sobre la violencia de g¨¦nero coinciden con la creaci¨®n por el primer Gobierno socialista del Instituto de la Mujer. En 1984 se abri¨® la primera casa de acogida, y en 1989 se incluyeron en los planes de estudio de la Polic¨ªa Nacional y la Guardia Civil materias sobre estos delitos y sobre la forma en la que las fuerzas de seguridad deben actuar.
En 1985 hubo 13.705 denuncias; en 1990, 15.462; y en 2000, 30.202. El 75% de estas denuncias se refieren a agresiones producidas por c¨®nyuges o ex c¨®nyuges. Las comunidades con m¨¢s denuncias son Madrid, Catalu?a, Andaluc¨ªa y Valencia. Una encuesta del Instituto de la Mujer se?alaba en 1999 que, sobre un total de 15.028.000 mujeres espa?olas, 1.865.000 eran consideradas t¨¦cnicamente como maltratadas, y otras 640.000 se autoconsideraban como tales. En total, el 17% de las mujeres espa?olas mayores de 18 a?os.
En realidad, la violencia, las agresiones sexuales o el maltrato dom¨¦stico son algunas de las manifestaciones m¨¢s extremas de la desigualdad entre hombres y mujeres: el ¨²ltimo escal¨®n de la desigualdad. Durante siglos, desde la religi¨®n, desde la filosof¨ªa, la ciencia o la pol¨ªtica se ha defendido que las mujeres eran seres inferiores. Unas veces por voluntad divina, otras por imperativo de la naturaleza, que nos hab¨ªa hecho as¨ª, las mujeres est¨¢bamos destinadas al servicio y la sumisi¨®n al var¨®n.
No se trataba s¨®lo de tradici¨®n o de costumbre. Las leyes legitimaban esa sumisi¨®n femenina y hasta concretaban los castigos aplicables en caso de rebeld¨ªa o desobediencia por parte de las mujeres. Cuando John Stuart Mill escribi¨® La sujeci¨®n de las mujeres (1869), la ley inglesa permit¨ªa golpear a las mujeres con un palo, siempre que no fuera m¨¢s grueso que un pulgar. Para entonces se hab¨ªa avanzado bastante, porque antes de que se limitaran el instrumento y su grosor los golpes se pod¨ªan aplicar con lo que se quisiera. Pero, m¨¢s all¨¢ de la ley, el concepto de honor masculino ha servido para justificar los actos de violencia contra las mujeres. Todav¨ªa hoy ese honor est¨¢ detr¨¢s de la violencia que sufren muchas mujeres en el mundo. Es imposible olvidar esas fotos de mujeres paquistan¨ªes con las caras desfiguradas por el ¨¢cido sulf¨²rico, en castigo por supuestos atentados contra el honor. En Espa?a se intent¨® reconstruir las caras de algunas de estas mujeres con cirug¨ªa est¨¦tica. Es dif¨ªcil, sin embargo, que nadie pueda borrar el horror que han vivido.
No existe un ¨²nico perfil, sino distintos tipos de hombres que ejercen la violencia en el contexto de una relaci¨®n de pareja. En t¨¦rminos generales, este tipo de hombre suele adoptar modalidades de conducta disociadas: en el ¨¢mbito p¨²blico se muestra muchas veces como una persona integrada y, en la mayor¨ªa de los casos, no muestra en su conducta nada que haga pensar en actitudes violentas. En el ¨¢mbito privado, en cambio, se comporta de modo amenazante, utiliza agresiones verbales y f¨ªsicas, como si se transformara en otra persona.
Las estrategias contra la violencia tienen que ser globales, actuar a nivel preventivo, incluir la atenci¨®n a las v¨ªctimas y contemplar tambi¨¦n la reinserci¨®n de las personas que sufren la violencia. En 1998, el Gobierno del Partido Popular present¨® un Plan de Acci¨®n contra la Violencia Dom¨¦stica 1998-2000, que ha sido criticado como ineficaz por carecer de presupuesto econ¨®mico y de medidas concretas, y por no haber contado con la participaci¨®n de las asociaciones de mujeres, que tienen mucha experiencia por haber trabajado durante muchos a?os en este tema. Aprovechando de nuevo un 8 de marzo (2001), D¨ªa de la Mujer Trabajadora, el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, anunci¨® un segundo plan contra la violencia sin evaluar los resultados del primero. Las asociaciones de mujeres y el partido socialista plantean la aprobaci¨®n de una ley integral contra la violencia y la creaci¨®n de una Delegaci¨®n del Gobierno contra la violencia de g¨¦nero.
La ilusi¨®n de que estamos ante un problema del pasado, que tiende con el tiempo a resolverse, podr¨ªa ser s¨®lo eso, una ilusi¨®n. La violencia, como dec¨ªa antes, es un rasgo extremo de la desigualdad. En estos ¨²ltimos a?os, la situaci¨®n de las mujeres ha mejorado en algunos pa¨ªses, pero en otros las cosas parecen haber empeorado. Las Naciones Unidas han reunido al grupo isl¨¢mico y han intentado negociar a trav¨¦s de Pakist¨¢n para que los talib¨¢n no destruyeran los Budas gigantes, pero no han reaccionado antes con la misma prontitud, con el mismo nivel de contundencia, ante la barbarie y la verg¨¹enza que supone lo que est¨¢ pasando con las mujeres afganas. Hay algo profundamente enfermo en una conciencia social que presta menos atenci¨®n a la vida y la dignidad de las mujeres que al valor de una obra de arte. O al ¨¦xito, al dinero o a una ef¨ªmera popularidad en los medios de comunicaci¨®n.
Carmen Mart¨ªnez Ten es miembro de la Asociaci¨®n para la Reflexi¨®n y la Acci¨®n Femenista (ARAF).
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