Adi¨®s, Guardiola; adi¨®s, Joan Gamper
Arteta, Gerard, Iniesta, Iv¨¢n de la Pe?a, Xavi y Riquelme, como cabeza de una larga lista de aspirantes a centrocampistas del Bar?a, presagiaban un mal final para la renovaci¨®n de Josep Guardiola, renovaci¨®n en el inmediato pasado necesaria porque significaba un respiro para N¨²?ez reci¨¦n despedido Cruyff, pero que ahora depend¨ªa de algo tan sutil como el imaginario de la catalanidad del club. Sin Guardiola, de momento, es como si una bebida catalana tan carism¨¢tica como Aromas de Montserrat dejara de ser de Montserrat o perdiera los aromas, una cat¨¢strofe equivalente a la de hacer una tortilla de patatas sin huevos o una canci¨®n de Quintero, Le¨®n y Quiroga sin Rafael de Le¨®n. Convertido en una instituci¨®n, Guardiola hab¨ªa asumido muy inteligentemente su papel de emblema de la catalanidad del equipo en tiempos de excesos de comunitarios y extranjer¨ªas, de la misma manera que Ra¨²l ha sido la exclusiva coartada ¨¦tnica del Real Madrid hasta la llegada de Casillas. El nu?ismo estaba dividido ante un jugador demasiado potente para tenerle miedo a la directiva y al mismo tiempo necesario para compensar la holandizaci¨®n de la plantilla acometida por Van Gaal en uno de esos momentos en que todav¨ªa se le reduc¨ªa m¨¢s su escasa capacidad de imaginaci¨®n.Guardiola pag¨® un elevado precio por esta relaci¨®n de dependencia, porque salieron de paniaguados de la directiva campa?as de desprestigio e incluso los rumores sobre su vida privada, sin otra apoyatura que haber actuado ocasionalmente como modelo de moda masculina o como recitador p¨²blico de poemas de Mart¨ª Pol. Defendido a ultranza por el barcelonismo m¨¢s profundo y por Santiago Segurola, el profeta guardiolesco de EL PA?S, las calumnias de los paniaguados no consiguieron erosionarle, y ah¨ª est¨¢ Guardiola como la Puerta de Alcal¨¢ en la canci¨®n de V¨ªctor Manuel y Ana Bel¨¦n, adem¨¢s reciente padre de familia y en condiciones de iniciar una nueva vida deportiva lejos de la madriguera y un tanto aliviado de la obligaci¨®n de asumir tanta representatividad. S¨®lo las monta?as sagradas no se cansan de ser sagradas.
El futbolista no ha querido decir a qu¨¦ club extranjero se va y ha agradecido el trato recibido por presidentes, directivos y entrenadores en un ejercicio de blanqueado de cerebros, el propio y los ajenos, que se corresponde con su papel de portavoz equilibrado e inteligente, que guarda para sus adentros y sus ¨ªntimos lo que realmente piensa de presidentes, directivos y entrenadores. Hace pocos d¨ªas se especulaba sobre la necesidad de que Guardiola renovara el contrato para cumplir con su papel de futbolista de excepci¨®n y adem¨¢s de l¨ªder de un vestuario bab¨¦lico frente a directivas de aluvi¨®n, pero pod¨ªa percibirse en el jugador una cierta voluntad de salir de su propio papel y vivir sus ¨²ltimos tres o cuatro a?os de futbolista embutido en otra personalidad: la del superclase extranjero que ha de reinventar su mirada de estratega.
Los barcelonistas no s¨®lo han de empezar a decir adi¨®s a Guardiola, sino tambi¨¦n a la vieja promesa de que el Camp Nou hab¨ªa nacido para llamarse Joan Gamper, promesa aplazada bajo el franquismo porque Gamper era de origen suizo, protestante, enemigo de la dictadura de Primo de Rivera y suicida, luego nuevamente aplazada bajo el nu?ismo, supongo que por los mismos motivos y porque los pelotas de N¨²?ez aspiraban a que el estadio alg¨²n d¨ªa llevara su nombre. Obligados a elegir los socios entre Camp Nou o Estadi del Club de F¨²tbol Barcelona, ser¨ªa conveniente que llenaran las papeletas con el nombre de Gamper o de Sharon Stone, a ver qu¨¦ pasa, porque elegir entre las dos propuestas de la actual directiva significa decidir entre una imprecisi¨®n cronol¨®gica (?hasta cu¨¢ndo ser¨¢ un Camp Nou; es decir, un Campo Nuevo?) y una obviedad equivalente a las obviedades boskovianas: el f¨²tbol es el f¨²tbol.
Costar¨¢ llenar el vac¨ªo de Guardiola habida cuenta del retraso con el que la ingenier¨ªa gen¨¦tica se mueve en relaci¨®n con el mercado, y muy especialmente con el futbol¨ªstico. El Barcelona necesita un futbolista superclase catal¨¢n, teleg¨¦nico, con don de palabras y de gentes, capaz de recitar a poetas nacionales y de tener el sentido del humor necesario para ser portavoz de una olla de grillos.
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