Han llegado los inv¨¢lidos

Ya tenemos aqu¨ª a los toros tullidos y genuflexos. Los toros de tembleque de patas, el derrumbe y la costalada. Ya han llegado, como alarmante anuncio de lo que nos pueden echar en las corridas de la feria madrile?a que est¨¢ ah¨ª ya, a la vuelta de la esquina. Si lo que nos tienen preparado para la largu¨ªsima encerrona de este a?o son toros endebluchos como ¨¦stos, de los que dos volvieron a los corrales cuando ten¨ªan que haberse ido todos, estamos apa?ados. Nosotros y los toreros, naturalmente. Porque en esta corrida s¨®lo pudieron lucierse, aunque fuera a r¨¢fagas, Miguel Rodr¨ªguez y Rodolfo N¨²?ez, en su labor frente a los dos sobreros, que aunque mansearon, apenas se emplearon y tampoco eran unos h¨¦rcules, por lo menos se mantuvieron en pie. Fue el cuarto un toro que tampoco destac¨® por sus fuerzas y Miguel Rodr¨ªguez se pele¨® con ¨¦l de la raya para adentro, terreno en el que se refugi¨® el animal y donde se resisti¨® a la embestida y protest¨® mucho. Miguel estuvo con m¨¢s voluntad y arrojo en que su enemigo anterior y muy decidido le arranc¨® derechazos y arriesgados pases de pecho. Aunque el viento le agitaba el enga?o, el madrile?o no se arrug¨® y pudo recorrer el anillo como premio a su faena. A este toro lo banderille¨® con sobriedad, por ambos pitones y arriesgando un mont¨®n en un par por los adentros.

Rodolfo N¨²?ez tambi¨¦n estuvo esforzado con el quinto, pero abus¨® del derechazo y al final result¨® mon¨®tono y pesado. La faena empez¨® en tonos discretos para ir luego decayendo al pasar del muletazo al trapazo. Estuvo m¨¢s decidido que art¨ªstico y es posible que se desinflara despu¨¦s de sufrir un desarme.

En su primero toro, Miguel Rodr¨ªguez se mostr¨® desconfiado y no aprovech¨® la clara embestida que el morlaco le ofrecia por el pit¨®n izquierdo. Por all¨ª lo pas¨® en varias tandas, muy despegado y meti¨¦ndole el piquito, hasta que el toro empez¨® a quedarse corto. Y Rodolfo N¨²?ez no pudo hacer nada con el segundo, que cabece¨® en exceso, desarroll¨® sentido y termin¨® parado.

Paquito Perlaza sac¨® a relucir un toreo desacoplado y superficial. No se entendi¨® con ninguno de sus oponentes y a veces daba la impresi¨®n de que iba a ser cogido, por su ausencia de dominio. Tuvo dos inv¨¢lidos aborregados, ambos del hierro anunciado y dio muchos pases sin fuste ni garra, sobre todo al sexto. En los dos intercal¨® un afarolado que no ven¨ªa a cuento y tampoco manej¨® el estoque como para cantarle alabanzas. Su primer toro se muri¨® ¨¦l solito, de puro inv¨¢lido, y al sexto no acert¨® a despenarlo con el verduguillo.