Custodiar o plagiar
El peor favor que le han hecho a Luis Racionero sus defensores en este triste asunto del plagio encontrado en un libro suyo ha sido decir que es muy culto. Yo tambi¨¦n lo digo,y m¨¢s cosas: no s¨®lo es culto y bien le¨ªdo, con una amplia curiosidad intelectual, sino un hombre refinado y amable, seg¨²n pude comprobar personalmente en algunos encuentros y charlas ocasionales. Cuando la ministra de Cultura y otros espont¨¢neos tratan de disculpar el evidente abuso cometido por el nuevo director de la Biblioteca Nacional recordando sus estudios en Cambridge, sus premios literarios, la impresionante cantidad de libros publicados, est¨¢n metiendo la pata y el dedo en la llaga, que de esa forma abren m¨¢s. Lo cort¨¦s nunca ha quitado lo valiente.
Se comenta en los c¨ªrculos m¨¢s pr¨®ximos o afectados por la noticia que el plagio es tan antiguo casi como el oficio de escribir, se citan casos probados, alguno muy ilustre y a¨²n abierto, y en esta campechana consideraci¨®n anecd¨®tica puede verse la sombra de la excusa, una manera impl¨ªcita de aceptar lo inevitable. Conviene que llamemos a las cosas por su nombre, sobre todo en el campo de la literatura, que aspira a construir con palabras un universo de valores libre de los intereses del precio y la moneda falsa de la fama.
Vivimos en un tiempo lleno de sospechas, denuncias y revelaciones p¨²blicas. A nadie se le perdona nada ni se le pasa una (bueno, a casi nadie; hay reyes y poderosos que gozan del silencio administrativo o lo compran). Cuando es posible demostrar que un pol¨ªtico elegido democr¨¢ticamente ha malversado dinero,lo inmediato es -o se intenta que sea- destituirle. Cuando en la mesa de un juez se amontonan sin raz¨®n cientos de sumarios pendientes, contribuyendo as¨ª a esa 'tardanza en la ley' que ya Shakespeare consideraba uno de los peores da?os, lo que procede es abrir una investigaci¨®n y sancionar al negligente.
La palabra corrupci¨®n. De tanto o¨ªrla hay peligro de olvido de su significado. Corromper es, dice el diccionario ideol¨®gico de Don Julio Casares, 'alterar y mudar la forma de alguna cosa', mientras que el mismo Casares da como segunda acepci¨®n del sustantivo la 'alteraci¨®n, error o tergiversaci¨®n en un libro o escrito'. Estoy seguro de que Racionero tambi¨¦n tiene entre sus lecturas a nuestros grandes lexic¨®grafos. La alteraci¨®n fraudulenta de un texto, suplantando al verdadero autor. La pereza. Males humanos, y no de los peores. ?Son disculpables en un servidor p¨²blico encargado de la custodia de los libros que fundan la parte duradera e incorruptible de nuestra cultura?
Vivimos tambi¨¦n en un tiempo de esc¨¢ndalos. He o¨ªdo en los mismos c¨ªrculos antes mencionados que la revelaci¨®n de este plagio s¨®lo constituye un nuevo episodio de la guerra entre los grupos medi¨¢ticos y pol¨ªticos, y que en las redacciones y altos despachos aguardan carpetas mucho m¨¢s comprometedoras. Un novelista indiscutible habr¨ªa -dicen- fusilado casi ochenta p¨¢ginas en un libro reciente de mucho ¨¦xito, y la cosa no acaba ah¨ª.
Si existen esos apabullantes dossiers secretos lo mejor es que salgan cuanto antes a la luz, y no lo digo por morbo literario, que ya lo tengo curado a base de aplicaciones peri¨®dicas de espanto. Ser¨ªa bueno por higiene mental y art¨ªstica, claro est¨¢, pero tambi¨¦n para que el p¨²blico, a veces muy embobado con la figura rom¨¢ntica del escritor,se enterase de que su novelista preferida o su dramaturgo carism¨¢tico no son ni m¨¢s insobornables ni menos err¨®neos que el alcalde de la localidad o el juez territorial. Humanizado as¨ª, desmitificado, podr¨ªa entonces pasar la prueba de la responsabilidad moral a la que todo artista -joven poeta de provincias o galardonado preboste- se expone por la noble vanidad de querer a?adir su voz al desconcierto del mundo.
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