La ciza?a
El inminente comienzo -el pr¨®ximo viernes- de la campa?a oficial de las elecciones vascas ha intensificado los movimientos de todos los partidos para mejorar sus posiciones en la l¨ªnea de salida y para preparar sus cartas con vistas a los juegos de alianzas tras la apertura de las urnas. La coalici¨®n nacionalista moderada (PNV y EA) se esfuerza por distanciarse de EH -el brazo pol¨ªtico de ETA- y por presentarse como la ¨²nica garant¨ªa del autogobierno, la cohesi¨®n social y las estrategias de paz. Los desacuerdos t¨¢cticos entre PP y PSOE han comenzado esta semana a enturbiar sus entendimientos estrat¨¦gicos de fondo en defensa de la Constituci¨®n y del Estatuto de Guernica. Por lo dem¨¢s, era inevitable que populares y socialistas, pese a sus planteamientos en com¨²n a favor de las libertades y los derechos individuales, pugnasen por abrirse espacios electorales propios en la campa?a; de a?adidura, las heridas producidas por la encarnizada campa?a librada por el PP contra el PSOE entre 1993 y 1996 todav¨ªa no han cicatrizado. En cualquier caso, la ciza?a sembrada ¨²ltimamente por algunos dirigentes populares (como el incontinente Javier Arenas) y por periodistas a quienes ciega la fobia antisocialista, empe?ados en acusar al PSOE de hablar un doble lenguaje y de preparar un pacto a traici¨®n con los nacionalistas fieles al Pacto de Estella, de nada servir¨¢ a los constitucionalistas: los incrementos de votos del PP a costa del PSOE ser¨ªan un est¨¦ril juego de suma cero.
El Acuerdo por las libertades y contra el terrorismo, suscrito el pasado diciembre por PP y PSOE, restringe el ¨¢rea de posibles conflictos entre ambas formaciones. Ese documento, vinculante para ambos partidos mientras el terrorismo no sea definitivamente erradicado, sienta como principio irrenunciable que 'el abandono definitivo, mediante ruptura formal, del Pacto de Estella' (y de sus organizaciones derivadas) constituye 'un requisito imprescindible para alcanzar cualquier acuerdo pol¨ªtico o pacto institucional' con el PNV y EA. El texto no se limita a subrayar que el corte tajante de los nacionalistas moderados con el nacionalismo radical es 'una condici¨®n evidente y necesaria' para la 'reincorporaci¨®n de estas fuerzas pol¨ªticas al marco de unidad de los partidos democr¨¢ticos para combatir el terrorismo'; tambi¨¦n recuerda que la 'recuperaci¨®n plena' de la unidad perdida desde el Pacto de Ajuria-Enea 'debe llevarse a cabo en torno a la Constituci¨®n y el Estatuto de Guernica'.
As¨ª pues, cualquier debate de buena fe sobre los hipot¨¦ticos acuerdos parlamentarios de populares y socialistas con los nacionalistas moderados debe circunscribirse exclusivamente al supuesto de que PNV y EA abandonen el desastroso rumbo iniciado por su pacto secreto con ETA y su acuerdo p¨²blico con EH durante el verano de 1998. Por supuesto, siempre cabe jugar te¨®ricamente con la conjetura de que el PP o el PSOE pudieran incumplir su palabra y pactar con el nacionalismo moderado sin previa ruptura con el Pacto de Estella; sin embargo, la alt¨ªsima improbabilidad de que ese escenario llegue a producirse invita a descartarlo. Los humillantes esfuerzos desplegados por algunos publicistas afines al Gobierno para que los socialistas cargasen con la probatio diabolica de su lealtad al Acuerdo por las libertades son un monumento a las pr¨¢cticas inquisitoriales y al sectarismo pol¨ªtico.
?Qu¨¦ podr¨ªa ocurrir en el improbable supuesto de que la coalici¨®n PNV-EA aceptase las exigencias de populares y socialistas? En un pasaje c¨¦lebre, Marx sostuvo que la humanidad s¨®lo se plantea los problemas que puede resolver; los partidos constitucionalistas tampoco deber¨ªan dedicarse a juguetear, como la lechera del cuento, con hip¨®tesis poselectorales fantasiosas. Resulta f¨¢cil entender que al PP no le guste un eventual gobierno de concentraci¨®n con nacionalistas y socialistas, caso de tomar cuerpo la debil¨ªsima posibilidad de una ruptura con Estella del PNV y EA: la historia ense?a que los segundos m¨¢s votados en las urnas (muy posiblemente los populares el 13-M) cuentan con menos oportunidades para presidir una coalici¨®n tripartita que los primeros llegados a la meta (seguramente, los nacionalistas), o que los terceros convertidos en bisagra (los socialistas en tal escenario). Ser¨ªa absurdo, sin embargo, poner en peligro la unidad de los dos partidos constitucionalistas en torno a cuestiones fundamentales por culpa de conjeturas dif¨ªcilmente imaginables: no hay razones de peso para apostar por un cambio radical de las posiciones de la coalici¨®n PNV-EA despu¨¦s del 13-M.
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