El 13 de mayo, fecha clave
Europa, me refiero a esa minor¨ªa que sigue con atenci¨®n lo que ocurre en nuestro continente, tiene la vista clavada en las elecciones del 13 de mayo. No en las que se celebran en el Pa¨ªs Vasco, que con raz¨®n obsesionan a los espa?oles, sino en las italianas. El europeo de nuestro entorno no puede entender que en un pa¨ªs democr¨¢tico, con una renta nacional alta, el terrorismo pueda contar con el apoyo de una parte considerable, rondando el 20% de la poblaci¨®n. Si hay democracia, democr¨¢ticamente debe resolverse cualquier contencioso; c¨®mo explicarse entonces que una minor¨ªa acuda a la violencia sin por ello perder el apoyo de una parte significativa de la poblaci¨®n, que pone por delante sus reivindicaciones nacionales al respeto de los derechos humanos y a las reglas de juego. En el pasado, fascistas y comunistas colocaron, unos la cuesti¨®n nacional, los otros la revoluci¨®n social, por encima de cualquier norma o derecho, con las consecuencias conocidas. Que con esta experiencia a las espaldas, en el coraz¨®n de Europa haya gente que anteponga las reivindicaciones nacionales al respeto de los derechos humanos es algo que no entra en la cabeza del europeo medio. Por lo que, cuando se entera de alg¨²n atentado de ETA, al no entender nada, prefiere mirar para otro lado. Al fin y al cabo, que en una Europa unida haya un Estado m¨¢s o menos no modifica sustancialmente el proyecto.
S¨ª, en cambio, var¨ªa el panorama europeo si, como indican las encuestas, las elecciones del 13 de mayo las ganase Silvio Berlusconi. Las sentencias judiciales nos permiten asegurar que el candidato ha falseado balances, ha cometido fraude con los impuestos, ha comprado a funcionarios, ha mentido ante los tribunales. El pasado 24 de abril, con llamativo retraso, el embajador espa?ol en Roma presentaba la petici¨®n de suplicatorio en relaci¨®n con un posible fraude a la Hacienda espa?ola. Lo que pone los pelos de punta es que este brillante historial de corrupci¨®n no baste para que una buena parte del electorado italiano deje de votarle. En la Europa democr¨¢tica, el desprestigio de la clase pol¨ªtica es tanto, y la desinformaci¨®n tan grande, que no s¨®lo en Italia pudi¨¦ramos asistir a un desmontaje democr¨¢tico de la democracia. Es grave que los marbell¨ªes voten a Gil; pero ni de lejos es comparable en su alcance con que los italianos voten a Berlusconi, que, como Gil, se siente v¨ªctima de una campa?a personal organizada por los 'comunistas'.
Berlusconi preside una coalici¨®n que reune en la Casa de la Libertad, adem¨¢s de su propio partido, a la Liga Norte de Umberto Bossi y la Alianza Nacional de Gianfranco Fini. La Liga ha dado marcha atr¨¢s en su separatismo, al comprobar que no conduce a ninguna parte, para insistir en una pol¨ªtica de discriminaci¨®n de los extranjeros, sobre todo si son musulmanes, que atrae m¨¢s votos. Fini, ciertamente ha eliminado de su organizaci¨®n los componentes fascistas m¨¢s claros, aunque a¨²n son tantos los flecos que quedan, que no cabe permanecer tranquilo. Ser¨¢ triste comprobar que los mismos que elevaron sus voces contra Haider y propusieron el aislamiento de Austria permanecer¨¢n callados ante una amenaza de la democracia mucho m¨¢s contundente. Para ventaja de los pol¨ªticos, la memoria de los pueblos es corta.
Prestigiosos intelectuales italianos han advertido del peligro que se cierne, no s¨®lo sobre Italia, sino sobre toda Europa. Amigos de Berlusconi los encontramos en todos los partidos conservadores europeos, atentos a esta segunda salida del empresario, campe¨®n de los listos que, recurriendo a todos los medios, alcanzan siempre sus objetivos, a los que los italianos llaman furbi. Propietario de las principales cadenas privadas de televisi¨®n y con el control de las p¨²blicas, pondr¨¢ en pr¨¢ctica el arte refinado de gobernar para beneficio de unos pocos con el apoyo de una amplia mayor¨ªa social. Se comprende que los europeos, razonablemente inquietos, mantengan la vista fija en Italia.
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