Fiestas
A antrop¨®logos, soci¨®logos, ling¨¹istas y gentes as¨ª les gustan mucho las fiestas. No s¨®lo por lo que ustedes imaginan, sino porque ah¨ª encuentran fecundo material para estudios e investigaciones, con el que construir hip¨®tesis sobre los ritos, mentalidades y se?as de identidad de los pueblos o grupos que ingenuamente se solazan en tales fiestas. Andaluc¨ªa, con su exotismo real o inventado desde que aburridos ingleses o franceses curiosos se dejaron caer por aqu¨ª despu¨¦s de las guerras napole¨®nicas, no es una excepci¨®n sino todo lo contrario: incluso hay malpensados que sugieren que en Andaluc¨ªa las se?as de identidad no son tales o cuales fiestas, sino la fiesta, as¨ª con may¨²sculas, el que aqu¨ª guste estar de jarana por encima de cualquier otra cosa.
Para los ling¨¹istas las fiestas son, en muchas ocasiones, el almac¨¦n donde han ido a parar vocablos desaparecidos de otros usos m¨¢s comunes, algo as¨ª como un fondo de reserva de tesoros l¨¦xicos que, gracias a su aprovechamiento l¨²dico, pueden subsistir en la memoria colectiva, por muy corta que ¨¦sta pueda ser. Las fiestas muestran tambi¨¦n curiosas especializaciones de sentido en las palabras, giros sem¨¢nticos que pueden dejarnos asombrados.
En este sentido, la Semana Santa andaluza (no conozco otra) es mod¨¦lica. En realidad, la Semana Santa ha permitido, sobre todo, que subsistan viejos oficios artesanales que, sin ella, habr¨ªan pasado ya a ?mejor? vida: bordadores, doradores, imagineros... Piensen en la cantidad de vocablos propios de cada una de esas actividades que siguen ah¨ª vivos; poca gente los usar¨¢ y conocer¨¢, s¨ª, como cualquier otra jerga de oficio, pero ah¨ª est¨¢n. Y tambi¨¦n los que usan tan variopintos grupos de personas como vestidores y vestidoras de im¨¢genes, decoradores de pasos o tronos (?otra l¨ªnea de ruptura entre el Oeste y el Este de la regi¨®n?), por no hablar de priostes, nazarenos o penitentes. Sin embargo, toda esa riqueza apenas ha sido investigada. Hay, s¨ª, benem¨¦ritas recopilaciones, pero, que yo sepa, pocos de nuestros ling¨¹istas se han atrevido con ella. Y ah¨ª hay trayectorias sem¨¢nticas tan curiosas como la del capillita sevillano o misterios como la chicot¨¢ (?a cu¨¢l de los sentidos que da el diccionario para 'chicote' vincularla?). Piensen que en el tan celebrado Atlas Ling¨¹¨ªstico de Andaluc¨ªa se pasa de la Cuaresma a la Pascua de Resurrecci¨®n sin hacer la menor estaci¨®n cofradiera.
En comparaci¨®n con la Semana Santa, las ferias salen perdiendo. Tomando como ejemplo la de Sevilla, de poco vocabulario propio puede ¨¦sta alardear: si acaso, la pa?oleta de las casetas. Todo lo dem¨¢s es prestado. Quiz¨¢ eso tenga que ver con su car¨¢cter de fiesta un tanto an¨®mala: inventada para un fin (?y por for¨¢neos adem¨¢s!), y acabada en otro, sin celebrar ni santos ni efem¨¦rides patrias ni nada por el estilo, alocada y sin otro sentido que la diversi¨®n por la diversi¨®n...
Quiz¨¢ por eso sea la Feria la fiesta perfecta.
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