'Quiero una muerte digna y nadie tiene derecho a imped¨ªrmelo'
Una enferma de c¨¢ncer reclama la eutanasia porque 'nadie tiene derecho a impedir una muerte digna'
'Quiero vivir, pero cuando mi vida ya no sea vida, querr¨¦ morir con una muerte digna y nadie tendr¨¢ derecho a imped¨ªrmelo'. Mar¨ªa rebosa vitalidad esta ma?ana primaveral en la que ha acudido una vez m¨¢s a la sede de la Asociaci¨®n Derecho a Morir Dignamente, en el centro de Barcelona. Hoy no vino en busca de ayuda. Ha sido reclamada por Aurora Bau, una de las dirigentes de la asociaci¨®n, para hablar del derecho a la eutanasia. El despacho es peque?o y se ha sentado de espaldas a la ventana, d¨®cil a las peticiones del fot¨®grafo que, en cambio, no deber¨¢ retratarla de cara. Tampoco habr¨¢ apellidos en este reportaje.
C¨¢ncer. Un melanoma maligno. Met¨¢stasis. Bultos en el cuerpo como huevos de gallina. Mar¨ªa supo que iba a morir en la Semana Santa de hace tres a?os, cuando fue al hospital de Bellvitge, en Barcelona, a recoger el resultado de unos an¨¢lisis. Se lo dijo el m¨¦dico. 'Tiene usted una cosa muy seria'. 'Ya. Tengo c¨¢ncer', replic¨® Mar¨ªa, sonriente.
'Hay d¨ªas que ya no puedo con el alma, como si me cayera aceite hirviendo encima de todo el cuerpo'
S¨®lo llor¨® cuando, de vuelta a casa, su marido y los dos hijos tampoco quer¨ªan creer lo que les estaba diciendo. 'El asunto era serio. Me di cuenta cuando vi c¨®mo lloraba una amiga m¨ªa que acababa de hablar con el m¨¦dico. Le hab¨ªan dicho: 'Su amiga no se da cuenta de lo que tiene, pero lo que tiene es para morirse antes de dos a?os', y se le saltaron las l¨¢grimas. Yo la vi llorar tras los cristales y me dije: 'Se acab¨®'.
Mar¨ªa tiene algo m¨¢s de 50 a?os, una hermosa casa cerca de Barcelona, un marido al que est¨¢ 'educando' para cuando ella le falte, dos hijos ya crecidos y una segunda vivienda en Menorca, de donde acaba de regresar. Sabe que va a morir pronto. En realidad, 'estoy viviendo ya de propina', dice sin tapujos.
Le dieron, como mucho, dos a?os de vida y, superado ese plazo fatal, a veces se siente magn¨ªfica, pero en otras muchas ocasiones siente que no va a resistir. 'Como si no pudiera con mi alma. Hoy estoy para irme a hacer un concurso de rock and roll; en cambio hay d¨ªas, cada vez m¨¢s frecuentes, en los que parece como si me cayera aceite hirviendo encima de todo el cuerpo, y ma?anas en las que me despierto con v¨®mitos y no puedo ni levantar la cabeza de la almohada'.
Pero hoy es un d¨ªa hermoso en el que ha decidido alzar su voz, de nuevo, en favor de la eutanasia. La muerte buena. La vida bella. 'Cuando ven¨ªa para ac¨¢ pensaba c¨®mo crecen las flores en el parque Cervantes, y lo limpio que est¨¢ el aire esta ma?ana. ?Es que es preciosa, Barcelona!', exclama. Junto al portal de la asociaci¨®n, un mendigo toca a esa hora una canci¨®n brasile?a y a Mar¨ªa le ha sonado a jazz. La vida en azul. El mar de Menorca. Las puestas de sol que ve cada tarde -'antes ni me daba cuenta'- desde la cocina; el no cerrar la ventana de la habitaci¨®n para despertarse con la vista del Montju?c al fondo. 'Yo esto no me lo quiero perder, pero si las cosas vienen as¨ª, al menos quiero disfrutarlo hasta el final', dice.
As¨ª que su obsesi¨®n es el dolor y c¨®mo librarse de una muerte que le llegue, interminable, cuando ya lleve tiempo sin poder valerse por s¨ª misma. Eso no lo quiere. 'La vida que ya no se vive. Ver el sufrimiento de la familia cuando ni siquiera puedes consolarla'. Mar¨ªa no quiere morir as¨ª. Por el contrario, querr¨ªa despedirse de los suyos 'como si emprendiera un viaje'. 'Y que conservaran de m¨ª una imagen alegre, sin sufrimiento. No quiero que me vean con la boca seca y abierta, sin poderles hablar'. As¨ª recuerda ella la muerte de su padre. Casi moribundo, le llevaron al hospital y un m¨¦dico coment¨® que era absurdo darle medicinas que s¨®lo servir¨ªan para prolongarle la muerte. '?Qu¨¦ raz¨®n ten¨ªa aquel m¨¦dico!'.
De peque?a, a Mar¨ªa le impresion¨® escuchar que un vecino hab¨ªa muerto dando gritos que se o¨ªan desde el portal. D¨ªa tras d¨ªa, gritando de dolor, como en la interminable agon¨ªa de Iv¨¢n Ilich, el personaje de Le¨®n Tolst¨®i. Una muerte de perro. '?No! A los perros les practican la eutanasia. Tienen m¨¢s derechos que yo', replica.
Mar¨ªa siempre pens¨® en una muerte r¨¢pida. Un infarto. Un accidente de avi¨®n. 'Morir no me hab¨ªa asustado, ni me asusta. Me sabe mal, porque me quedan cosas por hacer. Pero, bueno, no siempre se pueden terminar las labores. S¨®lo que me horrorizaba la muerte con dolor. As¨ª que cuando me comunicaron que ten¨ªa esto, este c¨¢ncer, y que vivir¨ªa apenas unos meses, me dije: 'Qu¨¦ pena, por qu¨¦ no un infarto'.
Inmediatamente se puso a buscar la direcci¨®n de la Asociaci¨®n Derecho a Morir Dignamente. Hab¨ªa escuchado alguna vez al fil¨®sofo Salvador P¨¢niker, el fundador, hablar de la muerte digna y de la eutanasia, y le sonaron muy bien sus teor¨ªas, as¨ª que sali¨® 'corriendo en busca de esa ayuda'. No s¨®lo quer¨ªa saber, sino atar las cosas para cuando llegara el momento de morir en paz. 'Ven¨ªa con la idea de que me facilitar¨ªan una direcci¨®n adonde yo pedir¨ªa que me enviaran una capsulita para el d¨ªa en que ya no soportara seguir viva con mi enfermedad. Con todos los protocolos y requisitos que se quiera, pero yo no quer¨ªa m¨¢s que eso. Tener una puerta entreabierta. Una pildorita para el bien morir. No necesito m¨¢s para llevar la enfermedad tranquila. Pero me dijeron que estaba prohibido'.
Se march¨® desolada de aquellos despachos. 'Perdida del todo. No s¨¦ por qu¨¦ sigo viniendo aqu¨ª porque, total, no ten¨¦is lo que yo necesito', bromea ahora en presencia de Aurora Bau. A¨²n recuerda c¨®mo aquella misma tarde de desolaci¨®n y miedo su cuerpo quiso dejarse caer al paso del metro, antes de volver a casa, y c¨®mo logr¨® evitarlo a duras penas -'el recuerdo de mi familia, el horror en sus ojos cuando me vieran destrozada'. 'Me dije: 'M¨¢s vale acabar'. Pero consegu¨ª irme hacia atr¨¢s y me dije tambi¨¦n, all¨ª mismo, que necesitaba una psic¨®loga inmediatamente. Y aqu¨ª sigo. No he tenido m¨¢s pensamientos de suicidio, pero tampoco he encontrado las certezas que necesito'.
A Mar¨ªa la han convencido ya de que el dolor f¨ªsico tiene remedio -'una pastilla, otra, todas las que hagan falta'-, pero no acaba de ver qu¨¦ pasar¨¢, en los d¨ªas finales, con el emocional. 'No sufro por el dolor. S¨¦ que hay medios para eliminarlo en un gran porcentaje. Pero, ?el dolor emocional? No s¨¦. Tengo que seguir preguntando, pero no me dan seguridades'. La muerte, seg¨²n Mar¨ªa, 'no es dejar de respirar, sino el no salir a la calle, estar en la cama sin poder levantarte ni a orinar, morir en un hospital sin que nadie pueda hacer nada salvo ayudarte en todo porque t¨² ya no puedes hacer nada por ti misma. 'Eso es para m¨ª la muerte. La no vida'.
No se siente valiente, aunque hay muchas personas que se lo dicen. 'A veces me tiemblan las piernas. Me horroriza no saber c¨®mo va a terminar esto. Si supiera que en el momento en que la vida ya no es vida iba a tener una p¨ªldora para morir, ya no tendr¨ªa ning¨²n miedo', afirma. Tampoco lleva bien el aspecto familiar, y eso que, por lo que cuenta, est¨¢ rodeada de personas valerosas. Pero ve que su marido puede flaquear cuando ella no est¨¦. 'Tengo miedo a que no tenga el empuje que yo quiero darle. A veces pienso que se ir¨¢ despu¨¦s de m¨ª, aunque yo le animo, no s¨¦, que va a tener la cama para ¨¦l solo, que va a poder viajar a Cuba, e incluso le educo a que aprenda a hacer lo que m¨¢s le gusta, no s¨¦, caracoles con conejo. Pero no, me dice que ir¨¢ a un restaurante. Y llora, s¨¦ que llora cuando no le veo'.
?Planes a corto plazo? 'No s¨¦, me he convencido de que no debo embarcarme en planes m¨¢s all¨¢ del mes que viene. Porque el d¨ªa que me levanto fatal, con el aceite hirviendo en el cuerpo y todo eso, me digo: 'Merde, merde, merde. Esto se acaba'. Aunque, despu¨¦s, con las pastillas me pongo mejor y pasan los d¨ªas, y veo que supero una crisis tras otra, y entonces me digo que quiz¨¢s este verano vaya a Finlandia, donde vive mi hija, a ver los ¨¢rboles de colores. Si supiera cu¨¢ntos d¨ªas me quedan, tal vez me propondr¨ªa algo concreto. Pero no. Aunque me han fallado ya muchas veces los c¨¢lculos, prefiero vivir el d¨ªa a d¨ªa y disfrutar todo lo hermoso que me rodea y lo bonita que est¨¢ Barcelona'.
As¨ª que s¨®lo le queda el dolor y la rabia -'la gran incertidumbre que me hace sufrir'- de no poder disponer de sus ¨²ltimas horas, como otros muchos en su situaci¨®n ya pueden hacer en algunos pa¨ªses. El derecho a la eutanasia.
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