El profeta inc¨®modo
Que el ¨²ltimo de la clase es el primero en la vida es una especie mendaz que se han inventado, sin duda, los ¨²ltimos de la clase. George Steiner ha contado en Errata. An examined life (1997), su muy recomendable autobiograf¨ªa, los pasos de una infancia acomodada, exigente y meticulosa. No fue una ni?ez feliz ni m¨¢gica pero s¨ª el mejor umbral de un destino: el ni?o que elabora listas (de monarcas, de castillos, de ¨®peras) y que lee a los cl¨¢sicos grecolatinos es un predestinado. Pero, adem¨¢s, quien nace en Par¨ªs (1929), hijo de jud¨ªos vieneses, se educa en Nueva York, luego vive en Inglaterra y en Suiza, lo es por m¨¢s razones todav¨ªa. 'No tengo memoria', escribe Steiner, 'de una primera lengua o una lengua materna (...). Varias lenguas revoloteaban por la casa: el ingl¨¦s, el franc¨¦s y el alem¨¢n en el comedor y los salones. El alem¨¢n de Postdam, de mi aya, en el cuarto de los ni?os; el h¨²ngaro, en la cocina'.
De todo aquello y de muchas horas de estudio qued¨® un sedimento b¨¢sico en la personalidad de George Steiner. La huella m¨¢s llamativa fue la conciencia de pertenecer a un mundo intelectual privilegiado y ¨²nico: la alta burgues¨ªa intelectual centroeuropea de origen judaico. Nunca perdon¨® a Hitler y escribi¨® una novela en 1979, El traslado de A. H. a San Crist¨®bal, donde imagin¨® una larga conversaci¨®n de un Hitler octogenario con los miembros del comando israel¨ª que acaba de capturarle en la selva brasile?a. Pero ya sab¨ªa entonces que, despu¨¦s de Auschwitz, hab¨ªa que escribir de otra manera (lo dijo en Lenguaje y silencio) y que el porvenir de las letras anidaba, lejos de lo ¨¦tnico, en parajes de desarraigo ling¨¹¨ªstico (Extraterritorial) o moral (Ant¨ªgonas). Nada volver¨ªa a ser como fue en el siglo admirable de la historia universal, el pac¨ªfico XIX (En el castillo de Barbazul). Por ¨²ltimo, este hombre cree ?nada menos! que hay que volver a escribir de los grandes temas, Dios incluido: uno de sus libros m¨¢s recientes, Presencias reales, lo ha expuesto de modo pol¨¦mico, frente a la sobreabundancia de la 'literatura de segundo grado' (la cr¨ªtica) y frente a la debilidad y la flojera de las letras actuales. Y, sin embargo, esa comez¨®n estaba ya en sus primeros libros, Tolstoi o Dostoievski (1959) y La muerte de la tragedia (1961), y en un ensayo con el que los profesores universitarios de literatura nos deber¨ªamos desayunar todas las ma?anas: Para civilizar a nuestros caballeros (1965).
Para escribir como este gran rabino laico aconsejo saber mucha m¨²sica, jugar al ajedrez, leer varias lenguas (aunque no espa?ol, al parecer), frecuentar los cl¨¢sicos, y sobre todo gastar una prosa c¨¢lida y vehemente.
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