Cuando se deja de ser el pobre
En el consejo de ministros de Asuntos Exteriores, celebrado el pasado fin de semana bajo presidencia sueca en Nyk?ping, se puso de manifiesto la discrepancia entre Espa?a y Alemania en las negociaciones con Estados aspirantes. Ante el temor de una avalancha, Alemania est¨¢ muy interesada en que la libre circulaci¨®n de personas tenga un periodo de carencia de siete a?os. Lo considera una condici¨®n indispensable para la ampliaci¨®n y cuenta con que los dem¨¢s pa¨ªses comunitarios le apoyen en este punto.
Espa?a, en principio, no se opone, pero trata de conectar el inter¨¦s alem¨¢n con el espa?ol de que se respeten los fondos estructurales, de los que Espa?a es el primer beneficiario. Despu¨¦s de que Aznar bloquease la cumbre de Berl¨ªn durante cuatro largas horas, hasta lograr un acuerdo -Schr?der no lo olvida-, los presupuestos est¨¢n cerrados hasta 2006, pero los intereses espa?oles no pueden quedar al albur de futuras decisiones. Si Alemania considera esencial detener la libre circulaci¨®n de personas durante un periodo de siete a?os, a Espa?a le parece no menos fundamental que se prolonguen los fondos estructurales. Si cediera ahora sin condiciones, podr¨ªa encontrarse sin apoyos cuando se plantee el tema, para nosotros tambi¨¦n vital, de los fondos estructurales. De ah¨ª que antes de la presidencia espa?ola, en el primer semestre de 2002, Espa?a pretenda llegar a un acuerdo, presionando con la necesidad de cerrar con los pa¨ªses aspirantes el tema de la libre circulaci¨®n de personas.
Alemania se indigna
Alemania se indigna al considerar esta forma de negociaci¨®n, 'asumo lo que te importa si te avienes a lo que me afecta', tan propia de la condici¨®n comunitaria, casi como un atraco. Reprocha a Espa?a no s¨®lo el ego¨ªsmo de anteponer su inter¨¦s particular al comunitario, sino que le otorga el papel de chivo expiatorio. Si las negociaciones de ampliaci¨®n se retrasan, ya se sabe de qui¨¦n es la culpa. Hay que cerrar tema por tema, y el de poner un periodo de carencia a la libre circulaci¨®n de personas tiene la ventaja de que no cuesta nada.
Espa?a no est¨¢ de acuerdo con la fragmentaci¨®n de la negociaci¨®n ni en que la ampliaci¨®n pueda resultar gratis. La negociaci¨®n constituye un todo que no cabe disgregar en compartimentos estancos. Hay que conseguir un conjunto equilibrado, en el que en unos temas ganen unos, y en otras, otros; transigir en un campo s¨®lo si existe la disposici¨®n del otro a ceder tambi¨¦n en lo que nos convenga. Y respecto a que la ampliaci¨®n no vaya a implicar gastos, es una meta alemana que todos saben imposible. Simplemente pretende no aumentar el presupuesto comunitario, lo que implica hacer una nueva distribuci¨®n para atender a los gastos que seguro surjan, y como no se atreve, por mucho que lo desee, al menos en un primer momento, a cuestionar la pol¨ªtica agraria -se romper¨ªa el eje franco-alem¨¢n, y con ¨¦l la Uni¨®n- s¨®lo cabe ahorrar de los fondos estructurales. Esto significa transferir recursos de los pa¨ªses pobres actuales a los m¨¢s pobres que se adhieran. En suma: que la ampliaci¨®n la pagar¨ªan Espa?a, Grecia y Portugal.
En un punto creo que tienen raz¨®n los alemanes. No se puede ir presumiendo de pa¨ªs grande y rico, alardeando de las inversiones espa?olas en Am¨¦rica Latina, pretendiendo incluso en la cumbre de Niza ser admitidos entre los grandes, y, por otro, ir de 'pedig¨¹e?os' por el mundo, reclamando la solidaridad de los m¨¢s ricos.
Ignacio Sotelo es catedr¨¢tico excedente de la Universidad de Berl¨ªn.
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