La intriga, la calumnia
Veo en esta versi¨®n que Otelo no es el arquetipo teatral de los celos; es la representaci¨®n de la intriga, la calumnia, el odio, la envidia representada por Yago. Es el personaje que ocupa la escena: el actor con m¨¢s fuerza personal, con m¨¢s y mejor voz, con m¨¢s inter¨¦s en que las cosas sucedan como suceden. Es la tragedia del envidioso intrigante, no del moro celoso. No veo, en cambio, aunque me lo adviertan el versionista, el director y la cita del lejano Stalisnawski, que sea un drama colonial y social, una intriga de corte. S¨ª el racismo, que Shakespeare no olvida nunca: el moro bruto, una buena bestia, enamorada y sincera, pero s¨®lo apto para la pelea; y s¨ª, ya imagino, con una potencia sexual mauritana que ilusionaba a Desd¨¦mona por encima de la paliducha y d¨¦bil apariencia de los venecianos. La escena de la posesi¨®n de la diminuta, bella y apasionada ni?a desnuda por el gigante negro tiene bastante de ese valor er¨®tico (la actriz, Irene Pozo, tiene adem¨¢s calidad de voz y actuaci¨®n profesionales). No niego todo ese trasfondo pol¨ªtico que enlaza con el mundo de hoy -m¨¢s justo debe ser que el mundo de hoy enlaza con el de entonces, y que imperios y globalizaciones, inmigraciones y explotaciones son el desarrollo que no se detiene nunca-, sino que en lo que se representa, en la versi¨®n de buen castellano pero tendenciosa y abreviada de Garc¨ªa Montero, lo que veo es esa cuesti¨®n entre los dos personajes, el que infiltra la maldad y el que la recibe: los dem¨¢s personajes, a partir de Desd¨¦mona y del Payaso -pr¨¢cticamente anulado-, de la nobleza veneciana y los militares, son secundarios y servidores de escena.
Otelo, el Moro
De William Shakespeare. Versi¨®n de Luis Garc¨ªa Montero. Int¨¦rpretes: Juan Manuel Lara, Antonio Garrido, Irene Pozo, etc¨¦tera. Direcci¨®n: Emilio Hern¨¢ndez. Centro Andaluz de Teatro. Teatro de Comedia, del Centro Dram¨¢tico Nacional.
El poder
Mucho a?ade el director Emilio Hern¨¢ndez a este entendimiento. El grupo que representa el poder -con esmoquin y copas de champagne, y un trono representado por una silla de ruedas- es al mismo tiempo el que recoge las alfombras, pasa de mano el pa?uelo, contempla las armas. Es el mismo director el que impulsa hacia los apartes con el p¨²blico a Yago, el actor Antonio Garrido, y hace que los servidores-capitalistas le entreguen el micr¨®fono para que su voz, que es espl¨¦ndida y matizada, consiga un eco, por razones que no se me alcanzan; y quien domine en sus di¨¢logos con Otelo (Juan Manuel Lara), cuyo texto es primario: la violencia y el sexo-amor, la incapacidad de comprender lo que pasa a su alrededor. El astuto, el noble bruto, el objeto sexual, los secundarios, reducen a algo menos de dos horas su representaci¨®n, que a m¨ª me gusta por su car¨¢cter esquem¨¢tico, innovador; ajeno probablemente al esp¨ªritu de Shakespeare y la idea pol¨ªtica de sus creadores, pero compendiado y bien dicho.
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