El amigo de la muerte (1)
RA?CES
Unas recientes efem¨¦rides, de car¨¢cter m¨¢s bien f¨²nebre, han devuelto a cierta actualidad la figura del escritor guadije?o Pedro Antonio de Alarc¨®n (1833-1891). Destacado miembro de la generaci¨®n de los narradores rom¨¢ntico-realistas de la segunda mitad del XIX y, como muchos de ellos, personaje contradictorio, de juventud exaltada y madurez apaciguada por los escarmientos de la vida.
Estudiante de vocaciones incendiarias entre C¨¢diz y Granada, periodista y pol¨ªtico liberal en Madrid, convertido al patriotismo ¨¦pico en la Guerra de ?frica, proclive a los esc¨¢ndalos (a punto estuvo de morir en un duelo de honor); cansado al cabo y arrepentido de una vida tan ajetreada, se retir¨® a intentar culminar una obra literaria desigual y deslavazada, como su propia existencia.
Si hoy lo traemos a este rinc¨®n de literatura popular es por un caso especial y curioso de plagio, que tiene que ver con un cuento de tradici¨®n oral que Alarc¨®n adapt¨® y recre¨® muy literariamente en una de sus Narraciones inveros¨ªmiles bajo el t¨ªtulo de El amigo de la muerte. Lleva este relato fecha de 1852, en su primera redacci¨®n, por lo que pertenece a su etapa m¨¢s juvenil y rom¨¢ntica. Tambi¨¦n la m¨¢s imperfecta. Siguiendo la moda de ese tipo de adaptaciones, impuesta por Fern¨¢n Caballero y seguida por el padre Coloma, entre otros, la mezcla de lo popular y lo culto, con variadas excursiones hacia la pol¨ªtica, la religi¨®n y la moral peque?oburguesa, convierten la que es una de las historias m¨¢s excitantes y laicas de la tradici¨®n indoeuropea, en torno al enigma de la muerte, en un verdadero emplasto dif¨ªcilmente digerible.
Ya en su tiempo, la misma Pardo Baz¨¢n le reproch¨® un exceso de 'romanticismo superficial y extravagante', y acaso con la ¨²nica excepci¨®n de Azor¨ªn, la obrita pas¨® con m¨¢s pena que gloria al mausoleo. Si hoy nos atrevemos a sacarlo de ¨¦l es por lo mucho que nos parece significa en el conflicto, nunca resuelto, de los pr¨¦stamos de la literatura del pueblo a la de la gente instruida, con clara victoria de la primera, como suele ocurrir. Alarc¨®n no reconoci¨® hasta casi el final de su vida que se hab¨ªa inspirado en una historia tan antigua como el mundo, aunque dando con una extra?a versi¨®n de lo ocurrido en la Historia de mis libros, pues lo atribuy¨® a una especie de plagio inconsciente, motivado por el recuerdo dormido de un cuento que le contara su abuela paterna.
A?os antes, sin embargo, en un pr¨®logo a sus narraciones, se hab¨ªa referido al mismo argumento del relato en otros t¨¦rminos: 'Yo no s¨¦ por qu¨¦ rara casualidad busc¨® albergue en mi pobre cerebro'. Fue la observaci¨®n posterior de 'un amigo querid¨ªsimo' la que le oblig¨® a reconocer su deuda con la tradici¨®n oral europea, pero por unos vericuetos sumamente alambicados, donde Alarc¨®n volvi¨® a no decir verdad, o por lo menos no toda.
Seg¨²n el denunciante, el argumento de El amigo de la muerte se parec¨ªa como un huevo a otro huevo al del libreto de una ¨®pera italiana titulada Crispino e la comare, compuesta en 1850 por los hermanos Luigi y Federico Ricci, aunque no estrenada hasta mucho despu¨¦s , el 24 de octubre de 1874 en el teatro Reinach de Parma. El libreto, sin embargo, s¨ª circulaba desde el principio.
El propio Alarc¨®n reconoce: 'Nunca hab¨ªa visto yo aquella ¨®pera, aunque s¨ª la conoc¨ªa de nombre'. Y a?ade: 'tal semejanza parec¨ªa denunciar el m¨¢s imprudente y c¨¢ndido de los plagios... Protest¨¦, en consecuencia, contra la afirmaci¨®n de mi amigo. ?C¨®mo, si mi memoria, mi entendimiento y mi voluntad me declaraban inocente? Pronto ca¨ª en la cuenta de lo que hab¨ªa acontecido: el cuento, por su ¨ªndole, era popular, y las viejas de toda Europa lo estar¨ªan refiriendo... Al autor de Crispino e la comare se lo hab¨ªa contado su abuela, y a m¨ª me lo hab¨ªa contado la m¨ªa'. Mucho quisi¨¦ramos reconocerle al escritor andaluz la sinceridad de este reconocimiento de su deuda, aunque tard¨ªo. Pero ocurre es que ello no es posible, como veremos el pr¨®ximo d¨ªa.
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