La disyuntiva
Los resultados electorales han expresado, como siempre, el grado de confianza de los ciudadanos respecto a la capacidad de los concurrentes para gobernar, es decir, para hacer frente a las cuestiones que el electorado ha considerado prioritarias. Los est¨ªmulos y mecanismos que provocan esa confianza son de naturaleza variada y en este caso no han tenido como referente la valoraci¨®n estricta de la gesti¨®n pol¨ªtica de la coalici¨®n gobernante durante los dos ¨²ltimos a?os. Supongo que ni los m¨¢s entusiastas partidarios de Ibarretxe y su equipo considerar¨¢n que el indiscutible ¨¦xito electoral de la coalici¨®n PNV-EA proviene de la valoraci¨®n de su ¨²ltimo periodo de gobierno. Por el contrario, las ilusiones de alternancia que algunos compart¨ªamos y alimentamos se basaban, sobre todo, en el juicio profundamente negativo que la susodicha acci¨®n gubernamental nos hab¨ªa merecido. El comportamiento electoral mayoritario ha tenido otras inspiraciones, sean la sociolog¨ªa profunda del pa¨ªs, el temor al cambio en un medio de violencia, divisi¨®n y crispaci¨®n, o la limitada credibilidad que ofrec¨ªan los actores de la alternancia. Los resultados vuelven a otorgar indiscutiblemente al PNV la responsabilidad m¨¢xima de gobierno en el nuevo periodo, pero ?con qu¨¦ orientaci¨®n va a ejercerla? Ibarretxe ha definido su victoria como el triunfo de la voluntad de di¨¢logo entre todos frente a la violencia y la confrontaci¨®n. Pero esto poco significa si la apelaci¨®n al di¨¢logo no desciende de los cielos a la tierra, si no se definen sus contenidos (es decir, sus l¨ªmites), sus interlocutores y los valores pol¨ªticos en que se asienta. La mayor¨ªa relativa obtenida en las urnas permiten a Ibarretxe, en principio, un importante margen de maniobra, pero si no es capaz de jerarquizar valores y el di¨¢logo sigue planteado en un escenario de amenaza para los no nacionalistas, el deterioro democr¨¢tico ser¨¢ a¨²n m¨¢s profundo. Las noches electorales, con el protagonismo inevitable en las sedes partidarias de los m¨¢s ruidosos, no tienen por qu¨¦ ser referencia, pero no es buen augurio comprobar que Arzalluz sigue incluyendo a los parlamentarios de EH entre los suyos o escuchar el discurso exaltado de Bego?a Errazti. M¨¢s inquietante resulta que el triunfante lehendakari dedique un tiempo a glosar las virtudes de Euskadi, incluida la celeridad en el escrutinio electoral, pero no se refiera a la inseguridad y falta de libertad que tan evidentemente padecemos, que siguiera siendo incapaz de transmitir un contundente gesto de amparo; pero, sobre todo, es inevitable constatar, a la hora de tratar de intuir la orientaci¨®n del nuevo gobierno, que aunque el triunfo nacionalista es resultado de la suma de diversas voluntades, las m¨¢s expresas de todas ellas son las que le llevaron a presentarse en coalici¨®n con EA y a atraer voto de EH con un programa expresamente autodeterminista.
'La apelaci¨®n al di¨¢logo poco significa si no desciende del cielo a la tierra y no se definen sus contenidos, sus interlocutores y los valores pol¨ªticos en que se asienta'
Destinado con toda probabilidad el PP a la oposici¨®n, no parece razonable que sea otro el lugar que ocupe el PSE-EE. Con las circunstancias y resultados habidos ser¨ªa poco razonable su participaci¨®n como comparsa en el gobierno, en el muy improbable caso de que fuera invitado. El ejercicio de la oposici¨®n por parte de ambos no puede seguir teniendo el actual car¨¢cter ag¨®nico, deber¨¢ modularse seg¨²n el cariz de las iniciativas nacionalistas. Pero, en cualquier caso, su inmediata, principal, dura y dif¨ªcil tarea es la de sostener el ¨¢nimo de sus gentes, de todos aquellos que hab¨ªan puesto su ilusi¨®n y su esfuerzo en un cambio con el que esperaban recuperar la libertad y perder su condici¨®n de amenazados.
El gran perdedor ha sido EH. Se trata de una buena noticia y podr¨ªa ser mejor si ello supusiera una p¨¦rdida de la influencia en la pol¨ªtica vasca de EH y de ETA.Es de suponer que entre quienes han dejado de votarles se encuentran muchos espantados del terror de ETA. Pero queda la duda de si la mayor¨ªa de ellos no lo han hecho simplemente ante la posibilidad, sentida durante la campa?a, de que el lehendakari pudiera dejar de ser nacionalista. Pero lo que va a importar no es el an¨¢lisis de las motivaciones, sino la disyuntiva a la que obligan al PNV. Si este partido extrae de estos resultados la confirmaci¨®n de la existencia de suficientes apoyos para la continuidad de la pol¨ªtica llamada soberanista, la influencia de ETA y de EH permanecer¨¢ invariable, pese a los resultados electorales; por el contrario, si lo que se destaca es el consenso generalizado de la sociedad vasca frente al terror de ETA, las elecciones nos ofrecer¨ªan una brizna de esperanza incluso a quienes apostamos por otros resultados. He indicado m¨¢s arriba que los indicios de la noche electoral m¨¢s bien apuntaban a la primera hip¨®tesis, pero quiz¨¢s este es el momento de que quienes han apoyado a Ibarretxe como opci¨®n de integraci¨®n, frente a una alternativa tachada de disgregadora, pongan todo su esfuerzo e influencia para demostrarlo.
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