David Lynch recupera su modelo de 'thriller' ir¨®nico y esot¨¦rico
Jacques Rivette presenta la hermosa comedia dram¨¢tica 'Va savoir'
Una historia verdadera fue una bocanada de aire libre que David Lynch respir¨® antes de volver en Mulholland drive a sumergirse en el aire enrarecido de su modelo de thriller esot¨¦rico, con el que riz¨® los rizos de Terciopelo azul y Twin Peaks. El resultado es una pel¨ªcula brillante, de raro humor trufado con escenas inquietantes, deslizadas sobre una secuencia con ritmos endiabladamente bien medidos, pero con un desenlace extravagante e indescifrable, hecho adrede para que haya apuestas sobre la soluci¨®n del enredo, que el propio Lynch dice no conocer.
Con anterioridad, Jacques Rivette trajo una hermosa comedia dram¨¢tica, Va savoir, en la que de nuevo entabla uno de sus formidables debates en carne viva entre hombres y mujeres, en los que el cineasta franc¨¦s despliega un penetrante ingenio en el uso de la puesta en pantalla realista. Sin llegar a la grandeza y el virtuosismo de la versi¨®n completa de La bella mentirosa, construye aqu¨ª un entramado de dibujos de comportamientos hecho con delicados y apasionados trazos. Este eminente explorador del alma humana, aunque no tiene el filo de la portentosa visi¨®n humor¨ªstica de las tragedias de la vida cotidiana que mueve su colega Eric Rohmer, es el cineasta que m¨¢s se acerca a este gigante de la inteligencia contempor¨¢nea; y en este hermoso filme alcanza alturas eminentes de conocimiento, sobre todo en la aceleraci¨®n e intensificaci¨®n de los choques emocionales en la zona final del filme, que roza entonces la maestr¨ªa.
Es el de Rivette en Va savoir un cine que hay que situar en las ant¨ªpodas del que nos trajo David Lynch en Mullholland drive, y que deja ver su superioridad sobre esta brillante pero hueca pel¨ªcula en la abrumadoramente mayor energ¨ªa moral del crescendo musical, iluminador y clarificador, del filme franc¨¦s sobre la artificiosa escalada, propia de barraca de feria de lujo truculento, ennegrecedora del estadounidense, que no pasa de ser una h¨¢bil y graciosa trampa visual que, cotejada con el vendaval de verdad que brota de la respiraci¨®n de los personajes impulsados por Rivette, deja ver, junto a esa su brillantez, su insignificancia.
El nuevo thriller esot¨¦rico de David Lynch tiene, como es ya norma en su director, un trazado inicial hipn¨®tico. La pantalla se hace un im¨¢n que tira de los ojos y ¨¦stos tragan todo lo que alimente el gusto por lo oscuro y lo enigm¨¢tico. Es Lynch un maestro en el arte de seducir y embaucar. Y de hacer gracia, porque hay humor en esta historia de amor en Hollywood, ciudad de sue?os que esta vez acaban en pesadilla, tanto en la pantalla como en la butaca.
Mucha m¨¢s truculencia -y capacidad para extraer gracia de la desgracia y luz del tenebrismo- que Lynch tiene el cineasta chino de Taiwan Tsai Ming-Liang en su rara y notabil¨ªsima comedia negra, a ratos negr¨ªsima, ?Qu¨¦ hora es ah¨ª? Es ¨¦ste un singular¨ªsimo cineasta, un islote sin equivalente, que, en su territorio obsesivo del humor escatol¨®gico y en su empleo de la deformidad, la aberraci¨®n y la obscenidad como materias de un delirio c¨®mico que roza los bordes surreales del tragedi¨®n, no tiene rival en audacia y en decisi¨®n, fr¨ªa y a veces temeraria, para llegar a las im¨¢genes m¨¢s extremosas y brutales, como las de su desmelenamiento en el absurdo y el horror de El r¨ªo, en 1996; y de El agujero, en 1998. Ahora, Tsai Ming-Liang baja un poco la guardia, no nos mete en berenjenales tan turbios y bestiales como la 'divertida' escena de la sodomizaci¨®n de un muchacho deficiente mental por su padre y hace re¨ªr sin crispaci¨®n, con gracia mucho m¨¢s abierta y, por supuesto, con un grado de osad¨ªa y de perfecci¨®n casi molestas en la composici¨®n de las im¨¢genes.
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