Francia, Italia y Bosnia exhiben filmes de guerra bellos y muy dispares
Fran?ois Dupeyron construye en 'La sala de los oficiales' un relato mal vertebrado
La idea de la guerra que desprende La sala de los oficiales es de fondo duro, pero no est¨¢ apenas visualizada y el relato se mueve en registros suaves, m¨¢s sobre im¨¢genes de dolor, de amor y de amistad que de im¨¢genes de combate y de trinchera. La guerra es un tel¨®n de fondo condicionante, pero tambi¨¦n distante. La cadencia del filme es morosa, con tonalidades melodram¨¢ticas nobles, y su dureza no es agria ni violenta. Hay en el filme dos suicidios y, sin embargo, hechos tan vidriosos y tan de choque tr¨¢gico no perturban la serenidad de la secuencia. Dupeyron -que hace dos a?os gan¨® en el Festival de San Sebasti¨¢n la Concha de Oro con ?Qu¨¦ es la vida?- no alcanza aqu¨ª la redondez de su anterior pel¨ªcula, pero sigue haciendo cine competente.
En el polo opuesto est¨¢ la visi¨®n de la guerra que expulsa con violento y desgarrado sarcasmo la pel¨ªcula bosnia Tierra de nadie, dirigida por Danis Tanovic, que, pese a ser un primerizo, se comporta detr¨¢s de la c¨¢mara como un profesional curtido. Su relato de un episodio del final de la guerra entre bosnios y serbios, cuando ya estaba instalada en Bosnia la fuerza de interposici¨®n pacificadora de la ONU, es de los que levantan, a causa del ¨¢cido esc¨¦ptico de su comicidad, ronchas entre los concernidos, que en realidad somos todos los europeos, porque despliega una magn¨ªfica mala uva que no deja t¨ªtere con cabeza en las trincheras de los tres v¨¦rtices de un tri¨¢ngulo infernal que no nos es ajeno, de manera que, si bosnios y serbios se comportan como ratas, los salvadores franceses, brit¨¢nicos, italianos y espa?oles que conformaron el Ej¨¦rcito blanco de las Naciones Unidas son una caterva de depredadores completamente necios que no entienden nada de lo que est¨¢ pasando ante sus narices. La pel¨ªcula derrocha gracia burra, libre y endiabladamente inteligente.
Tambi¨¦n es, aunque desborde el marco del cine antibelicista y entre en otros territorios de la espiritualidad, un relato de guerra El oficio de las armas, obra del veterano cineasta italiano Ermanno Olmi, un cl¨¢sico viviente y escondido que, de tarde en tarde, sale de la sombra que ha elegido como territorio ¨ªntimo y vuelve a desplegar su hermosa poes¨ªa visual.
No alcanza El oficio de las armas la redondez magistral de El ¨¢rbol de los zuecos, pero este nuevo filme de Olmi lleva dentro largos momentos sublimes, r¨¢fagas de cine excepcional, genial. Es la pel¨ªcula de una guerra muy antigua, la derrota en 1526 de Giovanni de Medicis, capit¨¢n de los ej¨¦rcitos pontificios, por las tropas expedicionarias del emperador Carlos V, mandadas por el general alem¨¢n Frundsberg, cuya victoria permiti¨® el adentramiento en Italia del Ej¨¦rcito espa?ol del condestable de Borb¨®n, que llev¨® a cabo el c¨¦lebre y despiadado saqueo de Roma en 1527.
Sobre este convulso episodio, Olmi trenza un prodigio l¨ªrico y pict¨®rico, con im¨¢genes de portentosa belleza, pero no bien hiladas argumentalmente hasta la mitad del metraje, en que el relato se concentra en la agon¨ªa de Medicis y la pantalla se eleva a la gigantesca estatura art¨ªstica de Olmi, un arist¨®crata del cine italiano.
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