Bajo las bombas de la venganza
Escenas de p¨¢nico en el hogar del ¨²ltimo terrorista suicida de Ham¨¢s
'Hay que salir corriendo; nos bombardean, nos bombardean'. El sepelio de Mahmud Ahmed Marmach, de 20 a?os de edad, el suicida de Ham¨¢s que el viernes se autoinmol¨® en Netania matando a cinco israel¨ªes, se desmoron¨® en pocos segundos; las bandejas llenas de d¨¢tiles cayeron por el suelo, tazas y cafeteras rodaron encima de las mesas, mientras los participantes en el acto hu¨ªan enloquecidos, derribando sillas; todos buscaron refugio en edificios cercanos. Los helic¨®pteros de combate israel¨ª sembraban, por segundo dia consecutivo, el miedo y el caos en Tulkarem. El d¨ªa anterior, el primer bombardeo en represalia por el atentado suicida dej¨® 11 muertos.
'Ustedes perdonen, los israel¨ªes nos est¨¢n atacando', anunci¨® con cierta frialdad Abbas al Sayed, de 35 a?os, ingeniero de profesi¨®n, el m¨¢ximo dirigente del partido integrista palestino Ham¨¢s en Tulkarem, el hombre que en los ¨²ltimos tres meses ha enviado dos kamikazes a autoinmolarse en Israel, cuando abandonaba precipitadamente, junto con sus colaboradores, la presidencia del acto en honor del ¨²ltimo suicida. Lo que en principio era una salida serena y elegante, digna de un combatiente de primera fila, acab¨® convirti¨¦ndose tambi¨¦n en una carrera enloquecida. Una mujer embarazada trataba de correr, cuesta arriba por una calle polvorienta, mientras daba la mano a un ni?o, que hab¨ªa prorrumpido en llantos. Los comerciantes bajaban las persianas met¨¢licas de las tiendas, intentando poner a salvo sus mercanc¨ªas y evitar de paso que la gente se refugiase dentro. Los conductores pon¨ªan en marcha sus coches, buscando en medio de un atasco infernal, las v¨ªas de salida hacia un punto seguro; los suburbios. Los m¨¢s aterrorizados optaban por soluciones r¨¢pidas; arrojarse al suelo, cubri¨¦ndose la cabeza con las manos, como si sus palmas fueran capaces de detener todos los misiles del mundo.
Eran las doce del mediod¨ªa. Dos helic¨®pteros de combate Apache israel¨ªes aleteaban en el cielo por encima de Tulkarem -33.000 habitantes- como tratando de aprovechar justo el momento en el que se encontraba m¨¢s gente pululando por las calles de la ciudad, pero sobre todo recordando que el suicida hab¨ªa hecho estallar el d¨ªa anterior a esta misma hora la bomba en el centro comercial en Netania. Uno tras otro, con cierta parsimonia, lanzaron una decena de misiles contra los edificios oficiales. Luego efectuaron un giro redondo, limpio, sobre s¨ª mismos y acabaron desapareciendo en un cielo, amplio, azul y luminoso, en direcci¨®n a la frontera con Israel.
Tulkarem continu¨® corriendo durante toda la ma?ana. Los vecinos amedrentados iban de un lado para otro, sin rumbo fijo, temiendo en cualquier instante el regreso de los helic¨®pteros. Un simple grito, un escueto portazo, se convert¨ªa en su imaginaci¨®n en el estruendo de una bomba, que generaba a su vez el consiguiente vocer¨ªo de angustia: 'Que vuelven, que vuelven los israel¨ªes'. Los m¨¢s serenos recib¨ªan las voces con una sonrisa y se?alaban con el ¨ªndice el espacio vac¨ªo. El ataque se hab¨ªa acabado.
Los impactos de los helic¨®pteros israel¨ªes alcanzaron las dependencias policiales de Yasir Arafat, destruyendo los despachos de los servicios secretos, las oficinas de coordinaci¨®n palestino-israel¨ªes, unos locales de Fuerza 17, el cuerpo encargado de la protecci¨®n personal del presidente palestino, adem¨¢s de un n¨²mero indeterminado de casas cercanas. La cifra de heridos super¨® medio centenar, seg¨²n asegur¨® el doctor Yasir Soroli, especialista en medicina interna del centro sanitario m¨¢s importante de Tulkarem, mientras trataba de canalizar la riada de familiares.
La ciudad recuper¨® poco a poco la calma, permitiendo la reanudaci¨®n del sepelio del ¨²ltimo kamizake de Ham¨¢s, en el interior de una carpa, en el parque municipal m¨¢s importante de Tulkarem. El m¨¢ximo dirigente integrista de la ciudad volvi¨® a presidir el acto, junto a dos hermanos del difunto. Una voz met¨¢lica continu¨® la lectura de los vers¨ªculos del Cor¨¢n, mientras alguien que participaba en el acto puntualizaba en un susurro: '?sta es la voz de Ahmed Elian, el anterior kamikaze de Ham¨¢s, tambi¨¦n en Netania, donde logr¨® matar cuatro personas y herir a otras 70. Grab¨® su voz antes de marchar a su sacrificio'.
'Estamos orgullosos de lo que ha hecho nuestro hermano. Pero sobre todo tranquilos porque en estos momentos est¨¢ en el Para¨ªso', afirmaban Samir y Amer, los hermanos mayores del homicida. Recordaban perfectamente la imagen del muchacho, poco antes de partir hacia el suicidio, cuando fue a despedirse uno a uno de todos miembros de la familia. Les pidi¨® perd¨®n y les entreg¨® una caja de galletas para que la abrieran pasadas las doce; hora del atentado.
Pero Mahmud Ahmed Marmach, carpintero de profesi¨®n, hizo muchas cosas m¨¢s antes de partir a su suicidio; regal¨® su colecci¨®n de peces rojos a un vecino, con el encargo de alimentarlos puntualmente; pleg¨® con cuidado su camiseta del equipo de f¨²tbol del barrio; limpi¨® sus botas de reglamento; ley¨® por unos instantes el Cor¨¢n y sell¨® con un beso y una sonrisa la frente de su madre. En alg¨²n momento dej¨® adem¨¢s sobre su cama, en un sobre blanco, una carta de despedida, su testamento: 'No hay otra soluci¨®n que el martirio'.
'Nunca tendremos su cuerpo, ni sus restos. Los israel¨ªes no acostumbran a devolver los cad¨¢veres de los comandos suicidas', se lamentaba un familiar al finalizar la primera parte de un acto f¨²nebre, conocida como 'matrimonio del m¨¢rtir' y que el Cor¨¢n y las costumbres convierten en un d¨ªa de j¨²bilo en el que 'no hay condolencias', sino 'simplemente felicitaciones, como si se tratara de una boda'. El acto de sepelio continuar¨¢ durante otros dos d¨ªas m¨¢s.
Los helic¨®pteros de combate israel¨ª bombardearon tambi¨¦n ayer la ciudad vecina de Yen¨ªn, en el norte de Cisjordania. A esa misma hora los soldados de infanter¨ªa disparaban en Nabl¨²s contra los manifestantes, que participaban en el entierro de las 11 v¨ªctimas del bombardeo del d¨ªa anterior. La actividad b¨¦lica prosigui¨® tambi¨¦n incansable sobre los campos de refugiados de Gaza. No hab¨ªa datos oficiales sobre v¨ªctimas mortales, entre cuatro o cinco, seg¨²n las fuentes. Los heridos alcanzan las cifras de los peores d¨ªas de la Intifada, cuando los servicios de urgencia estaban colapsados.
'El pueblo palestino no ceder¨¢ ni una sola pulgada. Continuaremos hasta que podamos rezar en la mezquita de Al Aqsa', anunciaba desde El Cairo Yasir Arafat. El presidente palestino acus¨® a Israel de practicar el 'terrorismo de Estado' al haber utilizado cazabombarderos F-16 para atacar a la poblaci¨®n civil.
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