La aventura de nacer
Remito esta carta para expresar mi m¨¢s sincera repulsa ante el trato recibido en el hospital La Paz, de Madrid.
El pasado d¨ªa 10 de mayo me dirig¨ª a dicho hospital, puesto que hab¨ªa roto aguas a las cinco de la madrugada y, aunque no sufr¨ªa ning¨²n dolor, decid¨ª no correr riesgos. Como no se hab¨ªan producido las famosas contracciones, deb¨ªa esperar en la sala de preparto alg¨²n tiempo para comprobar si se iniciaba el parto de forma natural o bien me lo tendr¨ªan que inducir.
Durante m¨¢s de doce horas me mantuvieron en una habitaci¨®n (acondicionada para dos personas y sin ducha en el aseo) junto con otras dos futuras mam¨¢s, sin bajarme a la sala de dilataci¨®n al no haber ninguna disponible aunque mi situaci¨®n as¨ª lo pidiese.
Mientras, mi marido ten¨ªa que ir col¨¢ndose en la habitaci¨®n de forma casi clandestina, puesto que es un ¨¢rea en la que no se admiten visitas, pero, l¨®gicamente, la necesidad de informaci¨®n de mi estado era m¨¢s importante.
Por fin hubo un hueco y me bajaron a la sala de dilataci¨®n. En esta etapa pas¨¦ otras tantas horas (aproximadamente, seis), cosa inexplicable, puesto que, seg¨²n algunos m¨¦dicos, es situaci¨®n de riesgo despu¨¦s de pasar tanto tiempo con la bolsa rota y no haberse producido el parto.
Cuando finalmente pas¨¦ al paritorio, mi hijo naci¨® en pocos minutos: exactamente a las 11.30 horas, pero s¨®lo pude verle unos segundos, puesto que se lo llevaron precipitadamente a la incubadora sin dar muchas m¨¢s explicaciones.
Mi desolaci¨®n creci¨® por momentos cuando, una vez cosida mi herida, se produjo un hecho a¨²n m¨¢s ins¨®lito si cabe: me vi sola, tumbada en la camilla y con las piernas a¨²n en los tr¨ªpodes y sin nadie a mi alrededor.
Entonces o¨ª voces y escuch¨¦ una conversaci¨®n entre la matrona y la auxiliar de cl¨ªnica discutiendo acerca de qui¨¦n era la responsabilidad de limpiarme y prepararme para pasar a otra sala.
No pod¨ªa dar cr¨¦dito a lo que estaba pasando.
Me mantuvieron en esta postura entre 15 y 20 minutos m¨¢s, mientras estas dos profesionales dilucidaban sus problemas laborales a mi costa, con el consiguiente riesgo de infecci¨®n que pod¨ªa acarrearme.
Pero le historia no acaba aqu¨ª. Como no hab¨ªa habitaciones libres, decidieron que yo iba a pasar la noche en la sala de recuperaci¨®n (justo al lado de dilataci¨®n y paritorios).
Poco despu¨¦s se cambi¨® esta decisi¨®n y pas¨¦ de nuevo a la sala de preparto, donde hab¨ªa estado toda la ma?ana y parte de la tarde.
Pas¨¦ la noche en preparto, descansando lo que pude hasta que a la ma?ana siguiente pasaban los minutos y nadie aparec¨ªa por all¨ª. Romp¨ª a llorar ante la sensaci¨®n de desamparo que me invad¨ªa por no saber nada de mi hijo ni de mi marido y por el dolor que me produc¨ªan los puntos.
Llam¨¦ al timbre y apareci¨® una matrona, con no muy buen genio, a la que recrimin¨¦ mi situaci¨®n. Ella me contest¨® que hab¨ªa mucha saturaci¨®n y que las cosas eran as¨ª, que me aguantara. (Eso es educaci¨®n y buenas maneras).
Por suerte, despu¨¦s de tanto descontrol, pude ver a mi marido y a mi hijo y hasta consegu¨ª una habitaci¨®n, pero la sensaci¨®n que me deja esta experiencia es: yo pod¨ªa haber sufrido alg¨²n tipo de infecci¨®n ante la dejadez de cierto personal del hospital; mi hijo tuvo que pasar un d¨ªa entero en la incubadora por culpa de un proceso alargado sin necesidad, y, pensando de forma m¨¢s pr¨¢ctica, me pregunto: ?de qu¨¦ sirve pagar nuestros impuestos si la sanidad (personal e infraestructura) no est¨¢ preparada para situaciones de alta demanda?
Lo cierto es que traer un hijo al mundo cuesta mucho m¨¢s de lo que siempre nos han contado.
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