La malquerida
Nunca ha sido la Espa?a democr¨¢tica menos querida en el resto de la Uni¨®n Europea que ahora. Las p¨¦simas relaciones pol¨ªticas entre Espa?a y Alemania (entre Aznar y Schr?der) est¨¢n llevando a un enfrentamiento que, con un uso m¨¢s sensato de las habilidades diplom¨¢ticas, pod¨ªa haberse evitado. En la UE no se juegan partidos en los que gana uno u otro, sino que la vida comunitaria es una permanente negociaci¨®n. El buen nombre que se hab¨ªa forjado Espa?a en la UE se ha perdido. La llegada de Berlusconi al Gobierno en Roma puede aportar un nuevo y necesario aliado a Aznar, pero del que no cabe fiarse mucho, dada la anomal¨ªa que supone Il Cavaliere. A largo plazo, m¨¢s le habr¨ªa valido a Espa?a que Aznar hubiera tenido relaciones constructivas con la esencial pareja franco-alemana o incluso prestar sus buenos oficios cuando las cosas entre Par¨ªs y Berl¨ªn no han ido bien. Ha logrado que, pese a sus diferencias, se unan: contra ¨¦l.
Las exigencias de Aznar de que la pr¨®xima ampliaci¨®n al Este, a pa¨ªses m¨¢s pobres, no perjudique el acceso de las regiones espa?olas a los fondos estructurales tiene fundamentos serios. Por simple efecto estad¨ªstico, Espa?a, el pa¨ªs que m¨¢s se ha beneficiado de estas transferencias, quedar¨ªa enriquecida en relaci¨®n a la nueva media comunitaria. De las 10 regiones que hoy acceden a estos fondos, s¨®lo dos -Extremadura y Andaluc¨ªa- podr¨ªan, en teor¨ªa, seguir haci¨¦ndolo. Hay que recordar una vez m¨¢s que a diferencia de la anterior ampliaci¨®n de la UE a pa¨ªses ricos -Austria, Finlandia y Suecia-, que benefici¨® a Espa?a en este terreno, la pr¨®xima acoger¨¢ a pa¨ªses m¨¢s pobres, lo que requiere no repartir ganancias, sino sacrificios compartidos por los actuales miembros, en nombre de la solidaridad, para la tarea de la reunificaci¨®n de Europa.
La falta de oportunidad y la brusquedad en la forma en que el Gobierno ha presentado sus reivindicaciones no ha podido ser peor, pues ha dado la impresi¨®n de ser el freno a la ampliaci¨®n, cuando no es verdad. Pero as¨ª se percibe en el Este cuando Espa?a exige que este problema se resuelva antes de que finalicen las negociaciones de la ampliaci¨®n. Es cierto que el Gobierno de Aznar ha recogido sedal. Ya no pide una soluci¨®n concreta, sino una declaraci¨®n pol¨ªtica -antes o en el pr¨®ximo Consejo Europeo de Gotemburgo, Suecia- de que las regiones espa?olas no ser¨¢n m¨¢s ricas por el simple efecto de entrada de pa¨ªses m¨¢s pobres. Seguramente lo conseguir¨¢. ?Y qu¨¦? La realidad es que los dineros comunitarios ya est¨¢n repartidos hasta 2006, y el siguiente reparto se negociar¨¢ entonces por unanimidad como consigui¨® Aznar en Niza: lo que significa que Espa?a tendr¨¢ derecho de veto, pero tambi¨¦n Polonia y Alemania. Esta pol¨ªtica de intransigencia puede contribuir a acentuar la posici¨®n perif¨¦rica de Espa?a en una Uni¨®n Europea en la que el centro de gravedad se desplaza hacia el Este.
Por otra parte, resulta inadmisible que el Gobierno -como ocurri¨® el pasado viernes a trav¨¦s de su ministro portavoz- acuse de colaborar con el enemigo a los socialistas. Habr¨¢ que recordarle al presidente sus calificativos de 'pedig¨¹e?o' a Gonz¨¢lez cuando ¨¦l estaba en los bancos de la oposici¨®n y el ejecutivo socialista se jugaba el futuro de los fondos en disputa con sus socios europeos. La pol¨ªtica europea es ya algo distinto de la pol¨ªtica exterior, y ata?e a casi todo: del gasto p¨²blico al medio ambiente. No puede sorprender que no se d¨¦ ya un consenso. Si pide propuestas a la oposici¨®n, el Gobierno debe tambi¨¦n tener tener claro su rumbo en Europa. Podr¨ªa insistir m¨¢s, por ejemplo, en el acceso compartido a tecnolog¨ªas punta, al igual que hace Blair, o en empujar la idea de impuestos europeos. Todo menos te?ir la pol¨ªtica hacia Europa con estas disputas dom¨¦sticas.
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