Pol¨ªticamente correcto
El reto que tenemos, es el de conjugar la posibilidad de pertenencia a un grupo sin necesidad de basarla en el ataque al otro
De vez en cuando experimento una sorda irritaci¨®n al o¨ªr o leer alguna afirmaci¨®n con el que, sin embargo, me considero en absoluto acuerdo. Creo que lo que me produce dicha irritaci¨®n es que tal comentario no se hace desde un firme convencimiento de lo que se est¨¢ diciendo, como resultado de un esfuerzo personal de reflexi¨®n, sino m¨¢s bien desde una actitud mim¨¦tica en la que se expresa aquello de lo que se ha venido en llamar lo pol¨ªticamente correcto.
Dec¨ªa Segismundo Freud que los seres humanos 'precisan imperiosamente de una autoridad en la que apoyarse, hasta el punto que sienten vacilar el mundo entero cuando tal autoridad parece amenazada'. En nuestro ¨¢mbito occidental de cultura se ha asistido a lo largo del ¨²ltimo siglo a una suerte de desacralizaci¨®n de la autoridad. Este fen¨®meno ha sido especialmente intenso en nuestro pa¨ªs cuando finaliza la dictadura franquista m¨¢s por razones biol¨®gicas que por nuestro m¨¦rito; una dictadura con la que, mal que nos pese, se identificaba un importante sector de poblaci¨®n.
'?Cuando nos enteraremos los seres humanos que la diversidad cultural es nuestra mayor riqueza?'
Las autoridades pol¨ªtica, social, religiosa y familiar no solamente han sido contestadas sino desvalorizadas hasta el extremo de que nadie est¨¢ dispuesto a decir que la ejerce. As¨ª, se oye decir con frecuencia que en tal o cual familia se toman las decisiones democr¨¢ticamente, lo que supone no una consideraci¨®n de las necesidades y deseos de todos los miembros del grupo familiar, sino m¨¢s bien el intento de desresponsabilizaci¨®n, de no hacerse cargo por quienes debieran de una autoridad que queda por ejercer. Recuerda, a veces, las tomas de decisi¨®n asamblearias respecto a opciones militares que se dieron en ciertas ocasiones en nuestra guerra civil con el resultado conocido. En una falta de reflexi¨®n, se tiende a confundir autoridad con autoritarismo.
?Es que hemos cambiado tanto desde que Freud hac¨ªa la reflexi¨®n comentada, o m¨¢s bien hemos sustituido la autoridad por otras cosas? A mi entender, ciertas ideolog¨ªas cumplen la funci¨®n que en otros tiempos ejercieron la autoridades m¨¢s autoritarias, con el inconveniente de que, al ser menos claras y definidas, son m¨¢s peligrosas en cuanto que es m¨¢s dif¨ªcil oponerse a ellas en su enmascaramiento.
La necesidad de una autoridad que nos ahorre el esfuerzo de pensar y decidir, sobre todo en los temas humanos y sociales en los que la complejidad es tan grande, hace que, en una forma de 'retorno de lo reprimido', dicha autoridad se le adjudique a pr¨¢cticamente cualquier cosa. A la muerte del dictador era frecuente o¨ªr o leer acerca de la democracia, como si ¨¦sta fuese una especie de diosa madre salvadora que nos iba a resolver cualquier problema sin esfuerzo alguno por nuestra parte, olvidando que es simplemente el mejor m¨¦todo de gestionar los complej¨ªsimos problemas que supone vivir en sociedad. Afortunadamente, no todos cayeron en esa trampa y hubo un esp¨ªritu de pacto en la que todos tuvimos que ceder dolorosamente. La constataci¨®n de que si existe un Dios no est¨¢ para resolvernos gratuitamente nuestros conflictos cotidianos, dieron lugar a lo que luego se llam¨® el desencanto.
Como ejemplo de la insistencia en buscar dichas autoridades salvadoras que nos ahorren sobretodo el esfuerzo y la inquietud de pensar, podr¨ªamos valorar la paradoja de que los partidos pol¨ªticos que nos vienen gobernando se han venido convirtiendo en estructuras piramidales con un l¨ªder indiscutible que es quien da identidad al partido, en lugar de ser el emergente de un proceso paritario; los que se mueven no salen en la foto o son michelines sobrantes.
Lo pol¨ªticamente correcto se establece de esta manera como un modo subrepticio de autoritarismo, que hay que aceptar con un seguimiento de catec¨²meno converso. Tanto m¨¢s cuanto muchas claves de este pensamiento se han constituido de modo muy heterog¨¦neo. La identidad a la contra es muy sencilla; todos podemos pensar hasta qu¨¦ punto estamos inmersos en ella, ya que, al tener la ventaja de ser tan dogm¨¢tica, nos ahorra el esfuerzo cr¨ªtico de pensar y nos da la seguridad de pertenencia a un grupo que hace la funci¨®n parental educadora que indica qu¨¦ es lo bueno y lo malo.
Pero la identidad a la contra no es gratis. Se hace desde el ataque a postulados que en otro tiempo se suscribieron, o desde el ataque (a veces de crueldad estremecedora) a gentes con las que se ha tenido m¨¢s contacto e incluso similitud que lo que desde la perspectiva comentada se puede imaginar. El sentimiento de culpa es inevitable y como no puede ser consciente, porque atentar¨ªa contra esta nueva identidad, queda inconsciente y se expresa atribuy¨¦ndolo al enemigo. Se cierra de este modo el c¨ªrculo vicioso: cuanta m¨¢s culpa, por atacar a lo que ha sido o es muy cercano, incluso propio, m¨¢s ataque; y cuanto m¨¢s ataque, m¨¢s culpa.
No queda m¨¢s remedio que seguir aceptando una autoridad que nos absuelva de todos nuestros errores y nos conduzca por la senda de la infalibilidad. La paradoja es que, de nuevo, lo pol¨ªticamente correcto se convierte en arma arrojadiza y todos la utilizan para defender sus encastilladas posturas sin el menor ¨¢pice de critica que pueda dar al traste con la nueva autoridad, tan necesaria. Opino que el reto que tiene nuestra sociedad actual, y hablo del conjunto de la humanidad, es el de conjugar la posibilidad de la pertenencia a un grupo (sea cual sea, desde la nacionalidad, la religi¨®n, la lengua hasta un equipo deportivo) sin necesidad de basarla en el ataque a otro grupo, desde el reconocimiento de que los otros grupos son tan necesarios y expresan un aspecto tan humano como el nuestro. La pertenencia a un grupo no puede ser sino desde la conservaci¨®n de la propia individualidad, del propio esp¨ªritu cr¨ªtico, el cual nos permitir¨¢ el tan necesario sentimiento de pertenec¨ªas diversas que den cuenta de la riqueza y complejidad de nuestra propia personalidad, en vez de encastillarnos en una uniformidad empobrecedora.
Estamos acostumbrados a o¨ªr a los bi¨®logos que la diversidad gen¨¦tica es la riqueza y la seguridad de continuidad de la especie. ?Cuando nos enteraremos los seres humanos que la diversidad cultura es nuestra mayor riqueza? Por ello quisiera recordar las palabras de Karl Popper cuando dec¨ªa que 'debemos reivindicar el derecho a ser intolerantes con la intolerancia'. La intolerancia es y ha sido siempre el peor enemigo de la humanidad.
Rafael Cruz Roche es m¨¦dico psicoan¨¢lista.
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