Siento, luego existo
Al poco de saberse los resultados de la noche electoral me encontr¨¦ con la hija de un amigo concejal. Estaba desolada como yo y nos abrazamos sin hablarnos. Pero apenas nos hubimos separado, cuando me di de bruces con mi ex marido. M¨¢s lustroso que la ¨²ltima vez que le vi, me dedic¨® su mejor sonrisa: 'Tenemos que celebrarlo'.
Cuando le conoc¨ª era marxista y estudiante de Empresariales en Deusto. Luego se meti¨® en negocios y fue votante socialista. Y ?ahora? En algo no ha cambiado; como siempre, tiene muy claras sus ideas: 'Estaba en juego nuestra calidad de vida; con las cosas de comer no se juega'.
'Calidad de vida ?de qui¨¦n?', le repliqu¨¦ '?del que recibe un tiro por decir lo que piensa? ?De su viuda y sus hijos?'
'No ser¨ªa tanto, si no lo sacasen tantas veces por televisi¨®n. Hay muchas m¨¢s mujeres que se sienten maltratadas y no les dan tanta importancia'.
Apenas logr¨¦ contenerme: 'No puedo creer que yo haya estado contigo en tantas situaciones...'. Le recordaba en aquellas manifestaciones contra las penas de muerte del franquismo. Pero no pude terminar. Lo que en realidad no pod¨ªa yo creer es que hubiera estado enamorada de ¨¦l.
Se despidi¨® con una palmadita en mi hombro: 'T¨², siempre tan rom¨¢ntica'.
Esos dos encuentros me dejaron sumida durante dos d¨ªas en una profunda sensaci¨®n de tristeza y soledad. Pero a pesar de todo, me puse a escribir. Era la ma?ana del martes y mis dedos intentaban traspasar a las teclas esas vivencias, cuando el tel¨¦fono como un estallido, me trajo el eco del nuevo atentado a Gorka Landaburu. La cr¨®nica qued¨® sin publicar; y yo, que ni soy periodista ni tengo la fuerza moral de Gorka, cre¨ª que mi ef¨ªmera vida de cronista hab¨ªa terminado, porque no iba a ser capaz de volver a poner palabras a mis emociones.
Hab¨ªa votado por un cambio que abriera una esperanza inequ¨ªvoca a los concejales, profesores, periodistas y a todos los dem¨¢s que deambulan escoltados por nuestras calles. Por eso, la medida de mi satisfacci¨®n no pod¨ªa ser otra que la suya. Pero ahora saben que, como en la f¨¢bula del rey desnudo, tras estas elecciones ya nadie podr¨¢ enga?arles invocando el ropaje de la solidaridad social. El suntuoso traje del afecto se deshace en cuanto roza con la comodidad de los que viven bien. Por eso las v¨ªctimas est¨¢n hoy un poco m¨¢s desnudas.
S¨¦ que la mayor parte de los que festejan el triunfo abertzale no comparten el discurso insolidario de mi ex. Tambi¨¦n s¨¦ que es de mal gusto cuestionar las buenas intenciones de quienes resultan vencedores. Pero no puedo dejar de imaginar la sonrisa de Joaqu¨ªn tras depositar su voto pensando en preservar el adosado en Laredo antes que en la vida y la libertad de sus conciudadanos asediados. ?Plantearse alg¨²n dilema? Claro que se lo plante¨®; y opt¨® por su libertad y su cartera.
Una semana despu¨¦s, los ganadores de las elecciones no muestran la soberbia que se pod¨ªa temer. Todo el mundo habla de di¨¢logo. Algunos creadores de opini¨®n parecen satisfechos porque 'han ganado los dem¨®cratas y han perdido los violentos'. Me parece que confunden el poder electoral con otras formas de poder; como la del terror, que no disminuye con los votos que recibe. Y el poder social excluyente, que ha salido reforzado; y sigue si¨¦ndolo cada d¨ªa con un discurso que, en nombre del realismo, elimina del lenguaje la existencia de la mitad inc¨®moda de la sociedad. Porque 599.746 vascos han votado por la sociedad bonita hecha de s¨ªes, donde no hay espacio para nada feo. Y los otros 574.837 vascos que hemos votado por la libertad, somos el lado feo. La palabra 'libertad' se ha vuelto una incomodidad ling¨¹¨ªstica. A¨²n perdiendo las elecciones, por primera vez en nuestra historia hab¨ªamos demostrado que existimos. Pero ahora corremos el peligro de volver a la nada, reducidos a 'los que se sienten' v¨ªctimas.
Pues sinti¨¦ndolo mucho, lo confieso: me siento amenazada, me siento decepcionada y cabreada, me siento sola y profundamente triste. Pero siento, luego existo. Siento en mi mano el pulgar de Gorka. Lo sentir¨¦ y me doler¨¢ mientras viva. Con este pulgar me aferro a la existencia y a la de cada uno de vosotros que, como yo, os hab¨¦is convertido en v¨ªctimas de vuestros sentimientos.
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