Dulce p¨¢jaro de juventud
No contento con haber ganado la guerra, mi padre, el alf¨¦rez provisional Ram¨®n de Espa?a Corvera, intent¨® apuntarse a la Divisi¨®n Azul. No le aceptaron porque pasaba ligeramente de la edad reglamentaria y porque, seg¨²n me explic¨®, se hab¨ªa presentado en el centro de alistamiento en un estado de evidente euforia et¨ªlica tras haber pasado una noche de farra con unos compa?eros del frente. Cuando le pregunt¨¦ por qu¨¦ le hab¨ªa dado por irse a Rusia, con el fr¨ªo que hace, me vino a responder que en parte era para vengarse de los comunistas, que le hab¨ªan volado la cabeza a mi t¨ªo Rafael, el falangista, y en parte porque era joven, ten¨ªa ganas de aventuras y la vida civil le produc¨ªa un aburrimiento considerable.
Pens¨¦ en mi padre hace unas ma?anas mientras asist¨ªa al pase de prensa de Extranjeros de s¨ª mismos, el nuevo y excelente documental de Javier Rioyo y Jos¨¦ Luis L¨®pez Linares, que trata, aparentemente, sobre la guerra civil espa?ola, pero que es de hecho una reflexi¨®n sobre la juventud y el l¨®gico deseo adolescente de darle un sentido a la vida con lo que uno tiene m¨¢s a mano, que en las d¨¦cadas de 1930 y 1940 era la guerra. Puebla Extranjeros de s¨ª mismos una entra?able cuadrilla de carcamales a los que la guerra, para bien o para mal, les cambi¨® la vida. Los carcamales en cuesti¨®n se dividen en tres grupos: los italianos a los que Mussolini envi¨® a cubrirse de gloria en Guadalajara, los miembros de las Brigadas Internacionales y los voluntarios de la Divisi¨®n Azul. Todos son tratados con un gran respeto, y ¨¦se es tal vez el principal activo de esta pel¨ªcula. Como Rioyo y L¨®pez Linares no tienen nada que ver, afortunadamente, con Ken Loach o Vicente Aranda, su producto huye del tono panfletario y no se molesta en establecer divisiones entre buenos y malos. Aqu¨ª lo ¨²nico que cuenta son los testimonios de esos chicos y chicas de la tercera edad que un buen d¨ªa decidieron echarle una mano a Franco, ayudar a la Rep¨²blica en peligro o congelarse los huevos en las estepas rusas para defender a Dios de las asechanzas del comunismo imp¨ªo.
Sabedores de que la vida es una tragicomedia, Rioyo y L¨®pez Linares han dado ese tono a su pel¨ªcula: poco despu¨¦s de que a uno se le salten las l¨¢grimas con esa dulce ancianita mexicana que cuenta que vino a Espa?a con los brigadistas para ayudar a que todos vivi¨¦ramos en un mundo mejor y m¨¢s humano, se puede permitir unas risas con los mon¨®logos de Luis Ciges acerca del fr¨ªo pel¨®n que hac¨ªa en Stalingrado y lo dif¨ªcil que resultaba llevarse al catre a alguna sovi¨¦tica.
Aunque Javier Rioyo se ha quedado, pudorosamente, fuera del encuadre, no cuesta nada intuir su presencia. Hace 20 a?os que me voy cruzando con Javier por diferentes puntos de Espa?a y doy fe de que es uno de los mejores conversadores del planeta. Permanentemente instalado en su microclima de whisky y cigarrillos (a este hombre lo env¨ªas dos semanas a tostarse al sol de Canc¨²n y lo matas), Rioyo es un tipo que ha conseguido mantener intacta su curiosidad por los seres humanos a pesar de que a su edad ya le tocar¨ªa estar lo m¨¢s alejado posible de ellos. Cuando te lo encuentras, sea en Madrid, en Barcelona, en Sevilla o donde Cristo perdi¨® el gorro, Rioyo siempre tiene a punto una sonrisa, una palmada en el hombro y una conversaci¨®n que puede alargarse hasta las tantas. Inmune a los excesos, mientras sus contertulios caen como moscas, ¨¦l se mantiene fresco y rozagante, comentando la ¨²ltima pel¨ªcula que ha visto, el ¨²ltimo libro que ha le¨ªdo o la ¨²ltima ciudad que ha visitado. Estamos, en fin, ante un hombre chestertoniano, en el sentido de que su actitud divertida ante la vida no da esquinazo a la profundidad, sino al aburrimiento.
Y es que Extranjeros de s¨ª mismos es tambi¨¦n un documental divertido. Lo es sin dejar de ser riguroso y serio, permitiendo que la melancol¨ªa lo impregne todo, una melancol¨ªa que va m¨¢s all¨¢ de la a?oranza del triunfo o de la derrota. Aqu¨ª lo que todos sus protagonistas han perdido es la juventud.
Aunque todo acab¨® como el rosario de la aurora, es indudable que los j¨®venes de los a?os treinta del siglo XX ten¨ªan grandes aspiraciones. A sus nietos barceloneses se les arruga el Fondo Monetario Internacional y se quedan con un palmo de narices viendo c¨®mo sus c¨®cteles m¨®lotov se cubren de telara?as. Para consolarse, yo les recomendar¨ªa que fueran a ver Extranjeros de s¨ª mismos, ese documental que le regalar¨¦ a mi padre cuando salga en v¨ªdeo porque el hombre hace a?os que no pisa un cine.
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