Las tres verdades de don Xabier
'Aunque el resultado ser¨¢ injusto, lo aceptaremos'. En la constituci¨®n ideol¨®gica interna de Arzalluz hay un ingrediente de elitismo t¨ªpicamente libertario. ?se que conduce a una raz¨®n moral que se impone individualmente a la matem¨¢tica de la decisi¨®n colectiva. La mayor¨ªa no tiene por qu¨¦ tener la raz¨®n; solo tiene la mayor¨ªa. Saludable convicci¨®n ¨¦sta, aunque de una eficacia relativa. En la democracia acostumbra a hacerse -o deber¨ªa hacerse- lo que dice la matem¨¢tica, y lo moral queda para consumo y consideraci¨®n particular.
Pero viene bien esa reclamaci¨®n de don Xabier porque, a pesar del resultado y del forzado y oportuno olvido de la pasada semana, puestas en relaci¨®n las matem¨¢ticas de los votos con el balance de dos a?os largos de gobierno de su partido, la conclusi¨®n es que esto ha sido muy injusto. Injusto para varios cientos de vascos y vascas que siguen teniendo que llevar escolta, entre otras y fundamentales razones, por la frivolidad o por la ingenuidad -el¨ªgase a voluntad- de un pacto nacionalista con ETA y sus subordinados civiles. Injusto para varios cientos de concejales y candidatos a sustituir concejales no nacionalistas que ven poco respaldado su arriesgado empe?o por el bien com¨²n. Injusto porque, aunque los autobuses sal¨ªan cada ma?ana y nuestros ni?os encontraban todos los d¨ªas abiertas las escuelas -?faltar¨ªa m¨¢s!, ?menudo argumento electoral!-, la legislatura pasada pasar¨¢ a la historia del gobierno como nefasta. Injusto porque medio pa¨ªs fue obviado, anulado, desaparecido, como consecuencia directa de la tan alabada 'paz de Lizarra', y eso no lo entendi¨® nuestro Gobierno vasco ni sus partidos. Injusto porque, hay que decirlo tras su arrolladora victoria, el nacionalismo vasco no se merec¨ªa, en un pa¨ªs normal y en condiciones normales, ese resultado. Pero no tenemos ni lo uno ni lo otro.
'Igual es cierto que el PNV se mueve m¨¢s c¨®modo y civilizado cuanto m¨¢s holgado de sufragios va'
Sin embargo, la raz¨®n moral privada que algunos manejamos y sufrimos solo hasta el martes 15, dos d¨ªas despu¨¦s de las elecciones, ¨²nicamente sirve para pasar en soledad el mal trago. Afortunadamente, y es bueno considerar esto en todos los casos pasados y futuros, la raz¨®n moral privada, la m¨ªa o la de otros m¨¢s importantes, no sirve en democracia sino para consumo interno. La pol¨ªtica se dibuja con esa s¨ªntesis imperfecta que es la matem¨¢tica electoral.
'Vienen a echarnos de nuestro gobierno'. As¨ª es, esa era la sana intenci¨®n. Se olvida de qu¨¦ estamos hablando. Hablamos de un gobierno que, con acompa?antes varios, en su n¨²cleo duro lleva m¨¢s de veinte a?os gobernando el Pa¨ªs Vasco. Un gobierno, un r¨¦gimen casi, con muy notables logros y con muy notables fracasos: el m¨¢s evidente, el fracturado estos dos ¨²ltimos a?os, el de hacer un pa¨ªs para todos. Aspirar a ver otras caras en el gobierno, otras pulsiones, otras inclinaciones, es algo no solo leg¨ªtimo sino, al cabo de m¨¢s de dos d¨¦cadas, saludable. Porque no es ¨¦ste un problema como en un pa¨ªs normal de persistencia en el uso del poder gubernamental. El nacionalismo vasco, adem¨¢s, se basa y se ha recreado en la idea de constituir la opci¨®n pol¨ªtica y social de los propietarios. De ah¨ª las ag¨®nicas palabras de Arzalluz: quitarnos 'nuestro gobierno'. En ese mundo de propietarios e inquilinos, los segundos, antes los emigrantes, ahora los no seguidores de la doctrina patria, sean o no aut¨®ctonos -algunos en Espa?a siguen sin entender la enorme distancia fundacional y doctrinal de los nacionalismos vasco y catal¨¢n, por ejemplo-, son o somos ciudadanos vascos mientras no saquemos los pies de las alforjas. Y ¨¦sta era una ocasi¨®n singular, decisiva, hist¨®rica. Por eso ha sido un pulso tan agrio y duro. Y por eso, en parte, el resultado. Porque no los paniaguados de veinte a?os de r¨¦gimen -es ingenuo creer que unas elecciones se ganan as¨ª-, sino una mayor¨ªa social que comparte y se reconoce, al margen de viejas procedencias territoriales o ideol¨®gicas, en el bando de los propietarios, de los que 'por l¨®gica' deben gobernar nuestro pa¨ªs, les ha dado esta vez la raz¨®n. Y porque se ha distinguido con precisi¨®n a 'los nuestros' de los 'de fuera'. Y ah¨ª, el fracaso de la campa?a constitucional, por los resultados, se observa inapelable. Ciertamente, la campa?a de los no vencedores, populares y socialistas, se ha visto (sobre todo la de los primeros) como llevada desde el exterior, 'desde Madrid', con toda la intendencia -decir 'infanter¨ªa', con lo que cae aqu¨ª, es obsceno- medi¨¢tica puesta a su servicio, con toda una intelectualidad que ha racionalizado en exceso para un pa¨ªs, el m¨¢s moderno de Espa?a en lo objetivo y material, a la vez que uno de los m¨¢s ancestrales en algunos de sus comportamientos. El vasco genunino, condici¨®n subjetiva a la que uno hoy se puede incorporar comulgando con lo que quiera, se ha visto amenazado por gentes que no ve a diario y que le cuestionaban sus incuestionables convicciones y fantasmas. Frente a ello se ha impuesto la imagen de un pa¨ªs de maravillas donde todo va bien si no fuera por los extremos, ETA y el PP, (mal)tratados como equivalentes.
Y en ¨¦sta que llega Ibarretxe, en la mitad, un hombre bueno, trabajador y sufriente, con el di¨¢logo, a salvar el pa¨ªs. Esa es la tercera verdad de don Xabier, y su resultado matem¨¢tico es inapelable. Y ¨¦sta es la parte importante de esta historia: ?qu¨¦ hara Ibarretxe, qu¨¦ har¨¢ el nacionalismo vasco con su y nuestro pa¨ªs? Al mismo tiempo que hemos descubierto -de nuevo; la vez anterior tambi¨¦n- que una mayor afluencia de votos no daba como resultado la victoria de los no nacionalistas, podemos reflexionar si no ser¨¢ cierto que el PNV se mueve m¨¢s c¨®modo y civilizado cuando m¨¢s holgado de sufragios va. Ibarretxe y el nacionalismo vasco tienen una ocasi¨®n hist¨®rica. Pueden incorporarse a las voces de los/la hoolligans que creen -igual es cierto, igual no- que el pueblo soberano les ha dado un respaldo a su pol¨ªtica soberanista. Pueden, por el contrario, recomponer con una mayor¨ªa cualitativa tan holgada y tan reciente la confianza de los ciudadanos vascos, de la mayor¨ªa de ellos, en la acci¨®n de su gobierno y en la recomposici¨®n de unas reglas de juego y de un di¨¢logo integrador (no del otro, del que lleva a unos a imponerse sobre otros). Parece que lo que hemos o¨ªdo estos d¨ªas va por ah¨ª. Habr¨ªa, por eso, que poner toda la mejor voluntad y la mayor lealtad en apoyar ese empe?o. Entre los no vencedores tambi¨¦n se escucha esa voz, salvo en G¨¦nova y La Moncloa, donde la arrogancia que llev¨® a la derrota subjetiva, pero real, del domingo 13 de mayo, parece seguir campando. 'Que cambien ellos', que dice Jos¨¦ Mari.
M¨¢s all¨¢ de la raz¨®n moral privada, m¨¢s all¨¢ de lo que cada cual piense que debiera haber sucedido, lo que hay es lo que hay. Bien trajinados los resultados, hay ocasi¨®n para un cierto optimismo si hay voluntad y colaboraci¨®n por parte de todos. El pa¨ªs se la ha jugado una vez, y parece que no ha salido mal. Es una lecci¨®n que el PNV, pero tambi¨¦n todos los dem¨¢s, debemos aprender.
Antonio Rivera es profesor de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad del Pa¨ªs Vasco.
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