La Modelo y la memoria de Barcelona
Hace m¨¢s de veinte a?os que vivo en Barcelona. Desde que comenc¨¦ a interesarme por las instituciones del sistema penal y por c¨®mo funcionan en Catalu?a, he tratado de interiorizar los precedentes hist¨®ricos que rodearon el proceso de transferencia de competencias policiales y penitenciarias, con motivo de la sanci¨®n de la Constituci¨®n de 1978 y el Estatuto de Autonom¨ªa. Por cierto, no deja de sorprenderme la racionalidad y la sensatez con que los catalanes han asumido en general dicho proceso aunque, todo hay que decirlo, en muchas ocasiones tambi¨¦n me han despertado asombro las maneras con que desde Madrid -sobre todo en otras ¨¦pocas y en particular desde Interior y Justicia- se han conducido esas transferencias. Lo que, sin embargo, ha sido chocante han sido el modo y las formas en que en Catalu?a, en ocasiones, se han administrado esos patrimonios competenciales. No me ocupar¨¦ aqu¨ª de lo que ata?e a la polic¨ªa auton¨®mica, pero s¨ª lo har¨¦ en lo que respecta a la ejecuci¨®n de las penas privativas de la libertad. En particular quisiera referirme a lo que t¨¦cnicamente se denomina construcciones penitenciarias -es decir, vulgarmente, a la edificaci¨®n de c¨¢rceles-, pues sabido es que, dado el crecimiento geom¨¦trico de las poblaciones penitenciarias en todo el mundo desarrollado (y en el no desarrollado tambi¨¦n), a ra¨ªz de las pol¨ªticas de tolerancia cero, la presencia de internos en las c¨¢rceles de Espa?a y, por consiguiente, en las de Catalu?a, ha tenido una progresi¨®n permanente. M¨¢s all¨¢ de criticar semejantes pol¨ªticas, esto ha supuesto la necesidad de contar con m¨¢s espacio coactivo, tanto para hombres, adultos y j¨®venes, como para mujeres. De aqu¨ª que la breve historia de la pol¨ªtica penitenciaria en la Catalu?a auton¨®mica, nacida con la asunci¨®n de competencias en 1984, est¨¢ atravesada por un constante requerimiento de nuevas c¨¢rceles. En el territorio de la comunidad aut¨®noma esa pol¨ªtica inici¨® la construcci¨®n de nuevas c¨¢rceles con la del municipio de La Roca del Vall¨¨s. Aqu¨ª ya se revel¨® una manifiesta contraposici¨®n entre los intereses que alentaban la necesidad de contar con una c¨¢rcel que paliara el agobio que padec¨ªa la Modelo con los de la elecci¨®n de un determinado y concreto predio (Can Ribes). Esta situaci¨®n fue en su momento denunciada por el entonces alcalde de Granollers (v¨¦ase EL PA?S del 30 de octubre de 1984), mas la noticia no pareci¨® despertar mayor atenci¨®n. Mientras tanto, la discusi¨®n acerca de la cada vez m¨¢s requerida remoci¨®n de la Modelo del centro de Barcelona fue adquiriendo una dimensi¨®n creciente. En este asunto fue manifiesta la contradicci¨®n entre otro tipo de intereses: por una parte, los de aquellos que corporativamente defend¨ªan una desenfrenada especulaci¨®n del suelo, que ha marcado el desarrollo urbano de Barcelona en las ¨²ltimas d¨¦cadas, y por otra, los alentados por los vecinos del Eixample y por quienes han venido reclamando la exigencia de mantener viva la memoria hist¨®rica de la ciudad. Los primeros han encontrado, casi siempre, un buen soporte en las pol¨ªticas de recalificaci¨®n del suelo, las cuales han estado siempre sostenidas por la Generalitat. Los segundos, buscando el sost¨¦n del Ayuntamiento, no siempre han encontrado el l¨®gico apoyo que pretend¨ªan por aquello de que el gobierno de la capital est¨¢ obligado a la conservaci¨®n del patrimonio urbano, en primer lugar de lo que refleja la conciencia colectiva de esta ciudad. La Modelo, sin duda, m¨¢s all¨¢ de todo el dolor que puede significar para quienes han estado en ella alojados o bien han tenido all¨ª a seres queridos, representa un hito en la resistencia contra la opresi¨®n. Barcelona cuenta en su larga y milenaria historia con muchos datos que la retratan ejemplarmente en ese sentido. Los habitantes de la ciudad, por lo menos aquellos que sabemos lo que la Modelo supone para su patrimonio cultural, hemos seguido atentos el proceso que ha desembocado en un pacto institucional entre la Generalitat y el Ayuntamiento para conservar la Modelo. Pero la forma en que se dice que se conservar¨¢ el edificio y el destino que se pretende dar a sus distintas partes no traduce, en mi opini¨®n y en la de quienes desean mantener la Modelo en la memoria de futuras generaciones, el sentido hist¨®rico del edificio. En efecto, aun cuando el pacto al que han llegado las dos instituciones est¨¢ orientado a mantener los espacios construidos de forma pan¨®ptica, en ninguna de las previsiones anunciadas aparece ese impulso para mantener la memoria colectiva. El pacto prev¨¦ una gran operaci¨®n urban¨ªstica, con concesi¨®n de solares e inversiones millonarias por ambas partes, para dar destino a tres instituciones penitenciarias de Barcelona (Modelo, Wad-Ras y Trinitat), otorgando 400 plazas a cada una. En el solar de la Modelo est¨¢ previsto construir equipamientos municipales, el centro de r¨¦gimen abierto, una zona verde, oficinas y... hoteles. Pero el indispensable centro de documentaci¨®n y el museo que permita conservar la memoria de lo que ha supuesto la Modelo, desde comienzos del siglo XX hasta el presente no aparecen en las previsiones. Si la Federaci¨®n de Asociaciones de Vecinos de Barcelona ha criticado que buena parte del solar se dedique a hoteles y oficinas, y no a zonas verdes, deber¨ªa tambi¨¦n a?adir a sus reclamaciones la inclusi¨®n del centro de documentaci¨®n y el museo se?alados.
La conversi¨®n de la c¨¢rcel Modelo en un nuevo espacio ganado para la ciudad no atiende suficientemente a la memoria hist¨®rica de un edificio emblem¨¢tico
Roberto Bergalli es jefe de estudios de Criminolog¨ªa y Pol¨ªtica Criminal de la UB.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.