El maestro
A pocos oficios deben tanto los trabajadores como al del abogado laboralista, y a pocos hombres se debe tanto como al maestro Albert Fina. Porque si el movimiento sindical tuvo su parte de responsabilidad en la gestaci¨®n de las libertades democr¨¢ticas en nuestro pa¨ªs, la que tuvo el despacho colectivo de laboralistas Fina-Avil¨¦s fue de gran envergadura: un heredero de la mejor tradici¨®n del Derecho del Trabajo que nos viene de Francesc Layret. Fina fue seguramente el m¨¢s grande de los abogados laboralistas, y su altura es tan elevada si se tiene en cuenta que comparti¨® la gran 'nissaga' con gentes del diapas¨®n de Sol¨¦ Barber¨¤, Luis Salvadores y Antonio Cuenca.
Se ha dicho que la fuente del Derecho laboral m¨¢s significativa es la negociaci¨®n de los convenios, y es una gran verdad. Pero tal vez falta a?adir que los juicios en las Magistraturas de lo Social tambi¨¦n han generado una gran riqueza de protecciones y tutelas para los asalariados.
'Se nos fue alguien que era imprescindible por su testimonio de gran coraje moral, intelectual, y pol¨ªtico'
En esos escenarios de magistratura el maestro Fina fue, con su gesto sobrio y logos austero, un gran creador de iuslaboralismo. Antes, en condiciones tan duras como la dictadura enfrent¨¢ndose con no pocos burgueses de sonoros apellidos carolingios; y, despu¨¦s, en plena democracia. Y no s¨®lo en el terreno del conflicto social, sino tambi¨¦n en el escenario pol¨ªtico, precisamente en el fat¨ªdico Tribunal de Orden P¨²blico, que tambi¨¦n conoci¨® como acusado.
Conoc¨ª a Albert (y a su esposa, Monserrat Avil¨¦s) a mediados de la d¨¦cada de 1970 en su despacho en Matar¨®. Era una isla de libertad, de organizaci¨®n de cultura, de moral resistente y alternativa, una escuela de democracia. All¨ª se gestaron las Comisiones Obreras al calor de las movilizaciones sociales de las empresas textiles y gr¨¢ficas. All¨ª aprendimos algo as¨ª como la sal de la tierra.
Como recientemente ha dicho el maestro V¨¢zquez Montalb¨¢n se nos fue alguien que era imprescindible, en alusi¨®n al famoso verso de Bertold Brecht, aunque a nuestro Albert no le gustara ser imprescindible. Pero lo fue con su testimonio de gran coraje moral, intelectual, y pol¨ªtico en el sentido m¨¢s grande que tenga esta palabra.
Jos¨¦ Luis L¨®pez Bulla, ex secretario general de la CONC, es diputado por IC-Verds.
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